lunes, 10 de octubre de 2016

Yahima Hernández y el buen ejemplo de una familia de inmigrantes

Por Gabriel Cartaya

 Yahima Hernández, con apenas 40 años, es una abogada reconocida en el área central de la Florida, consagrada a la compleja especialidad de inmigración. Está atenta, cada día,  a la última hendija de luz con que las leyes estadounidenses cobijen al inmigrante que llega a esta nación.  Es miembro de la Asociación de Abogados del condado de Hillsborough y de la Asociación Americana de Abogados de Inmigración, con licencia para ejercer en los cincuenta estados que conforman los Estados Unidos.
La joven abogada, después de horas de oficina, asistencia a la Corte de Justicia, entrevistas, investigación y todo el cúmulo de trabajo propio de esta profesión,  encuentra tiempo para atender de forma voluntaria diversos asuntos de la comunidad, mermando las horas de descanso para asistir a eventos que muestran y enriquecen la fuerte presencia de nuestra cultura en la bahía de Tampa, así como asistiendo a personas cuyos ingresos le impiden acceder a un abogado. La presencia de su nombre entre los      elegidos  como   Orgullo Hispano por la Herencia Hispana de Tampa, en 2016,  –en la modalidad de desarrollo cívico–, es una muestra del reconocimiento que ha ganado en esta ciudad.
Yahima Hernández (la niña a la derecha)
junto a su familia, al llegar a EE.UU.
 Alcanzar un título de abogado en una Universidad de Estados Unidos ha estado, generalmente, en manos de quienes han llegado a la enseñanza superior amparados en el estatus económico heredado. Los hijos de médicos, abogados, ingenieros, profesores, grandes empresarios y profesionales de altos ingresos, acceden con frecuencia a esta ocupación. Sin embargo, el mérito de quienes, como la abogada Hernández, matricularon en esta especialidad sin contar con más recursos que la vocación, el talento, la firmeza de carácter y una buena dosis de sueños, es infinitamente mayor. Llegó a este país en 1995, con 20 años y 6 miembros de su familia que incluían cuatro generaciones de cubanos: una bisabuela, dos abuelos, los padres y una hermana. Entre todos, al desmontarse de un avión en el aeropuerto de Louisville, en Kentucky, encontraron 12 dólares en los bolsillos, estrenando el país m más rico del mundo con un respaldo económico de 1.70 por cada uno.
 Veinte años más tarde, en una tarde de domingo, en la comodidad de su hermosa casa de Riverview y tras descorchar una botella de vino al lado de sus admirables padres, les pido que me cuenten acerca de los primeros días en Estados Unidos. Las anécdotas se suceden, completando detalles, en su voz, en la de Pedro y Rosa –los padres–  y entre risas que se cortan con breves comentarios que hacemos todos.
Recuerdan que nadie les estaba esperando en el aeropuerto, pues llegaron 4 horas después de lo previsto a un lugar muy lejos de su Remedios. En medio de la noche y sin asomos de desconsuelo, dos personas se les acercan, preguntando si eran una familia cubana. –“Somos nosotros”–, dijo la abuela, sin inquirir a quiénes buscaban ni quiénes eran. Montaron con ellos en dos carros que fueron a detenerse en un campamento de refugiados.  Allí permanecieron pocos días, entre cientos de cubanos y miembros de otras nacionalidades, pues aunque nadie quería irse a un barrio que consideraban conflictivo, ellos aceptaron el primer techo privado que se le presentó a la familia.
 –Teníamos 3 sillas, había que esperar que uno se parara para otro sentarse– dice Yahima. –Pero como los tres más viejos tenían prioridad, nosotros casi siempre estábamos de pie– aclara Rosa.
–Yo recuerdo que después encontramos un sofá en la calle–  recuerda Pedro. Entonces, entre los tres, completan la historia surealista de lo que pudiéramos llamar “el sofá de Louisville”, artefacto que, aunque sin cojines,  era más cómodo que el piso.
 A los pocos días,  invitaron a la casa a otro cubano que conocieron en el mercado. El hombre se quedó asombrado con el sofá, y sólo con la confesión pudieron entender su encanto: –¿Dónde lo encontaron?– preguntó, y agregó, sin esperar la respuesta: –No me lo van a creer, yo tengo los cojines. Los recogí en la calle y al regresar a los diez minutos por el sofá, no quedaba ni el rastro–. Todos se quedaron con la boca abierta, hasta que el visitante dijo, casi con desconsuelo: –No se preocupen, yo se los voy a traer, total, ustedes tienen lo principal–.  Ninguno entendió bien si ‘lo principal’ a que se refería aquel buen hombre era al sofá, o a la familia unida que emprendía una nueva vida con tanto entusiasmo.
 Así empezó la familia Hernádez en Estados Unidos. Enseguida empezaron a trabajar, con todo el empeño, la honradez y la alegría que traen en la sangre desde sus antepasados. A los 8 meses de llegar compraron su primera casa, para asombro de todos. Yahima entró a la universidad y las horas que un estudiante requiere para la biblioteca las tuvo que emplear en trabajar para una cafetería. Pero a los cuatro años se graduó con honores, alcanzando una Licenciatura en Psicología en la Universidad de Louisville.
Yahima Hernádez (la tercera desde la derecha),
 entre sus padres, su hijo y otros familiares
 Sin embargo, la vocación la llamó a las Ciencias Jurídicas y, trasladada con su familia a la Florida,  las puertas del Colegio de Derecho de la Universidad Stenson se abrieron a su inteligencia. En ella, no sólo completó todos los créditos para graduarse de abogada, sino que fue galardonada con el Premio William F. Blews por sus notables servicios a la comunidad.
 Ya con la Licencia  para ejercer en la Corte Suprema de la Florida, se inclinó hacia las leyes relacionadas con la inmigración, especialidad a la que ha dedicado sus últimos años y en la que ha alcanzado prestigio profesional y consideración.
 En 2011 creó su propia firma de abogados –Law Offices of Hernandez & Smith, P.A.–, la  que comparte con su amiga Christine Smith, otra maravillosa abogada. Conversar con ella, como con sus padres, es siempre un premio, porque entre el exquisito humor se desgrana una agradable sonrisa, una palabra de aliento, una enseñanza que alimenta la confianza en  los valores universales del ser humano.

1 comentario:

  1. Felicitaciones por la pequena, pero sustanciosa biografia de Yahima Hernandez, hermoso ser humano con quien tengo el honor de trabajar, haciendo evaluaciones psicosociales por asuntos migratorios. Yahima es un gran ejemplo a seguir! Dr. Ana Iosipan

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