Por Gabriel Cartaya
Me gustaría preguntarle
al gobernador de Florida , Rick Scott, si alguna vez ha hecho una declaración
sobre el comportamiento de los derechos humanos en México, en Centroamérica o
en otro país que no sea Cuba .
Sería bueno saber cuál fue su reacción cuando supo que en Iguala habían desaparecido 43 estudiantes, posiblemente
asesinados; o cuando, casi diariamente, aparecen noticias relacionadas con
brutales crímenes en el vecino país, conectados con los carteles de la droga y
en los que con alguna frecuencia aparecen agentes gubernamentales implicados.
Sería interesante investigar la reacción de
Rick Scott ante los miles de niños hambrientos en Centroamérica y de jóvenes
que se acercan a la frontera de Estados Unidos huyendo de la violencia, el
crimen, la falta de oportunidades y la impotencia (o indiferencia) de sus
gobiernos ante su desesperación. Me gustaría saber si alguna vez propuso el
recorte de fondos estatales para algún tipo de negocio que implicara a alguno
de los gobiernos de esos países, con el argumento incontestable de que a la
vista de todos están las múltiples cifras diarias de las víctimas del derecho a
la salud, a la educación, a la vida.
Desconozco si el gobernador Scott alguna vez ha
expresado que no pondrá sus pies al sur del Río Bravo mientras aparezcan mujeres
maltratadas, golpedas hasta la saciedad, incluso asesinadas en las calles –como
el caso de Ciudad Juárez, que hirió hace pocos años la sensibilidad
universal– y donde estructuras de
gobierno, a veces, han estado más atentas al
enriquecimiento personal que a extirpar el maltrato de género que cuesta
la tranquilidad y hasta la vida de tantas personas inocentes.
Ahora, el gobernador de
Florida ha dicho que no habrá fondos del presupuesto estatal para algún tipo de
negocios que involucre a la isla de Cuba, preocupado por la violación de los derechos humanos en ese
país. Estaba una delegación cubana en territorio floridano, para suscribir
acuerdos relacionados con la colaboración portuaria, cuando Scott, refiriéndose
a los fondos que este año facilitará el Estado a ese destino económico, hizo público que “el dinero no puede ser
asignado a proyectos de infraestructura que resulten en la expansión del
comercio con la dictadura cubana, a causa de sus continuas violaciones de los
derechos humanos”. Casi con las plumas listas para firmar acuerdos con los
visitantes cubanos, autoridades de los puertos de Palm Beach y Everglades, se
apresuraron a guardar en sus gavetas los papeles de entendimiento.
Además de confesar que no
transitará calles cubanas mientras no se cumplan todos los derechos humanos,
parece que Scott tampoco pisará una tierra donde esté ausente una
verdadera democracia, por lo que imagino
viajará poco. Así se desprende de las palabras que a Martí Noticias dijo
Jeri Bustamante, secretaria de prensa de la gobernación, al preguntársele si
Scott atendería una invitación informal que sugirió una visitante cubana.
“Hasta que haya libertad y democracia en Cuba el gobernador Scott no prevé
trabajar con la dictadura castrista”, dijo Bustamante.
¿Se ha preguntado Scott a
quién afecta más la interrupción de una posible apertura de negocios y
relaciones amplias entre Florida y Cuba? ¿Ha preguntado el Gobernador a los
cientos de miles de cubanos que viven en su Estado –miles de ellos electores–
si prefieren acercarse o alejarse a su familiares que viven en la Isla? ¿Ha
pensado el Sr. Scott en el pueblo de Cuba, el pueblo de a pie que ha sufrido
carencias económicas que no es capaz de calibrar quien vive lejos de ellas, en
uno y otro lugar? Ese pueblo que, a pesar de sus limitaciones democráticas y
necesidad de mayores libertades expresivas e inclusivas, no ve en sus
noticieros nacionales –por muy parcializados que sean– las cifras de asesinatos
que recoge diariamente la television mexicana. Los datos oficiales del
Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) arrojan que, de enero a noviembre de 2016, se
produjeron 18 mil 915 casos de homicidio dolosos, once de los cuales
correspondieron a asesinatos de periodistas. ¿Ha pedido el gobernador Scott
que se retire algún tipo de colaboración con el Gobierno de algún estado
mexicano? ¿O no pertenece a la categoría de los derechos humanos asegurar a
todos los niños que los padres retornen vivos al hogar?
Se sabe que el Gobernador de la Florida aspira en 2018 a
obtener un asiento de Senador en el Capitolio de Washington y que toda campaña
electoral requiere de grandes sumas de dinero. Los cubanos que en Florida más
pueden aportar, en téminos monetarios, se desgajaron del país de origen hace
más de medio siglo y allí apenas tienen familiares y amigos. Pero la mayoría de
la población cubana emigrada en esta maravillosa península –la de más peso en
el verdadero sentido democrático– quiere
olvidar las tensiones que sólo han beneficiado a políticos cuyo lenguaje de
amenazas, odios y venganzas, ha contribuido a mantener el poder adquirido y, de
paso, lanzar las culpas a la otra
orilla, mientras el pueblo ha asistido a la fractura creciente de la familia y
los sueños.
Ojalá y Rick Scott
–seguramente un hombre bueno, familiar y jovial– pueda un día pasearse por las calles de La Habana, mirar a su gente
en su día a día, a las mujeres sonrientes, a los hombres extendiendo la mano, y
por encima de los presupuestos a que obliga el compromiso político, responder a
sí mismo estas complicadas interrogantes a las que no creo sea insensible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario