viernes, 10 de febrero de 2017

Unas preguntas al Gobernador de Florida

Por Gabriel Cartaya

Me gustaría preguntarle al gobernador de Florida, Rick  Scott, si alguna vez ha hecho una declaración sobre el comportamiento de los derechos humanos en México, en Centroamérica o en otro país que no sea Cuba. Sería bueno saber cuál fue su ­reacción cuando supo que en Iguala habían  desaparecido 43 estudiantes, posiblemente asesinados; o cuando, casi diariamente, aparecen noticias relacionadas con brutales crímenes en el vecino país, conectados con los carteles de la droga y en los que con alguna frecuencia aparecen agentes gubernamentales implicados.
  Sería interesante investigar la reacción de Rick Scott ante los miles de niños hambrientos en Centroamérica y de jóvenes que se acercan a la frontera de Estados Unidos huyendo de la violencia, el crimen, la falta de oportunidades y la impotencia (o indiferencia) de sus gobiernos ante su desesperación. Me gustaría saber si alguna vez propuso el recorte de fondos estatales para algún tipo de negocio que implicara a alguno de los gobiernos de esos países, con el argumento incontestable de que a la vista de todos están las múltiples cifras diarias de las víctimas del derecho a la salud, a la educación, a la vida.
       Desconozco si el gobernador Scott  alguna vez ha  expresado que no pondrá sus pies al sur del Río Bravo mientras aparezcan mujeres maltratadas, golpedas hasta la saciedad, incluso asesinadas en las calles –como el caso de Ciudad Juárez, que hirió hace pocos años la sensibilidad universal–  y donde estructuras de gobierno, a veces, han estado más atentas al  enriquecimiento personal que a extirpar el maltrato de género que cuesta la tranquilidad y hasta la vida de tantas personas inocentes.
   Ahora, el gobernador de Florida ha dicho que no habrá fondos del presupuesto estatal para algún tipo de negocios que involucre a la isla de Cuba, preocupado por la  violación de los derechos humanos en ese país. Estaba una delegación cubana en territorio floridano, para suscribir acuerdos relacionados con la colaboración portuaria, cuando Scott, refiriéndose a los fondos que este año facilitará el Estado a ese destino económico,  hizo público que “el dinero no puede ser asignado a proyectos de infraestructura que resulten en la expansión del comercio con la dictadura cubana, a causa de sus continuas violaciones de los derechos humanos”. Casi con las plumas listas para firmar acuerdos con los visitantes cubanos, autoridades de los puertos de Palm Beach y Everglades, se apresuraron a guardar en sus gavetas los papeles de entendimiento.
   Además de confesar que no transitará calles cubanas mientras no se cumplan todos los derechos humanos, parece que Scott tampoco pisará una tierra donde esté ausente una verdadera  democracia, por lo que imagino viajará poco. Así se desprende de las palabras que a Martí Noticias dijo Jeri Bustamante, secretaria de prensa de la gobernación, al preguntársele si Scott atendería una invitación informal que sugirió una visitante cubana. “Hasta que haya libertad y democracia en Cuba el gobernador Scott no prevé trabajar con la dictadura castrista”, dijo Bustamante.
   ¿Se ha preguntado Scott a quién afecta más la interrupción de una posible apertura de negocios y relaciones ­amplias entre Florida y Cuba? ¿Ha preguntado el Gobernador a los cientos de miles de cubanos que viven en su Estado –miles de ellos electores– si prefieren acercarse o alejarse a su familiares que viven en la Isla? ¿Ha pensado el Sr. Scott en el pueblo de Cuba, el pueblo de a pie que ha sufrido carencias económicas que no es capaz de calibrar quien vive lejos de ellas, en uno y otro lugar? Ese pueblo que, a pesar de sus limitaciones democráticas y necesidad de mayores libertades expresivas e inclusivas, no ve en sus noticieros nacionales –por muy parcializados que sean– las cifras de asesinatos que recoge diariamente la television mexicana. Los datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP)  arrojan que, de enero a noviembre de 2016, se produjeron 18 mil 915 casos de homicidio dolosos, once de los cuales correspondieron a asesinatos de periodistas. ¿Ha pedido el gobernador ­Scott que se retire algún tipo de colaboración con el Gobierno de algún estado mexicano? ¿O no pertenece a la categoría de los derechos humanos asegurar a todos los niños que los padres retornen vivos al hogar?
   Se sabe que el  Gobernador de la Florida aspira en 2018 a obtener un asiento de Senador en el Capitolio de Washington y que toda campaña electoral requiere de grandes sumas de dinero. Los cubanos que en Florida más pueden aportar, en téminos monetarios, se desgajaron del país de origen hace más de medio siglo y allí apenas tienen familiares y amigos. Pero la mayoría de la población cubana emigrada en esta maravillosa península –la de más peso en el verdadero sentido democrático–  quiere olvidar las tensiones que sólo han beneficiado a políticos cuyo lenguaje de amenazas, odios y venganzas, ha contribuido a mantener el poder adquirido y, de paso,  lanzar las culpas a la otra orilla, mientras el pueblo ha asistido a la fractura creciente de la familia y los sueños.
   Ojalá y Rick Scott –seguramente un hombre bueno, familiar y jovial– pueda  un día pasearse  por las calles de La Habana, mirar a su gente en su día a día, a las mujeres sonrientes, a los hombres extendiendo la mano, y por encima de los presupuestos a que obliga el compromiso político, responder a sí mismo estas complicadas interrogantes a las que no  creo sea insensible.




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