Por Gabriel Cartaya
Esta edición de La Gaceta ve la luz en el marco de significativos aniversarios: el nacimiento de Wolfang Amadeus Mozart, el 27 de enero de 1756; la muerte del escritor estadounidense Jerome David Salinger, el 27 de enero de 2010 y del cantante neoyorkino Pete Seeger, en ese día de 2014. A su vez, el 28 de enero conmemoramos el nacimiento de José Martí y se cumple un año más de la muerte, en 1928, del escritor español Vicente Blasco Ibáñez.
Esta edición de La Gaceta ve la luz en el marco de significativos aniversarios: el nacimiento de Wolfang Amadeus Mozart, el 27 de enero de 1756; la muerte del escritor estadounidense Jerome David Salinger, el 27 de enero de 2010 y del cantante neoyorkino Pete Seeger, en ese día de 2014. A su vez, el 28 de enero conmemoramos el nacimiento de José Martí y se cumple un año más de la muerte, en 1928, del escritor español Vicente Blasco Ibáñez.
Joseíto Fernández y Pete Seeger, en La Habana |
Aunque los cinco
nombres mencionados son extremadamente relevantes, quiero detenerme en el
empalme de dos de ellos, que se juntan en la universalización de unos versos
convertidos en canción. Se trata de los Versos Sencillos escritos por
José Martí, internacionalizados por Pete Seeger en el ritmo de “La
Guantanamera”.
No es interés de estas líneas desentrañar el
origen de esta melodía, ni su camino hasta llegar a los oídos
de Seeger.
El
propio Joseíto Fernández, a quien más se identifica con su creación, ofreció diferentes
versiones sobre su autoría, señalada en la década de 1930.
Pero algunos historiadores guantanameros
la ubican en la década anterior, atribuyéndola a Herminio García Wilson, quien
la habría dado a conocer como una guajira
en festejos populares de esa región.
Por su parte, Alejo Carpentier, en su libro La
música en Cuba, expresa: “Hace poco una estación de radio de La Habana
obtuvo un gran éxito de popularidad con una canción de buen corte campesino,
titulada ‘La guantanamera’, que había sido traída a la capital por auténticos
cantadores orientales”. Otros, sin embargo, la remontan al siglo XIX, entre los
ritmos montunos orientales y consideran que Joseíto Fernández, el compositor
español Julián Orbón y el propio Segger son sólo sus grandes promotores.
Joseíto Fernández comenzó a darle popularidad
nacional a través de la radio, en un programa de la CMQ,
enriquecién-dola con sus improvisaciones durante muchos años, hasta convertirse
en el rostro de la canción. En la década
de 1950 Orbón, quien residía entonces en La Habana, le incorporó algunos versos
de José Martí a la pegajosa canción, por la significación de los mismos en el
marco del centenario del natalicio del Apóstol de Cuba.
También hay diversas versiones acerca del
momento en que Seeger hace suya “La Guantanamera”. Algunos dicen que el autor
de “Where Have all the Flowers Gone” oyó la versión de Orbón al músico cubano
Héctor Angulo, quien hacia 1962 se encontraba de visita en Nueva York. Otros
opinan que habría escuchado su melodía en un campamento de verano en Cuba y se
le pegó el estribillo “guantanamera, guajira guantanamera”, considerándola un
componente del folklor de la isla y junto a Angulo la montó con los versos de
Martí, como una autoría conjunta.
Lo cierto es que en un concierto ofrecido por
Pete Seeger en el teatro Carnegie Hall,
el 8 de junio de 1963, el cantante hizo delirar al público al cerrar la
noche con el ritmo de “La Guantanamera”, intercalando, entre otras, la cuarteta martiana “Yo soy un hombre
sincero, de donde crece la palma/ y antes de morirme quiero/ echar mis versos
del alma”.
La canción comenzó a volar por el mundo,
mientras en Cuba Joseíto Fernández comenzó a reclamar su autoría. Grandes todos, se pusieron de acuerdo y
Seeger fue a La Habana, en 1971, a darle la mano a Fernández y reconocerle
paternidad en una obra musical que tenía registrada como propia. Entre brindis,
concluyeron que a Joseíto se debía el parto de la canción, a Orbón la
incorporación de los versos martianos y
a Seeger su mundialización.
Muy cerca del escenario donde Seeger estrenó
la “Guantanamera” con los versos de Martí, estaban los teatros donde el cubano
pronunció varios discursos inflamados de patriotismo, pero, más significativo
aún, fue en ese entorno neoyorquino donde nacieron los octosílabos, durante
“aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fanática, o por
miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los
pueblos hispanoamericanos”. Fueron esos
versos, escritos cuando lo “echó el médico al monte”, donde “corrían
arroyos”, los que Seeger cantó con voz
ronca y erres enredadas, para darle la vuelta al mundo acompañados de la imagen
del poeta que nació en La Habana el 28 de enero de 1853.
Proponiéndoselo o no, Seeger contribuyó, más
que muchos libros y charlas, a divulgar
no sólo una emblemática pieza musical cubana, sino también la figura luminosa
del poeta hispanoamericano. El cantor comprometido con los sueños de su pueblo
–de todos los pueblos–, quien había nacido el 3 de mayo de 1919 –el mes en que
muere Martí– cerró los labios de cantar el 27 de enero de 2014, mes natal del
autor de los Versos Sencillos.
Cuando, en 1994, el presidente Clinton le
concedió a Seeger la Medalla Nacional de las Artes por su contribución a la cultura
norteamericana, el cantante fue presentado como “un archivo vivo de la música
americana y de su conciencia, un testamento del poder de la canción y la
cultura”.
Recordarlo en Líneas de la memoria
junto a Mozart, Salinger, Blasco Ibáñez y Martí, con quienes comparte esta
efemérides del 27 y 28 de enero, es traerle con ellos a que nos sigan iluminando con su
ejemplo, cuando, otra vez, “por la
ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía” pudieran reunirse en
la Casa Blanca políticos hispanoamericanos incapaces de percibir que el “águila
temible”, como en 1889, pudiera querer
apretar “los pabellones todos de la América”, como alertó el cubano universal
en el prólogo a los versos que cantó Seeger con tanta emoción.
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