viernes, 27 de enero de 2017

Pete Seeger y la Guantanamera

  Por Gabriel Cartaya

Esta edición de La Gaceta ve la luz en el marco de significativos aniversarios: el nacimiento de Wolfang Amadeus Mozart, el 27 de enero de  1756; la muerte del escritor estadounidense Jerome David Salinger, el 27 de enero de 2010 y del cantante neoyorkino Pete Seeger, en ese día de 2014. A su vez, el 28 de enero conmemoramos el nacimiento de José Martí y se cumple un año más de la muerte, en 1928, del escritor español Vicente Blasco Ibáñez.
Joseíto Fernández y Pete Seeger, en La Habana
  Aunque los cinco nombres mencionados son extremadamente ­relevantes, quiero detenerme en el empalme de dos de ­ellos, que se juntan en la universalización de unos versos convertidos en canción. Se trata de los Versos ­Sencillos escritos por José Martí, internacionalizados por Pete Seeger en el ritmo de “La Guantanamera”.
   No es interés de estas líneas desentrañar el origen de esta melodía, ni su ­camino hasta llegar a los oídos de Seeger.
  El propio Joseíto Fernández, a quien más se identifica con su creación, ofreció diferentes versiones sobre su autoría, señalada en la década de 1930.
     Pero algunos historiadores guantanameros la ubican en la década anterior, atribuyéndola a Herminio García Wilson, quien la ­habría dado a conocer como una guajira en festejos populares de esa región.
  Por su parte, Alejo Carpentier, en su libro La música en Cuba, expresa: “Hace poco una estación de radio de La Habana obtuvo un gran éxito de popularidad con una canción de buen corte campesino, titulada ‘La guantanamera’, que había sido traída a la capital por auténticos cantadores orientales”. Otros, sin embargo, la remontan al siglo XIX, entre los ritmos montunos ­orientales y consideran que Joseíto Fernández, el compositor español Julián Orbón y el propio Segger son sólo sus grandes promotores.
  Joseíto Fernández comenzó a darle popularidad nacional a través de la radio, en un programa de la CMQ, enriquecién-dola con sus improvisaciones durante muchos años, hasta convertirse en el  rostro de la canción. En la década de 1950 Orbón, quien residía entonces en La Habana, le incorporó algunos versos de José Martí a la pegajosa canción, por la significación de los mismos en el marco del centenario del natalicio del Apóstol de Cuba.
 También hay diversas versiones acerca del momento en que Seeger hace suya “La Guantanamera”. Algunos dicen que el autor de “Where Have all the Flowers Gone” oyó la versión de Orbón al músico cubano Héctor Angulo, quien hacia 1962 se encontraba de visita en Nueva York. Otros opinan que habría escuchado su melodía en un campamento de verano en Cuba y se le pegó el estribillo “guantanamera, guajira guantanamera”, considerándola un componente del folklor de la isla y junto a Angulo la montó con los versos de Martí, como una autoría conjunta.
  Lo cierto es que en un concierto ofrecido por Pete Seeger en el teatro Carnegie Hall,  el 8 de junio de 1963, el cantante hizo delirar al público al cerrar la noche con el ritmo de “La Guantanamera”, intercalando, entre otras,  la cuarteta martiana “Yo soy un hombre sincero, de donde crece la palma/ y antes de morirme quiero/ echar mis versos del alma”.
  La canción comenzó a volar por el mundo, mientras en Cuba Joseíto Fernández comenzó a reclamar su autoría.  Grandes todos, se pusieron de acuerdo y Seeger fue a La Habana, en 1971, a darle la mano a Fernández y ­reconocerle paternidad en una obra musical que tenía registrada como propia. Entre brindis, ­concluyeron que a Joseíto se debía el parto de la canción, a Orbón la incorporación de  los versos martianos y a Seeger  su mundialización.  
  Muy cerca del escenario donde Seeger estrenó la “Guantanamera” con los versos de Martí, estaban los ­teatros donde el cubano pronunció varios discursos inflamados de patriotismo, pero, más significativo aún, fue en ese entorno ­neoyorquino donde nacieron los octosílabos, durante “aquel invierno de angustia, en que por ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía, se reunieron en Washington, bajo el águila temible, los pueblos hispanoamericanos”.  Fueron esos versos,  escritos  cuando lo “echó  el médico al monte”, donde “corrían arroyos”,  los que Seeger cantó con voz ronca y erres enredadas, para darle la vuelta al mundo acompañados de la imagen del poeta que nació en La Habana el 28 de enero de 1853.
  Proponiéndoselo o no, Seeger contribuyó, más que muchos libros y charlas,  a divulgar no sólo una emblemática pieza musical cubana, sino también la figura luminosa del poeta hispanoamericano. El cantor comprometido con los sueños de su pueblo –de todos los pueblos–, quien había nacido el 3 de mayo de 1919 –el mes en que muere Martí– cerró los labios de cantar el 27 de enero de 2014, mes natal del autor de los Versos Sencillos.
  Cuando, en 1994, el presidente Clinton le concedió a Seeger la Medalla Nacional de las Artes por su contribución a la cultura norteamericana, el cantante fue presentado como “un archivo vivo de la música americana y de su conciencia, un testamento del poder de la canción y la cultura”.
  Recordarlo en Líneas de la memoria junto a Mozart, Salinger, Blasco Ibáñez y Martí, con quienes comparte esta efemérides del 27 y 28 de ­enero, es traerle con ellos  a que nos sigan iluminando con su ejemplo,  cuando, otra vez, “por la ignorancia, o por fe fanática, o por miedo, o por cortesía” pudieran reunirse en la Casa Blanca políticos hispanoamericanos incapaces de percibir que el “águila temible”, como en 1889,  pudiera querer apretar “los pabellones todos de la América”, como alertó el cubano universal en el prólogo a los versos que cantó Seeger con tanta emoción.


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