viernes, 14 de julio de 2017

El sabio cubano Don Fernando Ortiz

Por Gabriel Cartaya

 El 16 de julio de 1881 nació en La Habana Fernando Ortiz Fernández, más bien, Don Fernnado Ortiz, como se le cita con deferencia por su prolífica obra. Basta con anotar su nombre en un buscador de Internet para encontrar múltiples referencias bio-­bibliográficas suyas, o asistir a una biblioteca académica y solicitar alguno de sus múltiples títulos, entre los que aparece Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, El engaño de las razas, o Una pelea cubana contra los demonios, por sólo citar tres de ellos.
   Una razón para esta breve reseña es haber publicado una carta de Fernando Ortiz a Victoriano Manteiga del año 1933, donde expresaba su amistad y agradecimiento al fundador de La Gaceta, por todo lo que había colaborado  con Cuba en la heroica lucha antimachadista desde su publicación, en la que el prestigioso jurista estaba comprometido. Sin embargo, algunos lectores de esta columna me han preguntado acerca de la  identidad del autor epistolar con cuyo nombre también se honró a Manteiga.
 Quiso la casualidad que la aludida motivación coincidiera con el aniversario del natalicio de Ortiz, con una razón más para recordarle y/o presentarle a nuestros lectores inquisitivos. En la historia de la Mayor de las Antillas, es Fernando Ortiz el antropólogo, etnólogo, arqueólogo, lingüista, geógrafo, historiador, folklorista y musicólogo que más aportes conjuntos ha realizado en el conocimiento de sus raíces histórico-culturales, especialmente afrocubanas, de tanta influencia en la conformación de la cultura que define a la nación.

 Aunque Ortiz nació en La Habana, en un momento complejo en que los rasgos sociales de la nacionalidad cubana están madurando junto al mismo proceso violento de conquista de la independencia política, sus estudios los realiza fuera del país, los primarios en Menorca (Islas Baleares), donde se gradúa de Bachiller en 1895. Aunque ese mismo año comenzó los estudios de Leyes en la Universidad de La Habana, fue a continuarlos en España, asistiendo a universidades en Barcelona y Madrid, donde obtuvo el título de Doctor en Derecho. A principios del siglo XX está en Italia, especializándose en Criminología, al lado del prestigioso criminalista César Lambroso, en cuya revista Archivio di Antropologia Criminale, Psichiatria e Medicina Legale, publica sus primeros trabajos.
En 1906, cuando ya ha representado a la República de Cuba en misiones diplomáticas en varias ciudades europeas, se establece como Abogado Fiscal de la Audiencia de La Habana. En 1909, obtiene una plaza de profesor en la Facultad de Derecho Público de la Universidad de La Habana, impartiendo durante varios años las asignaturas de Derecho Constitucional y Economía Política, a la vez de obtener la Cátedra de Etnografía.
 Junto a su obra docente, desarrolla una amplia labor investigativa. En 1906 ha dado a conocer su libro Los negros brujos, que constituyó su primer acercamiento etnológico relacionado con la formación de la nacionalidad cubana y en el que, como ha apuntado el historiador Jorge Ibarra: “Al adoptar el método comparativo, propio de la etnología, para estudiar la sociedad cubana, se convertía en el fundador de la etnología afroamericana”. (Ver “La herencia científica de Fernando Ortiz”, Revista Iberoamericana, Vol. LVI, no.152-153, julio-diciembre 1990)
 A partir de esa fecha, las publicaciones de Ortiz son continuas en revistas y libros, con un discurso científico donde establece los componentes en que se produce el cuajo (el ajiaco, diría él) de la cubanía.  Como es imposible destacar aquí la amplitud de su teoría y el alcance universal que contiene, me limito a señalar algunas obras suyas en relación con el campo disciplinario donde sus aportes son permanentes. En 1940, en su obra fundacional, Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar, introduce el concepto de transculturación, considerado por Bronislaw Maniloswski como uno de sus mayores aportes a la antropología cultural.
En el campo de la arqueología, sus estudios de los aborígenes cubanos los publicó en Historia de la arqueología indocubana (1923) y Las nuevas orientaciones de la prehistoria cubana (1925). Sus estudios étnicos se destacan desde una perspectiva histórica en  Los negros esclavos (1916);  filológica, en Glosario de afronegrismos (1924);  etnográfica y folklórica, en La africanía de la música folklórica de Cuba (1952) y los bailes y teatro de los negros en el Folklore de Cuba (1953). Como musicólogo, hay una obra suya monumental, en cinco tomos, publicada en 1952 con el título Los instrumentos de la música afrocubana, que constituye un tesoro para el estudio de este tema.
 Los aportes de Ortiz a las ciencias sociales y su servicio a los estudios americanistas, parten de una indagación que se separó de las tendencias eurocentristas. En ese camino, se alejó de las posiciones racistas que intentan explicar la superoridad de unas razas sobre otras.  Su obra de 1944, El engaño de las razas, es un ejemplo imprescindible. En ella, el autor condena todo tipo de discriminación motivada por el color de la piel y se ampara en pruebas científicas para explicar los derechos de todos los hombres a ser tratados con la misma dignidad.
 El trabajo incansable de Ortiz también se refleja en la enorme cantidad de revistas que fundó y en las que participó: director de la famosa revista Bimestre Cubana, hasta 1959, fundó las revistas  Archivos del Folklore Cubano, en 1924,  la Revista Surco, en 1931, la Revista Ultra, publicada entre 1936 y 1947, a la vez que colaboraba con importantes revistas cubanas y extranjeras como Bohemia, Archivos Venezolanos de Folklore, El Diluvio (de Barcelona),  La Nova Catalunya, The Hispanic American Historical Review (de Carolina del Norte, EE.UU.), entre otras.  Asimismo, fue director de la Sociedad Económica de Amigos del País –1923 a 1932–, miembro de la Academia de la Historia, integrante de la Cámara de Representantes de Cuba, desde 1917 hasta 1927 y elaboró el Proyecto de Código Criminal Cubano, con un programa de reformas legislativas y administrativas muy avanzado para su época. Representó a Cuba como delegado oficial en numerosos congresos internacionales de índole científica y académica y tuvo amistad con destacados intelectuales y artistas de su tiempo como Juan Ramón Jiménez,  Wifredo Lam, Alejo Carpentier, María Zambrano y Fernando de los Ríos.
 Un hombre de esa estatura intelectual y científica, de hondas preocupaciones por la sociedad de su tiempo, cuya sapiencia consagró con éxito al desentrañamiento de las raíces que nos explican, un día recorrió las calles de Tampa  y en ellas seguramente sintió mucho de cubano. Y en las líneas que le escribió a Victoriano Manteiga, director de un periódico que Ortiz mucho estimó, le agradece y brinda amistad.
Publicado en La Gaceta, el 14 de julio, 2017.



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