Cuando Victoriano Manteiga
fundó, en el Ybor City de 1922, un periódico hispano al que bautizó con el
nombre de La Gaceta, seguramente no alcanzó a imaginar que 95 años
después su publicación gozaría de buena salud, en manos del nieto a quien
contribuyó a formar y cuyo nombre –Patrick–
guarda una sutil asociación con el de patria, a la que tanto el abuelo
alentó en su magna obra.
En el momento del 95 cumpleaños
de La Gaceta –la más antigua publicación en español de la Florida que
vive aún–, me detengo en uno de sus ángulos permanentes: la atención detallada
a los acontecimientos que proceden de la isla de Cuba. Puede decirse, sin
exageración, que este periódico tampeño es un registro de la historia de
Cuba durante casi cien años.
La enorme presencia cubana en La
Gaceta se adhiere al origen de su fundador y al compromiso constante, de
hondo sentimiento patriótico, con que asumió hasta el final de su vida a la
tierra que lo vio nacer. Entre 1893 y1982
discurre la existencia fructífera de un hombre inteligente, decidido,
valiente, quien puso la palabra y la acción en absoluta correspondencia con las
causas de su tiempo que consideró progresivas para la humanidad.
La inserción de Manteiga en el
corazón de Ybor City se produce cuando aún la ciudad florecía en torno a las
fábricas de tabaco que le dieron esplendor desde finales del siglo XIX, en un
ambiente donde cubanos, españoles e italianos marcaron el sello identitario más
visible de la pujante comunidad. Él llegó en 1914, en el despuntar de la
juventud, con lecturas suficientes para ascender al asiento del lector de
tabaquería, donde antes escalaron Dolores Poyo, Ramón Rivero, Bonifacio Byrne y
tantos hombres ilustres. Todavía vivían muchos de los que oyeron en el Liceo Cubano
los discursos de José Martí y miembros de la primera generación de la república
cubana.
Victoriano Manteiga |
Los primeros años de Victoriano
en Tampa coincidieron con el estallido y terminación de la Primera Guerra
Mundial. En 1922, a cuatro años del conflicto bélico, cuando las voces
humanistas más profundas del universo comienzan a divulgar los horrores de la
guerra con la intención de evitar su repetición, Manteiga decide fundar La
Gaceta, que sería una voz más de ese empeño
humanista. Entonces, en Cuba, donde el periodista fija primero su
atención, el gobierno estaba en manos de Alfredo Zayas, expresión de los
“generales y doctores” que el escritor Carlos Loveira identificara con el
caudillismo criollo en que derivó la soñada república nacida en 1902. Desde los
primeros números, La Gaceta se ocupó de informar, día a día, todo el
acontecer político, económico, social, cultural, deportivo, acaecido en la
Isla, con tal abundancia que parecía una extensión de las publicaciones realizadas en ella.
Así, desde las primeras páginas
estuvieron reflejados en ella los
acontecimientos históricos que a partir de la década de 1920 jalonaron el curso
de la nación. Al ser imposible en este espacio hacer siquiera un registro
sintético de esa presencia, quiero detenerme en uno de sus momentos
definitorios: la caída del gobierno de Gerardo Machado, a partir del
levantamiento popular contra su dictadura.
He revisado en los últimos días
algunos números de La Gaceta correspondientes a días anteriores y
posteriores al 12 de agosto de 1933, fecha en que Gerardo Machado abandona el
poder y el país, empujado por una huelga general obrera, la oposición creciente
de partidos políticos, las luchas estudiantiles y, finalmente, el retiro del
apoyo de Estados Unidos. El 1.º de julio de 1933, Manteiga escribe en su
columna diaria ‘Chungas y no chungas’:
“Los amigos del general Machado
dicen que éste se haya dispuesto a aceptar todas las condiciones que el
embajador Welles le imponga, pero a cambio de que se le deje en la presidencia
hasta 1935”. Es el momento, anterior a su caída, cuando el embajador
estadounidense, Summer Welles, mediaba
entre el gobierno y la oposición en un último intento por resolver la crisis.
La reacción del periodista
tampeño, en plena coincidencia con los latidos del pueblo cubano, apunta: “Una
cosa no admitirá la oposición y no puede ser admitida: que Machado continúe
‘desgobernando’ hasta 1935.”
En la edición del 6 de julio,
unas notas reflejan la sagacidad con que Manteiga advirtió el peligro de una
atmósfera donde los ajustes de cuentas personales podrían derivar –como
derivaron– en ajusticiamientos por mano
propia, pidiendo que la justicia no fuera mezclada con el crimen. A su vez,
indicaba el camino democrático que requería el país: “Hay que gobernar para todos los cubanos, y
arrancar la semilla de la tiranía, distribuyendo la democracia que tanta falta
hace, la genuina democracia”.
El 10 de agosto, Manteiga está
informando en los cintillos de su Diario, a la par de los periódicos cubanos:
“Machado declaró la Ley marcial en Cuba (...) La huelga general se mantiene en
toda la isla”, y explicando “…la vigorosa protesta de los trabajadores,
abrumados por la miseria y las iniquidades del machadato”.
El 11 de agosto, cuando escribe
que ya “…Welles notificó al déspota, indicándole que para bien del pueblo debía
ausentarse, nombrando un nuevo secretario de estado, el Dr. Carlos Manuel de Céspedes”, el
periodista, a tono con el fino humor de sus ‘Chungas y no chungas’, se vuelve
más irónico: “El ‘gallo’, que pronto cesará de cacarear, tiene que marcharse”.
Ocurrió en las horas siguiente
y el 12 los lectores de La Gaceta
pudieron leer en las calles de Tampa: “Ha caído cubierto de fango, y en su
desesperación tratando de entregar el gobierno a los soldados americanos, no a
un presidente provisional cubano. El ‘animal’ se ha marchado y que Dios le
perdone todas la atrocidades de su régimen de violencia”.
El 16 de agosto, Manteiga dio a
conocer en su columna una carta que había dirigido al presidente Franklin D. Roosevelt
en los días previos a la dictadura machadista, en la que describía la situación
por la que estaba pasando Cuba y la necesidad de que su gobierno mediara en su
solución. “Si usted le pide al presidente de Cuba que devuelva a los cubanos
los derechos que les ha arrebatado, el Gral. Machado renunciará y Usted habrá
prestado otro servicio a la justa causa de miles de hombres que son acosados
por la Dictadura”, le dice en uno de sus párrafos.
Como se hace evidente en las
diferentes citas elegidas, la condición informativa del periodista se mezcla
con el sentimiento del patriota cubano que siempre fue Victoriano Manteiga. Por
ello, a los 95 años de la fundación de La Gaceta, sea el primer homenaje
para su insigne fundador.
II
Un ángulo interesante de las intensas relaciones de La
Gaceta con Cuba se relaciona con el nivel de cercanía que su fundador,
Victoriano Manteiga, desarrolló con personalidades relevantes de la historia de
la Isla. Su intercambio epistolar o
conversacional con Eduardo Chibás, Ramón Grau San Martín, Fidel Castro y otras
figuras que jugaron roles descollantes en la política cubana a partir de la
década de 1920, son pruebas inequívocas de la implicación permanente del
periodista de Tampa en las causas cubanas.
Hurgando en las páginas viejas de una publicación
que llega a los 95 años con toda vitalidad, encuentro una prueba más de los
estrechos vínculos de Victoriano con cubanos ilustres. Esta vez, me refiero a sus lazos con
Fernando Ortiz, el sabio cubano de mayor universalidad en el campo de
las Ciencias Sociales, quien como antropólogo, etnólogo, jurista, historiador,
geógrafo, arqueólogo, periodista, editor, creó una obra imperecedera. Tantos
aportes hizo Ortiz a la cultura cubana, al conocimiento de sus raíces,
sincretismos y composición nacional, que se le ha visto como un segundo
descubridor de la Isla, un término más exacto que el otorgado a Cristóbal
Colón.
En una nota que apenas se
propone presentar un intercambio epistolar entre Fernando Ortiz y Victoriano
Manteiga, sólo quiero señalar que el intelectual cubano era ya una de las
figuras más descollantes del ambiente científico y cultural de la Isla y sus
publicaciones llamaban la atención en
Europa y Estados Unidos, cuando conoció al periodista tampeño. Ortiz,
comprometido con la lucha antimachadista, vivió exiliado en Washington entre
1931 y 1933, desde donde jugó un papel importante en el derrocamiento de
aquella dictadura. En ese ambiente se origina la relación entre Ortiz y
Manteiga y las cartas que presentamos son un reflejo del aprecio que sintió el
uno por el otro.
Fernando Ortiz |
Las misivas fueron publicadas
en La Gaceta, el 23 de agosto de 1933, en la sección “Chungas y no
chungas” y esta es la segunda vez que se dan a conocer. En esa fecha, Ortiz
estaba viajando en barco hacia La Habana, donde se celebraba la huída del
tirano Machado. Al darlas a conocer en su periódico, Victoriano escribió: “El
Dr. Ortiz es una personalidad cumbre en la nueva era republicana y deseamos al
noble amigo un regreso feliz”.
Fragmentos de la carta de
Victoriano Manteiga a Fernando Ortiz
Don Fernando: algunos caudillos
deseaban la intervención, pero conseguimos evitarla; algunos políticos deseaban
ver a los soldados americanos en las calles de La Habana, mas logramos
impedirlo, con la decisiva cooperación del Presidente Roosevelt; algunos
caudillos prometían para engañar, con la esperanza de que el gobierno de
Washington interviniera.
(…)
Ahora, en la República sin
tiranía, usted volverá a sus labores, si el pueblo no lo llama a ocupar un alto
puesto o el gobierno, y este periodista
tampeño que iniciara su protesta al día siguiente del asesinato de Armando
André y la mantuviera hasta la caída del tirano, continuará escribiendo, sin
esperar recompensa de Cuba.
(…)
Tampoco usted pide nada por sus
afanes y por sus importantes servicios.
Hemos servido a la causa de la
libertad y lo hemos hecho como nativos de Cuba y como ciudadanos.
(…)
Para las nuevas luchas que
surjan, en honor de Cuba, cuente con nosotros.
Carta de Fernando Ortiz a Victoriano Manteiga
Washington, agosto 21, 1933
Sr. Victoriano Manteiga
Tampa
Querido amigo:
Unas líneas de despedida. El
jueves saldré para Cuba, volviendo por Key West, por donde vine a este
Washington, hace unos tres años, a socavar el baluarte de la barbarie que nos
envilecía, aquí donde tantas eran las
influencias poderosas coadyuvantes. Me voy para Cuba satisfecho de haber
visto la vía por donde nuestro pueblo podrá recuperar plenamente su soberanía,
burlada lustro tras lustro por una liga de cubanos y extranjeros, todos unos a
explotarnos y traernos a miseria y deshonor. Y crea que me veo muy obligado con
usted, que sin conocerme, me acompañó desde su diario, dándome públicamente su
apoyo y consejo. He leído ayer su recuerdo. Gracias. Si no fuera apremiante mi
regreso a Cuba, no podría disculparme el no llegarme a Tampa para estrechar su
manos. Pero ya nos veremos un día… Y no necesitarán colaboraciones, que
volverán a juntarnos.
En La Habana me tendrá pronto,
en O’Reilly 8, como un abogado vuelto a sus papeles después del “pleito
grande”; o en L y 27, Vedado, como un “encuevado” entre librajos y cosas de la
tierra, Donde quiera me encuentre, tendrá estas manos abiertas el noble amigo,
Suyo, devoto
Fernando Ortiz.
Habría que seguir rastreando en
las páginas de La Gaceta, para saber si en los años siguientes, en los
que Manteiga se mantuvo atento a Cuba,
llegaron a darse la mano estos dos grandes hombres.
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