viernes, 12 de enero de 2018

Conversación entre un poeta cubano y un ávido lector estadounidense

En una reciente charla con el poeta Alberto Sicilia –vino incluído– me contó de sus reiteradas conversaciones con un jubilado estadounidense en quien encontró, además de la sabiduría acumulada por los años –donde incorpora vivencias de su participación en la guerra de Viet Nam–, un interlocutor literario cuyas lecturas le parecieron abundantes y  aprehendidas con la agudeza de un lector crítico e inteligente. Convinimos, entonces, en lo oportuno de transmitir en esta columna una vivencia que, por su contenido, resulta edificante. 
(Entrevista de Alberto
Sicilia a Dare Summers)
     Dare Summers es un hombre esbelto, que no aparenta los días vividos en la tierra, cuando ha llegado a los 75 años. El azar nos pone cara a cara una cálida mañana del 2017,  cuando él solicita los servicios de mi  pequeña  compañía  familiar para la limpieza de su apartamento. De un golpe observé a un hombre muy educado e intuyo en él una sólida formación cultural. Sus hábitos son moderados, casi podría decir ascéticos. A pesar de la insuficiencia de mi comunicación en idioma inglés, cada sábado entablamos una conversación donde los temas oscilan de la familia a la Guerra de Viet Nam, donde él participó, deteniéndonos en las innumerables lecturas de nuestras vidas. Por momentos,  Dare me dice algunas frases en español, y así, con lentitud, vamos ensamblando un coloquio matizado de referencias interculturales. En la medida que pasan las semanas el diálogo va fluyendo y mi amigo Dare me recibe con nuevos detalles sobre sus preferencias literarias. Sobre su mesa de trabajo, cada sábado, una hoja escrita por él en perfecto español me motiva a esta aventura, al admirar la pasión por los libros en este estadounidense tenaz y luchador. Voy anotando el cuestionario, entusiasmado con su aceptación a responderlo.
   Usted me ha dicho que no es del estado de la Florida y que al mudarse una enorme biblioteca quedó atrás. Seguramente comenzó a leer desde muy joven. Por favor, cuénteme sobre usted y acerca de sus primeras experiencias con los libros.
   Nací en Opelousas, en el suroeste de Louisiana, y crecí en Nueva Orleans. Mi padre era director de funeraria y mi madre ama de casa. Había cinco hijos, de los que yo era el segundo más joven. Mis padres eran lectores ávidos y esto se nos transmitió. Uno puede ingresar a otro mundo, si se quiere, a través de la literatura. En mi juventud, me gustaron un par de clásicos griegos de Homero, junto a una multitud de libros de historia. Naturalmente, cuando era joven, hice frecuentes viajes a la biblioteca y saqué libros.
  En el sur, muchos de nosotros nos interesábamos en la Guerra Civil –la Guerra entre los Estados del Norte y el Sur– así que mis selecciones de lectura reflejaban la de otros jóvenes interesados en ese conflicto que tuvo lugar entre 1861 y 1865. Mis antepasados lucharon por el Norte y el Sur. Mi padre nació en 1903 y murió en 1969. Estuvo en el ejército en la década de 1920 y habló con veteranos de las guerras indias en el oeste de los Estados Unidos y con personas que conocieron a George Armstrong Custer. Él y su comando inmediato perecieron en junio de 1876 en “The Little Bighorn”.
  Por lo tanto, he leído mucho sobre ese graduado de West Point. No sólo eso. Cuando me trasladé al valle del Mid Hudson, después de huir del huracán Katrina en 2005, trabajé para West Point Tours y atendí visitas de turistas a la Academia Militar de los Estados Unidos y como parte de la gira mostraba a todos la tumba de Custer. ¿Te lo puedes imaginar, Alberto? ¿Este veterano de la Armada de 1961 a 1965 dando giras relacionadas con el Ejército?
  Mis dos hijas fueron las primeras gemelas del estado de Louisiana en obtener sus comisiones en West Point. Mis tres hijas fueron y son prolíficas lectoras. Realizaban visitas frecuentes a las bibliotecas. Puedo imaginarme a las chicas cuánto disfrutaban en esas salas, desarrollando sus mentes con la lectura.
  Me retiré de la industria farmacéutica, donde fuí representante de ventas por muchos años. Mi trabajo conectaba a los clientes con médicos, farmacias y hospitales.
  ¿Cuáles fueron sus selecciones de lecturas?
  Pero mis mayores recompensas vienen de la literatura, gracias a lecturas ilimitadas. A lo largo de los años, mis selecciones de lectura han sido George Orwell, Ayn Rand, Evelyn Waugh, literatura victoriana alta y media, Edgar Allan Poe, Ernest Hemingway, ­Flannery O’Conner, Frank Norris, O’Henry, Oscar Wilde, George Bernard Shaw, las hermanas Bronte, William Manchester, Virginia Woolf, Kate Chopin.  Esto es sólo la punta del iceberg. Uno puede leer mucho durante 75 años. Shakespeare, H.G. Wells, los escritores realistas, los escritores naturalistas, Emily Dickinson y James Joyce. Hablando de este último, leo cada palabra de Ulises. No lo entendí. No creo que Joyce lo haya entendido. No creo que Dios lo entienda. En cualquier caso, obtienes la imagen. En este momento estoy leyendo un libro titulado Bouncing Back. Se trata de prisioneros de guerra en Vietnam del Norte y cuenta cómo hicieron frente a una situación terrible.
  Veo que conoce el idioma español, puede hablarlo y escribirlo. ¿Cómo lo ha logrado?
  Desde que me mudé a ­Valrico, en julio de 2016, me he hecho amigo de varias personas con raíces cubanas. Me agradan todos. Hace muchos años, cuando mis tres hijas eran pequeñas, las alenté a tomar un idioma extranjero. Yo prefería el español y ellas hicieron lo mismo. Mis gemelas lo estudiaron por ocho años. La hija menor vive en Austin, Texas, y lo practica de forma rutinaria.
  ¿Qué sensación le produce la lectura?
  La sensación que siento cuando no puedo parar de leer un libro, es similar a la que tuve cuando corría largas distancias en maratones y conseguía el nivel más alto con la producción de endorfinas. Pero a medida que aumentaba la distancia, la acumulación de ácido láctico cobraba un precio en mi cuerpo estresado. No es así con los libros, que los disfruto como viajar.  En este momento no estoy viajando,  pero en los últimos tres años he ido a Budapest, Viena, Praga, Dresde, Cracovia, Riga y Tallin. Sepa esto: ¡La gente en Europa Central y Europa del Este lee libros a lo grande! Me recuerda cómo era América cuando era pequeño. Leer libros y escribir cartas nos transportan a una especie de época dorada de comprensión y comunicación. Teníamos (y tenemos) una gran ventaja con los comunicadores electrónicos de hoy. Recuerde, los amantes de la literatura mejoran con la edad. Siempre tienes algo que esperar (libros fascinantes). No alcanzas el pico a una edad temprana y luego la pierdes. Entonces ... lees y escribes. Una carta a la vez. Una palabra a la vez. Una oración a la vez. Un párrafo a la vez. Una página a la vez ... transmitiendo lo que has leído. Los beneficios para todos son inmensos.
   Me comentó de su predilección por la obra de Emily D y también por la obra poética de Edgar Allan Poe. También hablamos de Ezra Poud y su enorme importancia en la formación de otros escritores como T S Eliot y el propio Joyce. Se dice que la poesía es una pasión de juventud, yo no lo creo así. ¿Leyó usted mucha poesía? ¿Cómo ha cambiado, con los años,  su apreciacion al leerla?
    Con los años, supongo que he leído una buena cantidad de poesía. Me gusta Emily Dickinson porque no se parecía a ningún otro poeta ni antes ni después. Su estilo era independiente. Ella no siguió las reglas. No entiendo mucho  sus poemas. No entiendo a ­Kandinsky, pero me gusta su arte abstracto. Edgar Allan Poe dio vida a las historias de detectives junto con su espléndida poesía. “Annabel Lee” se destaca, junto con “The Raven”. Sé poco sobre Ezra Pound, excepto que probablemente influenció a muchos lectores. Era una figura controvertida, similar a tantas en la literatura. El Ulises de James Joyce, aunque considerado por muchos como la mejor obra de todos los tiempos, deja  al lector exhausto. 
  ¿Que puede usted decirle a las nuevas generaciones sobre su experiencia personal?
No hay consejos aquí para los jóvenes, sino una sugerencia de que lean lo que quieran leer.

  Seguiré hablando de literatura con el amigo Dare Summers, porque en él se confirma un credo en el que coincido con el autor de esta columna: casi siempre, un apasionado lector es un buen ser humano.
 Publicado en La Gaceta, el 12 de enero, 2018

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