En una reciente charla con el poeta Alberto Sicilia –vino incluído– me
contó de sus reiteradas conversaciones con un jubilado estadounidense en quien
encontró, además de la sabiduría acumulada por los años –donde incorpora
vivencias de su participación en la guerra de Viet Nam–, un interlocutor
literario cuyas lecturas le parecieron abundantes y aprehendidas con la agudeza de un lector
crítico e inteligente. Convinimos, entonces, en lo oportuno de transmitir en
esta columna una vivencia que, por su contenido, resulta edificante.
(Entrevista de Alberto
Sicilia a Dare Summers)
Dare Summers es un hombre
esbelto, que no aparenta los días vividos en la tierra, cuando ha llegado a los
75 años. El azar nos pone cara a cara una cálida mañana del 2017, cuando él solicita los servicios de mi pequeña
compañía familiar para la limpieza
de su apartamento. De un golpe observé a un hombre muy educado e intuyo en él
una sólida formación cultural. Sus hábitos son moderados, casi podría decir
ascéticos. A pesar de la insuficiencia de mi comunicación en idioma inglés,
cada sábado entablamos una conversación donde los temas oscilan de la familia a
la Guerra de Viet Nam, donde él participó, deteniéndonos en las innumerables
lecturas de nuestras vidas. Por momentos,
Dare me dice algunas frases en español, y así, con lentitud, vamos
ensamblando un coloquio matizado de referencias interculturales. En la medida
que pasan las semanas el diálogo va fluyendo y mi amigo Dare me recibe con
nuevos detalles sobre sus preferencias literarias. Sobre su mesa de trabajo,
cada sábado, una hoja escrita por él en perfecto español me motiva a esta
aventura, al admirar la pasión por los libros en este estadounidense tenaz y luchador.
Voy anotando el cuestionario, entusiasmado con su aceptación a responderlo.
Usted me ha dicho que no es del estado de la
Florida y que al mudarse una enorme biblioteca quedó atrás. Seguramente comenzó
a leer desde muy joven. Por favor, cuénteme sobre usted y acerca de sus
primeras experiencias con los libros.
Nací
en Opelousas, en el suroeste de Louisiana, y crecí en Nueva Orleans. Mi padre
era director de funeraria y mi madre ama de casa. Había cinco hijos, de los que
yo era el segundo más joven. Mis padres eran lectores ávidos y esto se nos
transmitió. Uno puede ingresar a otro mundo, si se quiere, a través de la
literatura. En mi juventud, me gustaron un par de clásicos griegos de Homero,
junto a una multitud de libros de historia. Naturalmente, cuando era joven,
hice frecuentes viajes a la biblioteca y saqué libros.
En el sur, muchos de nosotros nos
interesábamos en la Guerra Civil –la Guerra entre los Estados del Norte y el
Sur– así que mis selecciones de lectura reflejaban la de otros jóvenes
interesados en ese conflicto que tuvo lugar entre 1861 y 1865. Mis antepasados
lucharon por el Norte y el Sur. Mi padre nació en 1903 y murió en 1969. Estuvo
en el ejército en la década de 1920 y habló con veteranos de las guerras indias
en el oeste de los Estados Unidos y con personas que conocieron a George
Armstrong Custer. Él y su comando inmediato perecieron en junio de 1876 en “The
Little Bighorn”.
Por lo tanto, he leído mucho sobre ese
graduado de West Point. No sólo eso. Cuando me trasladé al valle del Mid
Hudson, después de huir del huracán Katrina en 2005, trabajé para West Point
Tours y atendí visitas de turistas a la Academia Militar de los Estados Unidos
y como parte de la gira mostraba a todos la tumba de Custer. ¿Te lo puedes
imaginar, Alberto? ¿Este veterano de la Armada de 1961 a 1965 dando giras
relacionadas con el Ejército?
Mis dos hijas fueron las primeras gemelas del
estado de Louisiana en obtener sus comisiones en West Point. Mis tres hijas
fueron y son prolíficas lectoras. Realizaban visitas frecuentes a las
bibliotecas. Puedo imaginarme a las chicas cuánto disfrutaban en esas salas,
desarrollando sus mentes con la lectura.
Me retiré de la industria farmacéutica, donde
fuí representante de ventas por muchos años. Mi trabajo conectaba a los
clientes con médicos, farmacias y hospitales.
¿Cuáles fueron sus selecciones de lecturas?
Pero mis mayores recompensas vienen de la
literatura, gracias a lecturas ilimitadas. A lo largo de los años, mis
selecciones de lectura han sido George Orwell, Ayn Rand, Evelyn Waugh,
literatura victoriana alta y media, Edgar Allan Poe, Ernest Hemingway, Flannery
O’Conner, Frank Norris, O’Henry, Oscar Wilde, George Bernard Shaw, las hermanas
Bronte, William Manchester, Virginia Woolf, Kate Chopin. Esto es sólo la punta del iceberg. Uno puede
leer mucho durante 75 años. Shakespeare, H.G. Wells, los escritores realistas,
los escritores naturalistas, Emily Dickinson y James Joyce. Hablando de este
último, leo cada palabra de Ulises. No lo entendí. No creo que Joyce lo
haya entendido. No creo que Dios lo entienda. En cualquier caso, obtienes la
imagen. En este momento estoy leyendo un libro titulado Bouncing Back. Se trata
de prisioneros de guerra en Vietnam del Norte y cuenta cómo hicieron frente a
una situación terrible.
Veo que conoce el idioma español, puede
hablarlo y escribirlo. ¿Cómo lo ha logrado?
Desde que me mudé a Valrico, en julio de
2016, me he hecho amigo de varias personas con raíces cubanas. Me agradan
todos. Hace muchos años, cuando mis tres hijas eran pequeñas, las alenté a
tomar un idioma extranjero. Yo prefería el español y ellas hicieron lo mismo.
Mis gemelas lo estudiaron por ocho años. La hija menor vive en Austin, Texas, y
lo practica de forma rutinaria.
¿Qué sensación le produce la lectura?
La sensación que siento cuando no puedo parar
de leer un libro, es similar a la que tuve cuando corría largas distancias en
maratones y conseguía el nivel más alto con la producción de endorfinas. Pero a
medida que aumentaba la distancia, la acumulación de ácido láctico cobraba un
precio en mi cuerpo estresado. No es así con los libros, que los disfruto como
viajar. En este momento no estoy
viajando, pero en los últimos tres años
he ido a Budapest, Viena, Praga, Dresde, Cracovia, Riga y Tallin. Sepa esto:
¡La gente en Europa Central y Europa del Este lee libros a lo grande! Me
recuerda cómo era América cuando era pequeño. Leer libros y escribir cartas nos
transportan a una especie de época dorada de comprensión y comunicación.
Teníamos (y tenemos) una gran ventaja con los comunicadores electrónicos de
hoy. Recuerde, los amantes de la literatura mejoran con la edad. Siempre tienes
algo que esperar (libros fascinantes). No alcanzas el pico a una edad temprana
y luego la pierdes. Entonces ... lees y escribes. Una carta a la vez. Una
palabra a la vez. Una oración a la vez. Un párrafo a la vez. Una página a la
vez ... transmitiendo lo que has leído. Los beneficios para todos son inmensos.
Me
comentó de su predilección por la obra de Emily D y también por la obra poética
de Edgar Allan Poe. También hablamos de Ezra Poud y su enorme importancia en la
formación de otros escritores como T S Eliot y el propio Joyce. Se dice que la
poesía es una pasión de juventud, yo no lo creo así. ¿Leyó usted mucha poesía?
¿Cómo ha cambiado, con los años, su
apreciacion al leerla?
Con los años, supongo que he leído una buena
cantidad de poesía. Me gusta Emily Dickinson porque no se parecía a ningún otro
poeta ni antes ni después. Su estilo era independiente. Ella no siguió las reglas.
No entiendo mucho sus poemas. No
entiendo a Kandinsky, pero me gusta su arte abstracto. Edgar Allan Poe dio
vida a las historias de detectives junto con su espléndida poesía. “Annabel
Lee” se destaca, junto con “The Raven”. Sé poco sobre Ezra Pound, excepto que
probablemente influenció a muchos lectores. Era una figura controvertida,
similar a tantas en la literatura. El Ulises de James Joyce, aunque
considerado por muchos como la mejor obra de todos los tiempos, deja al lector exhausto.
¿Que puede usted decirle a las nuevas
generaciones sobre su experiencia personal?
No hay
consejos aquí para los jóvenes, sino una sugerencia de que lean lo que quieran
leer.
Seguiré hablando de literatura con el amigo
Dare Summers, porque en él se confirma un credo en el que coincido con el autor
de esta columna: casi siempre, un apasionado lector es un buen ser humano.
Publicado en La Gaceta, el 12 de enero, 2018
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