jueves, 4 de enero de 2018

Victoriano Manteiga, su busto de bronce en Tampa Riverwalk

El 19 de junio de 1914 el barco Olivette, procedente de La Habana, atracó en el puerto de  Tampa, como venía haciendo desde hacía un cuarto de siglo. En él habían viajado José Martí, Tomás Estrada Palma y un sinnúmero de figuras que trascendieron a su tiempo. Ahora, un joven cubano de 19 años, alto, delgado, de piel blanca bronceada con el sol del Caribe, está entre los pasajeros que desembarcan en el muelle, apurados para internarse en las calles que se abren donde termina la ancha bahía. El joven, sin saberlo entonces, estaba destinado a inscribir su nombre en la historia de la ciudad, aunque nadie lo conocía cuando entró a una casa de huéspedes –en los altos de la tintorería El Encanto– a pedir una habitación. –¿Su nombre, por favor?, le preguntaron.
 –Victoriano Manteiga, respondió.
     Al día siguiente, cuando ya había  recorrido  las  calles  de Ybor City y apenas le alcanzaba el dinero para una noche más de hospedaje, se detuvo en la fábrica de tabacos Morgan Cigar, cuyo edificio de ladrillos rojos, de tres pisos,  se alzaba imponente en la calle Howard, en West Tampa. Su porte elegante y buena dicción le abrieron enseguida una plaza de lector en aquel local.
  Al mes siguiente comenzó la Primera Guerra Mundial, cuyo estallido, evolución y desenlace estuvo en la voz del joven cubano, no sólo como transmisor de las noticias que traían los periódicos, sino aportando su análisis alrededor de un acontecimiento que implicó también a Estados Unidos y cuya divulgación requería explicar a sus ciudadanos las razones para el tránsito de la neutralidad a la intervención por parte de su gobierno.
Busto en homenaje a Victoriano Manteiga, ubicado en
Benefical Drive y Channelside, Tampa

  El joven Manteiga, que comienza a hacerse visible en Tampa durante los años de aquella primera conflagración mundial, había asistido en sus primeros años a otro clima bélico, pues no había cumplido cuatro meses de nacido cuando estalló en su país la Guerra de Independencia,  a cuya preparación, desarrollo y culminación tanto contribuyeron los cubanos que le antecedieron en aquel asiento de lector que a él le correspondió ocupar dos décadas después. 
  Antes de terminar la Primera Guerra Mundial, otro acontecimiento requirió la voz de Manteiga en la silla de lector: la Revolución de Octubre, en 1917,  de la que emerge Vladimir Ilich Lenin como guía del proletariado ruso, cuando todavía no se ha producido el Pacto de Versalles con que finaliza  la guerra de las potencias capitalistas, reordenando las fronteras en un nuevo reparto del mundo.
  Para esa época, Manteiga regresa a Cuba, al lado de sus padres, Patricio y Ramona de los Ríos. Pero la atracción de Tampa fue poderosa en él, acrecentada por su amor a Ofelia Pedrazas, de origen cubano como él, con la que se casó al regresar de Cuba, en octubre de 1918, para fundar su nueva familia y a cuyo lado va a inaugurar la empresa que lo consagra en la historia de esta ciudad: el periódico La Gaceta, que aparece en 1922.
  La Gaceta estaba llamada a ser la gran obra de Victoriano Manteiga. De alguna manera, daba continuidad a la prensa hispana que desde la década de 1880 fue publicada en Tampa, iniciada con el periódico Yara, traído por José Dolores Poyo desde Cayo Hueso. Después, Ramón Rivero fundó El Crítico de Ybor City y la Revista de la Florida, sobresalientes entre las diversas publicaciones hispanas de esta ciudad. Seguramente Victoriano, admirador de esa historia ligada a su país de origen, sintió el impulso de continuarla, alineado a las causas más progresistas de su tiempo.
  En la fundación de La Gaceta merece recordarse al Dr. José Luis Avellanal, cuyo financiamiento inicial contribuyó a que el proyecto se hiciera realidad. La salida del nuevo periódico tampeño, en idioma español en sus primeras décadas,  se afirmó en la comunidad por la calidad de sus escritos –sobresaliendo la columna escrita por su fundador “Chungas y no chungas”–, la sagacidad de su contenido, profundidad de sus valoraciones críticas en torno a la realidad local, nacional e internacional y un humor salpicado de cubanía.
  Junto a la obra social que representaba el periódico, en su deber de informar y educar, Victoriano Manteiga construyó su vida familiar. En la década de 1920 le nacieron cuatro hijos al matrimonio –Rolando, Victoriano, Claudette y Ramona– y el primero de ellos, que adoptaría el nombre de Roland, seguiría el camino editorial de su padre, al frente de la publicación desde 1961 hasta morir en  1998, cuando ya La Gaceta había incluído en sus páginas el idioma inglés y el italiano, para representar a las tres culturas que más influyeron en la identidad de Ybor City. Así ha llegado a nuestro tiempo, hoy bajo la dirección del nieto de Victoriano, Patrick Manteiga, cuando se acerca el centenario de su fundación.
  Victoriano Manteiga, quien vivió hasta 1982, tuvo una vida ejemplar. Desde el trabajo al que consagró su vida, las páginas de La Gaceta constituyen el mejor registro de su pensamiento y acción. Adentrarse hoy en ellas, es encontrar la historia viva de la ciudad que lo adoptó como hijo, pero también la de su patria original, de tantas confluencias una y otra. Es impresionante apreciar en las páginas de este periódico la permanencia de los acontecimientos que ocurren en Cuba en la lucha frente a Machado a principios de la década de 1930, y la atención con que el periodista tampeño se adentra en ellos, al lado de los intereses del pueblo cubano. Así ocurrió en el devenir posterior, hasta el propio 1959.
  Victoriano no sólo participó en los asuntos cubanos desde su publicación, sino también en múltiples acciones. Sus relaciones con los principales políticos cubanos fue constante y comprometida. Así lo demuestra su amistad con Eduardo Chibás y su atención a Fidel Castro, cuando éste visita Tampa en 1955. Manteiga es elegido para dirigir el Movimiento 26 de Julio en  la ciudad, en apoyo a la lucha armada contra el gobierno de Fulgencio Batista, en el camino de una revolución martiana y democrática que no contenía un pronunciamiento socialista. Por ello, es desacertado el calificativo de comunista para ubicar la filiación de quienes apoyaron al M-26-7.
  El pensamiento y acción de Manteiga se entiende desde la perspectiva humanista que encierra el quehacer progresista de su tiempo. Estuvo al lado de los españoles que defendieron la República frente a la agresión franquista. Existen en los archivos de La Gaceta documentos que muestran el agradecimiento de los milicianos a quien les defendía desde sus páginas en Tampa. Asimismo, las columnas de su periódico dieron aliento a la lucha contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, en cuyo desenlace experimentó el orgullo ciudadano junto al sobresalto de padre, en los días en que su hijo Roland combatía en el Pacífico en las filas del ejército de su país.
  Un hombre como él, respetado en la comunidad tampeña, sin miedo a defender las ideas en que creyó, tuvo que enfrentar muchas veces a quienes se aliaban en los bandos contrarios. Alguna vez tuvo que sacar su revólver para defenderse, pero las amenazas no lo apartaron de lo que consideró su deber.

  Así fue Victoriano Manteiga, un hombre que legó a Tampa, y desde ella a la humanidad, un ejemplo íntegro de servicio a la comunidad, a la verdad y la justicia. Por ello, es justo que su efigie de bronce esté entre las que se alzan en Tampa Riverwalk, para recordación y enseñanza.
Publicado en La Gaceta, el 5 de enero, 2018.

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