El 19 de junio de 1914 el barco
Olivette, procedente de La Habana, atracó en el puerto de Tampa, como venía haciendo desde hacía un
cuarto de siglo. En él habían viajado José Martí, Tomás Estrada Palma y un
sinnúmero de figuras que trascendieron a su tiempo. Ahora, un joven cubano de
19 años, alto, delgado, de piel blanca bronceada con el sol del Caribe, está
entre los pasajeros que desembarcan en el muelle, apurados para internarse en
las calles que se abren donde termina la ancha bahía. El joven, sin saberlo
entonces, estaba destinado a inscribir su nombre en la historia de la ciudad,
aunque nadie lo conocía cuando entró a una casa de huéspedes –en los altos de
la tintorería El Encanto– a pedir una habitación. –¿Su nombre, por favor?, le
preguntaron.
–Victoriano
Manteiga, respondió.
Al día siguiente, cuando ya había recorrido
las calles de Ybor City y apenas le alcanzaba el dinero
para una noche más de hospedaje, se detuvo en la fábrica de tabacos Morgan
Cigar, cuyo edificio de ladrillos rojos, de tres pisos, se alzaba imponente en la calle Howard, en
West Tampa. Su porte elegante y buena dicción le abrieron enseguida una plaza
de lector en aquel local.
Al mes
siguiente comenzó la Primera Guerra Mundial, cuyo estallido, evolución y
desenlace estuvo en la voz del joven cubano, no sólo como transmisor de las
noticias que traían los periódicos, sino aportando su análisis alrededor de un
acontecimiento que implicó también a Estados Unidos y cuya divulgación requería
explicar a sus ciudadanos las razones para el tránsito de la neutralidad a la
intervención por parte de su gobierno.
Busto en homenaje a Victoriano Manteiga, ubicado en Benefical Drive y Channelside, Tampa |
El joven
Manteiga, que comienza a hacerse visible en Tampa durante los años de aquella
primera conflagración mundial, había asistido en sus primeros años a otro clima
bélico, pues no había cumplido cuatro meses de nacido cuando estalló en su país
la Guerra de Independencia, a cuya
preparación, desarrollo y culminación tanto contribuyeron los cubanos que le
antecedieron en aquel asiento de lector que a él le correspondió ocupar dos
décadas después.
Antes de
terminar la Primera Guerra Mundial, otro acontecimiento requirió la voz de
Manteiga en la silla de lector: la Revolución de Octubre, en 1917, de la que emerge Vladimir Ilich Lenin como
guía del proletariado ruso, cuando todavía no se ha producido el Pacto de
Versalles con que finaliza la guerra de
las potencias capitalistas, reordenando las fronteras en un nuevo reparto del
mundo.
Para esa
época, Manteiga regresa a Cuba, al lado de sus padres, Patricio y Ramona de los
Ríos. Pero la atracción de Tampa fue poderosa en él, acrecentada por su amor a
Ofelia Pedrazas, de origen cubano como él, con la que se casó al regresar de
Cuba, en octubre de 1918, para fundar su nueva familia y a cuyo lado va a
inaugurar la empresa que lo consagra en la historia de esta ciudad: el
periódico La Gaceta, que aparece en 1922.
La Gaceta estaba llamada a ser la gran obra de Victoriano
Manteiga. De alguna manera, daba continuidad a la prensa hispana que desde la
década de 1880 fue publicada en Tampa, iniciada con el periódico Yara,
traído por José Dolores Poyo desde Cayo Hueso. Después, Ramón Rivero fundó El
Crítico de Ybor City y la Revista de la Florida, sobresalientes entre
las diversas publicaciones hispanas de esta ciudad. Seguramente Victoriano,
admirador de esa historia ligada a su país de origen, sintió el impulso de
continuarla, alineado a las causas más progresistas de su tiempo.
En la
fundación de La Gaceta merece recordarse al Dr. José Luis Avellanal,
cuyo financiamiento inicial contribuyó a que el proyecto se hiciera realidad.
La salida del nuevo periódico tampeño, en idioma español en sus primeras
décadas, se afirmó en la comunidad por
la calidad de sus escritos –sobresaliendo la columna escrita por su fundador
“Chungas y no chungas”–, la sagacidad de su contenido, profundidad de sus
valoraciones críticas en torno a la realidad local, nacional e internacional y
un humor salpicado de cubanía.
Junto a la
obra social que representaba el periódico, en su deber de informar y educar,
Victoriano Manteiga construyó su vida familiar. En la década de 1920 le
nacieron cuatro hijos al matrimonio –Rolando, Victoriano, Claudette y Ramona– y
el primero de ellos, que adoptaría el nombre de Roland, seguiría el camino
editorial de su padre, al frente de la publicación desde 1961 hasta morir
en 1998, cuando ya La Gaceta
había incluído en sus páginas el idioma inglés y el italiano, para representar
a las tres culturas que más influyeron en la identidad de Ybor City. Así ha
llegado a nuestro tiempo, hoy bajo la dirección del nieto de Victoriano, Patrick Manteiga , cuando se acerca el centenario de
su fundación.
Victoriano
Manteiga, quien vivió hasta 1982, tuvo una vida ejemplar. Desde el trabajo al
que consagró su vida, las páginas de La Gaceta constituyen el mejor
registro de su pensamiento y acción. Adentrarse hoy en ellas, es encontrar la
historia viva de la ciudad que lo adoptó como hijo, pero también la de su
patria original, de tantas confluencias una y otra. Es impresionante apreciar
en las páginas de este periódico la permanencia de los acontecimientos que
ocurren en Cuba en la lucha frente a Machado a principios de la década de 1930,
y la atención con que el periodista tampeño se adentra en ellos, al lado de los
intereses del pueblo cubano. Así ocurrió en el devenir posterior, hasta el
propio 1959.
Victoriano
no sólo participó en los asuntos cubanos desde su publicación, sino también en
múltiples acciones. Sus relaciones con los principales políticos cubanos fue
constante y comprometida. Así lo demuestra su amistad con Eduardo Chibás y su
atención a Fidel Castro, cuando éste visita Tampa en 1955. Manteiga es elegido
para dirigir el Movimiento 26 de Julio en
la ciudad, en apoyo a la lucha armada contra el gobierno de Fulgencio
Batista, en el camino de una revolución martiana y democrática que no contenía
un pronunciamiento socialista. Por ello, es desacertado el calificativo de
comunista para ubicar la filiación de quienes apoyaron al M-26-7.
El
pensamiento y acción de Manteiga se entiende desde la perspectiva humanista que
encierra el quehacer progresista de su tiempo. Estuvo al lado de los españoles
que defendieron la República frente a la agresión franquista. Existen en los archivos
de La Gaceta documentos que muestran el agradecimiento de los milicianos
a quien les defendía desde sus páginas en Tampa. Asimismo, las columnas de su
periódico dieron aliento a la lucha contra el fascismo durante la Segunda
Guerra Mundial, en cuyo desenlace experimentó el orgullo ciudadano junto al
sobresalto de padre, en los días en que su hijo Roland combatía en el Pacífico
en las filas del ejército de su país.
Un hombre
como él, respetado en la comunidad tampeña, sin miedo a defender las ideas en
que creyó, tuvo que enfrentar muchas veces a quienes se aliaban en los bandos
contrarios. Alguna vez tuvo que sacar su revólver para defenderse, pero las
amenazas no lo apartaron de lo que consideró su deber.
Así fue
Victoriano Manteiga, un hombre que legó a Tampa, y desde ella a la humanidad,
un ejemplo íntegro de servicio a la comunidad, a la verdad y la justicia. Por
ello, es justo que su efigie de bronce esté entre las que se alzan en Tampa
Riverwalk, para recordación y enseñanza.
Publicado en La Gaceta, el 5 de enero, 2018.
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