Por Gabriel Cartaya
Hace unos días estuvo en
Tampa, en su primera visita a la ciudad, el cineasta cubano Juan Padrón, a
quien debemos la larga existencia del personaje de dibujos animados Elpidio
Valdés, ese protagonista de ficción que, en revistas, televisión y cine –en
cortos y largometrajes– ha devenido símbolo del triunfo de los mambises sobre
el ejército colonial español en la Guerra de Independencia de Cuba. Aunque en
esta columna reseñamos la presencia de Padrón en los lugares históricos de Ybor
City, le propuse una entrevista para, desde su voz, conocer más acerca de su
obra cinematográfica.
¿Qué proyectos
tenías cuando, siendo muy joven, entregas a la revista Pionero tu primer
muñequito de Elpidio Valdés?´
Uh,
era un crío, 23 añitos. Los demás dibujantes me decían Padroncito, pues empecé
a los 16. En esa época, mi objetivo era lograr guiones para
dibujos animados que me permitieran trabajar como colaborador del ICAIC. Antes
había hecho Animación en el estudio de la TV.
Juan Padrón, frente al Parque "Amigos de José Martí", Ybor City, Tampa |
Ahora, que has cumplido 70, ¿qué significa para ti
Elpidio Valdés?
Es un proyecto que me hace sentir orgulloso por
haber ganado el cariño del público de varias generaciones de compatriotas.
Siempre me frustró no haber podido hacer más cosas con el personaje. En tantos
años de existencia, no se ha hecho casi nada en la comercialización del
personaje. No hay juguetes de Elpidio Valdés. Espero que eso lo pueda realizar
en los próximos años con la ayuda de mis hijos.
En el discurso cubano de la década de 1970 –que es
cuando llega a la pantalla el dibujo animado más famoso del país–, alcanzó
mucho auge el estudio de las guerras de independencia, especialmente desde el
discurso de Fidel Castro en la Demajagua, el 10 de octubre de 1968. ¿Influyó
este hecho en la aparición de Elpidio y, a su vez, contribuyó a su triunfo?
Recuerdo que se reeditaron muchos libros sobre las
luchas por la independencia. La librerías ofertaban títulos nuevos cada mes, y
me hice de una gran colección. Otros libros los compré en la URSS, en una
librería de Leningrado que tenía libros en diferentes idiomas por centavos,
digo, kopeks.
Me sorprendió lo poco que sabía del tema. Caballos y
rifles, para mí, eran tiroteos entre indios y cowboys, no había visto nada de
mambises. Lo que me motivó a dibujar a Elpidio fueron los diarios de campaña de
varios mambises, especialmente el del coronel Piedra Martel. Por ahí empezó mi
deseo de saber todo acerca de los inmortales mambises, los que le partieron el
espinazo al ejército colonial español. Lo del triunfo, creo, es porque se
divertían con las películas.
En la larga vida de Elpidio Valdés, en la que han
participado realizadores, músicos, narradores, etc., aunque todos
imprescindibles, ¿qué contribuciones le han enriquecido más?
Los actores que ponían las voces. Hicieron un
trabajo formidable. Actores como Toni González, Frank González, Manuel Marín,
Irela Bravo, Teresita Rúa, y muchos otros. Eran tan buenos en Elpidio Valdés,
que hacía que yo tratara de lucirme escribiendo los diálogos. Durante las grabaciones improvisábamos o
experimentábamos entonaciones, distintas voces… Eran capaces de hacer ocho
voces de distintos personajes en un mismo proyecto, y no se notaba que eran tan
pocos. Es una suerte tener artistas como ellos. Una vez grabé en España y tuve
que usar siete actores para siete personajes. En Cuba habría usado a Frank o a
Marín, y ya.
¿Cómo esperas celebrar, y que celebre Cuba, el cincuenta aniversario de Elpidio Valdés en
la pantalla cubana?
Espero tener una temporada nueva de Elpidio Valdés.
A ver si llego allí con energía. Si no, pasarlo a los jóvenes realizadores de
animados.
Creo que la serie
Quinoscopio pudo haberse llamado Padronquinoscopio o Quinopadronoscopio.
En fin, ¿hasta dónde llegó tu participación en esa obra compartida con el
argentino Joaquín Lavado?
Fue un trabajo donde nos divertimos mucho.
Discutíamos cada detalle de los chistes, que eran páginas publicadas en el
diario El Clarín, de Buenos Aires. Era adaptarlos a cine y dice Quino
que aprendió nuevas cosas al trabajar para Animación. Por mi parte, creo que
haber desarmado los dibujos de Quino para animarlos, me enseñó muchas cosas sobre las poses de los
personajes, el dibujo de las manos, la limpieza de la puesta en escena. Fue un
privilegio trabajar con Quino.
En 1992, a los 500 años de la llegada de Cristóbal
Colón a América, vas a España con un corto donde el Almirante se encuentra con
Mafalda. ¿Qué repercusiones tuvo esa presentación?
Era un guion de Quino. Fue para inaugurar una
muestra sobre Mafalda en Madrid. Los españoles se rieron mucho, pues Mafalda
era una indita que le ofrecía frutas al Almirante. Agradecido, Colón chasqueaba
los dedos y le regalaba a Mafalda… un plato de sopa.
¿Cómo se ha evaluado tu obra cinematográfica en la
crítica nacional e internacional?
Creo que bien. Elpidio Valdés fue elegido por los
niños como su héroe, los críticos cubanos han destacado las películas de
Elpidio Valdés como los mejores animados cubanos en distintos años. “Vampiros
en La Habana” está entre las 100 mejores obras del cine iberoamericano del
siglo XX (con el número 50, y el único film animado) y está en la colección de
cine del MoMA.
En tu larga relación con el Instituto Cubano de Arte
y Cinematografía (el poderoso ICAIC para los cineastas cubanos), ¿cuáles han
sido los momentos más difíciles?
Creo que un pleito sobre el patrimonio de personajes
usados en mis películas, y que al final gané.
El prestigio ganado por Elpidio Valdés en el pueblo
cubano, ¿ha contribuido de alguna manera a la libertad de creación artística de
su autor?
En realidad, la Animación cubana es cine de autor.
Haces lo que quieres, siempre que no te vayas del presupuesto. Me he tomado
años sabáticos para trabajar en España realizando mis chistes sobre cine para
el Canal Plus España, o para escribir novelas de aventuras y luego ilustrarlas
(algo muy divertido y estimulante) o dirigiendo video clips. En México trabajé
storyboards para el oso Yogui, Wally Gator y otros personajes de Hanna y
Barbera. Pero sí, ayuda la fama de Elpidio Valdés.
En el marco del reciente incremento de los intercambios culturales
entre Estados Unidos y Cuba, alguien
hizo el chiste de que Elpidio Valdés había pedido visa para venir a ver a
Mickey Mouse. Si la sugerencia fuera trasladable a la realidad, ¿cuál sería la
mejor hazaña que podrían hacer en
común?
En los tiempos de Elpidio, no hacía falta visa.
Ahora no la conseguiría para ver a Mickey, creo que tendría que ser al revés,
Mickey sería quien visitara Cuba. Mickey es atemporal, lo mismo es caballero
medieval que cosmonauta. Así que podría ser uno de aquellos estadounidenses que
lucharon por la independencia de Cuba, ayudar a Elpidio –por ejemplo– con un
cañón neumático de dinamita, terror de los blocaos españoles. Y luego Elpidio
ayudarlo a él. Pero no sigo, no sea que la Disney esté oyendo.
Como sabes, la relación de Tampa con Cuba es muy
profunda, no sólo por el significado de esta ciudad en la obra de Martí y en
todo el independentismo cubano, sino por su trascendencia hasta hoy. ¿Qué ha
significado para ti visitarla?
Fue muy emocionante sentarme en los escalones donde
Martí posó para aquella famosa foto (autotipias también les decían). Me ha
picado el bicho y me gustaría volver con tiempo suficiente para documentarme
más. Elpidio por Ybor City, vigilado por agentes del general Resóplez… un tema
para un buen cómic, o un animado.
Publicado en La Gaceta, el 19 de enero, 2018
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