En los próximos días, el hermoso edificio de Ybor City que se identifica con el nombre de Oliva,
comenzará a vivir una nueva etapa de su larga y hermosa historia, al inaugurarse
como un complejo de confortables apartamentos donde podrán vivir 38 familias.
Situado en la esquina noreste de la Calle 19, al
lado de la ancha Avenida Palm, se yergue
de norte a sur con amplios ventanales
rectangulares que enriquecen la entrada de la luz y el aire, como si la razón,
que en otra época sirvió al reguardo de las hojas de tabaco, se propusiera hoy
favorecer la vista y los pulmones de quienes comiencen a habitarlos.
Cuando,
hace 130 años, los hermanos Evaristo y Robert Monné decidieron construir este edificio
para fundar una fábrica de tabacos, sabían que con su obra contribuían al
crecimiento de una ciudad que apenas estaba naciendo y cuyo levantamiento
enriquecía el paisaje arquitectónico, laboral y humano con que Ybor City se
hizo visible en el mundo.
Ahora, que por
primera vez el inmueble adquiere su condición de vivienda, a partir de la obra
de urbanización, remozamiento y conservación que su principal inversionista,
Ariel Quintela, le ha dado, vale la pena
asomarse a su historia, cuya pertenencia pueden asumir con orgullo no sólo sus
nuevos residentes, sino todos los visitantes que se detengan ante su pabellón.
La edificación fue
diseñada y construida, en 1888, por C.E.
Purcell, cuyo nombre vemos en otras obras de la época, como la fábrica de
ladrillos de Vicente Martínez Ybor, concluida ese mismo año. De manera que es
una de las fundacionales de una ciudad que en una década iba a contar con
cientos de fábricas de tabaco, para hacerse famosa en la elaboración de puros
con hojas traídas desde Cuba.
La fábrica de los hermanos Monnet –que elaboraba el
sello de tabacos “El Recurso”–, fue una de las más grandes en la década de 1890
en Tampa. Contaba con unos 45 mil pies cuadrados al inaugurarse y le fueron
instaladas 1200 mesas de trabajo, por lo que cientos de operarios, en su
mayoría cubanos, encontraron trabajo allí. Por esta razón, desde que a finales
de 1891 José Martí comenzó a visitar la ciudad, en su arduo trabajo por la
independencia de su país, entre los lugares que visitaba se encontraba este
edificio. Aunque debió asistir varias veces a sus salas, a conversar con los
operarios y alentar su cohesión en aras de una Cuba libre, hay por lo menos
tres referencias escritas sobre estas visitas.
Una es el 13 de diciembre de 1892, cuando después de llegar a las
fábricas de Martínez Ybor y a la de Emilio Pons (en 1702 y 5ª. Ave.) , llegó a
la de Monné, donde pronunció un discurso en español y en inglés, lo que indica
la presencia de ambas culturas en el lugar.
En la Cronología sobre José Martí publicada
por el investigador cubano Ibrahín Hidalgo, también se apunta la presencia de
Martí en la fábrica de Monné el 22 de febrero de 1893, día en que también
asiste a la de Pons, a la de Ellinger y a la de McFarland, así como a la de
Martínez Ybor, la que mayor cantidad de cubanos concentraba.
El 25 de mayo de
1894, acompañado por Francisco Gómez Toro –el hijo del General Máximo Gómez–,
volvió el Apóstol cubano a visitar este lugar lleno de historia.
Hacia 1899 el
edificio pasa a otra propiedad, cuando lo adquiere la Compañía Manufacturera
Cubana, que lo posee hasta 1902. A partir de esa fecha y hasta 1921,
corresponde a José Lovera y Compañía, quien dio fama a la lujosa vitola “La
flor de Lovera”. En la década de 1920 este edificio pasa por dos propietarios
más, Cigar Company of Nordace (1924 a 1925) y Marcelino Pérez y Cia, que lo va
a tener hasta 1941. Después estuvo en manos de López, Álvarez y Cia, parece ser
que hasta iniciada la década de 1960, época en que también se les contrataba
para la fabricación de la marca Swann.
A pesar de las
diferentes firmas que operaron en este edificio en la fabricación de tabacos, es el nombre de Oliva quien le
distingue, seguramente por el tiempo que estuvo bajo la firma de su apellido,
una de las más prestigiosas y permanentes en esta industria. Entre 1980 y 1999 estuvo aquí la sede de
Oliva Tobacco Co., hasta mudarse a la
calle Armenia.
Claro que llamar
“Casa Oliva” al edificio que ahora comienza
a ser de apartamentos, no es sólo porque durante muchos años perteneciera
a esta firma, sino también como homenaje a una estirpe de industriales del
tabaco que ha contribuido durante más de ocho décadas al desarrollo de la
ciudad de Tampa.
Ángel Oliva, de
origen cubano, fue el fundador, en 1934, de esa compañía que conserva su
apellido. En un momento en que decaía la industria que le dio tanta riqueza a
Tampa, el nuevo industrial vino a imprimirle el aliento que hacia la terecera década del siglo XX
requería.
Ángel Oliva,
procedente de Cuba, fundó en 1934 la firma Oliva Tobacco Co., la que empezó a operar en
la calle Franklin y en las últimas décadas radica en West Tampa, pero fue en
este edificio donde radicó las últimas dos décadas del siglo XX.
El inmueble ha
quedado registrado con su apellido, que ahora se mantiene en su nueva condición
de vivienda, seguramente porque la historia que ha tenido y que sigue
incrementando, es un símbolo de las relaciones entre Tampa y Cuba, no sólo
porque albergó a miles de trabajadores
procedentes de la Isla, recibió a hombres ejemplares como José Martí y
enriqueció su memoria con la firma del Sr. Ángel Oliva, cuyo nombre recibió una
calle cercana al edificio, para honrarle como uno de los benefactores de la
ciudad.
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