En su libro
José Martí. Cronología. 1853-1895, el investigador Ibrahím Hidalgo Paz
apunta que el 18 de julio de 1892, “invitados por el alcalde de la ciudad,
recorren importantes lugares de Tampa”, refiriéndose al momento en que José
Martí, Carlos Roloff, Serafín Sánchez y José Dolores Poyo fueron convidados por
la máxima autoridad política de la ciudad a conocer sus sitios más
significativos.
Desde esa referencia, he estado motivado por saber más acerca del
político estadounidense que tuvo esa deferencia con tan distinguidos patriotas
cubanos. En aquel momento Carlos Roloff, Serafín Sánchez y José
Dolores Poyo acompañaban a Martí, quien estaba regresando de Cayo Hueso
y llegaba, por quinta vez, a la bahía tampeña.
El alcalde de marras era Herman Glogowski, cuyos
méritos en la historia de la ciudad de Tampa son considerables, a tal punto
que, una vez conocidos, se explica más fácilmente el gesto que tuvo hacia el
grupo de líderes que entonces encabezaban el proyecto liberador con que debía
culminar la independencia de Hispanoamérica.
Glogowski fue miembro del Partido Republicano y
ocupó el puesto de Alcalde de Tampa cuatro veces (1886-1887, 1888-1889,
1890-1891 y 1892-1893). Cuando apreciamos los datos más relevantes de su
biografía –especialmente la semblanza publicada por el profesor Mark I.
Greenberg–, llama la atención la positiva integración de un inmigrante de
origen judío en esta ciudad estadounidense.
Glogowski nació el 29 de abril de 1854 en la ciudad
alemana de Wilhelmsbruck, en el seno de una familia judía, cultura en que fue
educado. A los 15 años, en el marco de una creciente emigración de su etnia a
Estados Unidos –se considera que entre 1830 y 1880 unos 200 mil judíos alemanes
llegaron a esta nación– Glogowski se instala en Nueva York con parte de su
familia.
Herman Glogowski |
Desde allí, miles de judíos se desplazaban a
ciudades estadounidenses donde pudieran encontrar empleo. A fines de la década
de 1870, cuando en Florida se está produciendo una gran expansion económica,
gracias a la entrada de los ferrocarriles, Glogowski se instala en Gainesville
y encuentra trabajo en las tiendas de mercancías de G.W. Sparkman, llegando a
dirigir una de ellas. Después creó su propio negocio, inscrito como Herman
& Company. En la prensa de Gainesville de esa época, quedaron registradas
opiniones sobre la seriedad y talento empresarial de aquel inmigrante, como un
ejemplo del ascenso económico que desde esa época comenzaron a tener los judíos
en Estados Unidos, muchos de los cuales se iniciaban como vendedores ambulantes
y llegaban a convertirse en grandes comerciantes minoristas y mayoristas.
Glogowski, quien se había integrado a la masonería
estadounidense sin dejar de profesar el judaísmo, también comenzó a postularse
para cargos públicos en Gainesville. Así, a principios de la década de 1880,
apreciamos que este hombre está triunfando en sus propios negocios, se inserta
en la vida política de su comunidad. A su vez, construye su propia familia,
desde que se casa, en 1882, con Bertha Brown, también judía.
Es el momento en que Henry Plant, cuyo poder
financiero en la Companía de Ferrocarriles del Sur de Florida es notable. Plant
tiene los ojos puestos en el desarrollo de la ciudad de Tampa, que ya en 1844
inaugura sus primeras líneas férreas. Esta promesa de crecimiento de una ciudad
nueva atrajo a Glogowski, quien decide trasladarse con su familia y sumarse al
primer impulso económico que se experimenta en la ancha bahía floridana, donde
también Plant está abriendo un nuevo puerto.
Con la expansión poblacional que se está operando en
Tampa en la década de 1880 y que se dispararía a partir de 1886 con el
nacimiento de la industria del tabaco, es lógico que las tiendas minoristas y
mayoristas encontraron fácil ubicación. Es la oportunidad que aprovecha el
inmigrante judío, tal vez el primer gran comerciante de ropas de esta
localidad.
Pero me voy a detener, en la brevedad de estas
líneas, a su labor como Alcalde de Tampa, responsabilidad que estrena en 1886,
año muy significativo para la ciudad. Es común oir hablar de lo que representó
la industria del tabaco para el crecimiento y esplendor de este lugar a fines
del siglo XIX y el papel jugado en ello por sus grandes representantes
–Martínez Ybor, Haya, y tantos–, pero se menciona menos a los dirigentes
políticos de la ciudad que favorecieron aquel triunfo.
Justamente, Glogowski era uno de los miembros de la
Cámara de Comercio de Tampa cuando ésta ofreció sustanciosos incentivos a los
primeros industriales del tabaco para que construyeran aquí sus fábricas. Pero
la ciudad requería de dirigentes capaces de representar no sólo el crecimiento
económico, sino también los intereses de una población que crecía por día. Los
electores de agosto de 1886, encontraron esas cualidades en Glogowski y votaron
por él, respondiendo a una alerta que publicó El Guardián de la
ciudad: “Lo que Tampa necesita es un
conjunto de funcionarios emprendedores, intrépidos y progresistas; deben ser
hombres de buen juicio, sin influencia y sin control por cualquier interés,
excepto el del bienestar público“.
Desde esa perspectiva, las ordenanzas del nuevo
Alcalde favorecieron las mejoras públicas de la ciudad, como los servicios de
agua, sistema de alcantarillado, luz eléctrica, el Cuerpo de Bomberos,
mejoramiento del sistema de salud pública, entre otros avances que debían
corresponderse con el crecimiento económico y demográfico que se estaba
operando.
También fue significativa la actitud del gobierno de
la ciudad, presidido por Glogowski, para
la construcción de muchas obras que hoy son parte importante de su patrimonio,
como la edificación del hotel de Henry Plant, uno de los más lujosos de su
tiempo y hoy perteneciente a la Universidad de Tampa. Las concesiones de
impuestos y la construcción de un puente que la ciudad ayudó a costear para
facilitar el acceso al flamante edificio, contribuyeron a hacer realidad una
obra que atrajo a miles de visitantes. Fue el Alcalde quien, el 26 de julio de
1888, colocó la primera piedra de lo que sería el Hotel Tampa Bay.
Muchos detalles que encontramos sobre la obra de
Glogowski se quedan fuera de esta crónica, pero es suficiente saber que fue
reelecto cuatro veces, si bien no sucesivas ( él pidió no postularse al
terminar un período en el cargo), para calibrar el peso de su labor económica,
política y social en esta ciudad. Sus cuatro períodos al frente del gobierno,
coinciden con los dos primeros quinquenios del fomento de la producción
tabacalera, la modernización de la ciudad, su explosión demográfica y la
conformación de una comunidad multiétnica que entraña un modelo de convivencia
positiva entre las culturas que le dieron cimiento y la componen.
Cuando ya Herman Glogowski se retira de las altas
responsabilidades políticas que contrajo con la ciudad a que dedicó sus mejores
fuerzas, se entregó a trabajar en diferentes esferas de la vida económica y
cultural de su entorno. Fue contador de algunas companías de tabacos, como la
de Ellinger Company en West Tampa. También quedó registrada su actividad como
coleccionista de aduanas en el Puerto, pero una de las gestiones sociales
sobresalientes en las que se ocupó estuvo relacionada con la comunidad judía en
este lugar.
Siendo miembro activo de un Templo Masónico, se
ocupó de reunir a los judíos que habitaban en la ciudad y fundar una
congregación donde se expresara su religión y se defendiera su cultura. Así,
fundaron la Congregación Schaarai Zedek (Puerta de los Justos), para la que
eligieron a Glogowski Presidente.
Durante su cargo, se construyó la primera sinagoga (1899), el cementerio judío
y una escuela religiosa. Desde nuestro tiempo, puede verse a la figura de
Herman Glogowski como un modelo de convivencia pacífica y productiva entre los
miembros de diferentes comunidades étnicas. Desde su origen semita, se insertó
en la sociedad estadounidense y trabajó para su progreso, llegando a ser el
líder político de una comunidad multiétnica.
Aquel respetado ciudadano de Tampa murió a los 55
años, en una circunstancia trágica, inesperada y penosa. El 3 de diciembre de
1909 perdió la vida en un accidente automovilístico, mientras viajaba por Ybor
City en uno de aquellos primeros carros de combustión interna. La bandera del Ayuntamiento se puso a media
asta y todo el pueblo de Tampa, conmovido, le rindió los honores que merecía.
En la actualidad, un busto suyo le recuerda permanentemente en Tampa River
Walk.
Ese fue el Alcalde que un día, impresionado al ver
la obra libertaria que un grupo de cubanos animaban en la ciudad bajo su
gobierno, los invitó a pasear, para
mostrarles un ejemplo de edificación moderna en las calles de Tampa, pensando
que podría serle útil en la vecina república que aspiraban a construir.
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