Así como los cubanos de Ybor City hicieron
del “Liceo Cubano” su principal espacio de reunión a fines del siglo XIX, los
radicados en West Tampa tuvieron el “Céspedes Hall”, un hermoso edificio de
madera construido en la Avenida Francis (hoy Albany), llegando a Main. Entonces
era un sitio muy activo en ese tiempo, pues en sus cercanías se levantaron
varias fábricas de tabaco y allí vivían figuras importantes de la comunidad,
como Fernando Figueredo, primer alcalde del lugar, y Blas Fernández O’Halloran,
dueño de la fábrica ubicada en Howard, actualmente una biblioteca.
El edificio
fue concebido para servir de teatro, sala de reuniones y escuela privada, a la
que accederían los niños de West Tampa sin discriminación de raza o clase
social, lo que la hacía muy adelantada para su época. Su construcción se inició
a fines de 1894, como se desprende de un escrito publicado en el periódico Patria,
el 15 de diciembre de ese año. El autor fue Fermín Valdés Domínguez, quien
recientemente se había instalado en ese lugar. Según su testimonio, asistió al
acto de colocación de la primera piedra de su construcción, realizado el 27 de
noviembre de ese año en honor a los estudiantes de Medicina fusilados en La
Habana en 1871 y de cuyo grupo él mismo era sobreviviente.
“A las
cuatro de la tarde –casi sin previa citación–, se reunieron en uno de los
lugares más céntricos de la población cubana más de cien personas, entre las
cuales había muchos norteamericanos: se trataba de colocar la primera piedra
del Liceo de Céspedes, sociedad patriótica de instrucción y recreo, que será un
edificio notable”– escribió Fermín, ofreciendo interesantes detalles acerca de
las palabras pronunciadas por Fernando Figueredo, quien “explicó en correcto
discurso cómo cubanos y norteamericanos se habían reunido para que los hijos de
todos pudieran tener escuela en donde aprendieran a amar la dignidad, leyó una
memoria en la que constaban los nombres de los iniciadores de la patriótica
empresa y se expresaba en ella que se había elegido ese día para aquel acto a
fin de tributar un recuerdo de dolor a mis hermanos”. Después –sigue Valdés
Domínguez– “el señor Figueredo me fue entregando los objetos que debían
depositarse en la urna que guarda la primera piedra: la bandera cubana y la
norteamericana, como símbolo del abrazo de la gran República a los que luchan
por levantarla en Cuba; los últimos números de los periódicos Patria, Daily
Times, El Yara y Cuba; el primero de El combate,
semanario de West Tampa, el acta y un ejemplar de mi libro El 27 de
noviembre de 1871”.
Para esta
fecha, ya Martí había realizado su último viaje a Tampa, (octubre,1895), pero
los líderes más importantes del Partido Revolucionario Cubano que le sucedieron
tuvieron ocasión de expresarse allí,
rodeados de los simpatizantes y actores del independentismo cubano. Así lo hizo
Gonzalo de Quesada, Tomás Estrada Palma, Emilio Núñez, y muchos de los guías –domiciliados en Tampa
o visitantes–, que entre 1895 y 1898 dirigieron las acciones que culminaron con la dominación colonial de
España en América.
La
construcción del inmueble comenzó en enero de 1895 y, aún inconclusa, se
estrenó como el principal lugar de reuniones de la comunidad, convertida en
sala de teatro, fiestas, veladas culturales y actos patrióticos relacionados
con el curso de la Guerra de Independencia de Cuba. Justamente, este lugar fue
sede de la concentración de cientos de voluntarios que marcharon como soldados
a las filas mambisas.
El Céspedes
Hall fue en su día el edificio más
llamativo de West Tampa y señalado como referente de ubicación. Así lo describe
Wenceslao Gálvez en su libro Tampa, impresiones de un emigrado: “Desde cualquiera
de sus extremos se ve el Céspedes Hall, el cinco copas, como le dicen todos,
por las torrecillas que lo coronan, El Céspedes hace el efecto de un faro.
Todas las direcciones se dan pensando en
aquel edificio: Yo vivo a dos pasos; y a tantas manzanas del Céspedes”. Según Gálvez,
–agudo escritor que estuvo allí muchas veces–, “todas las fiestas
políticas de West Tampa se efectúan en el Céspedes, de mucha mayor amplitud que
el Liceo de Ybor”.
Un hecho
significativo del Liceo de Céspedes fue su servicio como escuela, sin
diferencias raciales para su ingreso. La historiadora Maura Barrios, en su
ensayo “José Martí se topa con Jim Crow: cubanos en el Sur”, se refiere a ello
cuando valora que la inclusividad racial establecida por este plantel
contradecía las normas entonces extendidas en el estado. Cuando, ante el
apremio de aumentar aulas con que responder al rápido crecimiento poblacional
de West Tampa, esta escuela privada fue incorporada al sistema escolar público,
tuvo que lidiar con el hecho de que en ella se negaba la segregación racial, lo que sostuvo durante
cuatro años. La Dra. Barrios apunta que “finalmente, en 1899, la Junta Escolar
compró la Escuela Céspedes, y obligó a los estudiantes cubanos de color a
matricularse, en diciembre de 1901, en la ‘Escuela Para Personas de Color No.
2’”.
Pero
entonces ya no era el Céspedes Hall, pues incluso el edificio fue demolido ese
mismo año y su espacio dio lugar a uno nuevo, nominado “West Tampa City Hall”.
De todos modos, cuando paso por la calle Albany, acercándome a Main –la primera
vez lo hice al lado de Emiliano Salcines–, siento brotar la gloria de viejos
tiempos, como si la tierra conservara fragmentos de aquellos documentos que un
grupo de héroes depositaron en el fondo de su primera piedra, como símbolo de
la libertad a que tienen derecho todos los seres humanos.
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