martes, 4 de agosto de 2020

Saint-Exupéry vive en El principito, a 76 años de su muerte

El 31 de julio de 1944 murió el escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, autor francés de El Principito. Ese día, a menos de un año de concluir la Segunda Guerra Mundial, cuando cumplía una misión como piloto de guerra, fue derribado su avión en aguas de Marsella. Entonces el piloto-escritor tenía 44 años y volaba en un P-38 Lightning alineado con las fuerzas antifascistas. Aunque esa acción lo inscribe como un héroe de guerra y un mártir de la lucha contra el fascismo, su nombre es recordado en todo el mundo como escritor, especialmente como creador de uno de los libros más hermosos de todos los tiempos, al que su autor llamó El Principito. 
     Saint-Exupéry no pudo conocer la fama alcanzada por esta obra literaria, pues apenas había sido publicada unos meses antes de su muerte. Fue dada a conocer en Estados Unidos –donde estaba exiliado el escritor– por la Editorial  ­Reynal & Hitchcock. En Francia se publicó por primera vez en 1946, por Éditions Gallimard y a partir de entonces comenzó a extenderse por el mundo la historia maravillosa de El principito, hasta convertirse en uno de los libros más leídos en todo el mundo. 
Aunque Saint-Exupéry había publicado otras obras –Vuelo nocturno (1931)– no era un escritor reconocido. Se formó como piloto en Francia, oficio en el que vivió experiencias sobrecogedoras como el aterrizaje forzoso que tuvo que hacer en el desierto de Sahara, en Libia, cuando realizaba un vuelo hacia Saigón, en 1935. Entonces, junto a un compañero, intentaba romper el récord de tiempo entre París y aquella ciudad, que se premiaba con 150 mil francos. La aventura terminó en el desierto, sin agua y apenas unas uvas y naranjas como alimento. Al cuarto día, casi deshidratados y hambrientos, fueron encontrados por un beduino que los sacó de allí en el lomo de un camello.
     Aquella experiencia, entre otras, son revividas en la historia del piloto que tiene que aterrizar en el desierto a reparar su avión averiado, donde  se le aparece el niño a pedirle que le dibuje una oveja. La tierna amistad con el pequeño que le cuenta sus viajes, desde el diminuto asteroide donde habita hasta los planetas visitados antes de llegar a la Tierra, es pletórica de enseñanzas, belleza y sensibilidad. El amor al ser humano, la libertad, el pensamiento propio, la sencillez y la grandeza humana, emergen de El principito con la naturalidad que sólo alcanzan las cosas verdaderas. 
     El escritor francés también estuvo muy vinculado a Latinoamérica, pues vivió en Argentina un tiempo, siendo en ese país director de la empresa “Aeropostata argentina”. Allí conoció a la salvadoreña Consuelo Suncín, que sería el amor de su vida y con quien contrae matrimonio, a pesar de las tormentosas relaciones que por momentos les alejaron. 
     Pero no es a su vida como piloto, viajero, cronista, cuyas exaltadas vivencias dejó escritas en Tierra de hombres (1939), Piloto de guerra (1942) y Correo del Sur (1928), donde nos remitimos cuando oímos su nombre, sino al imperecedero Principito, un pequeño libro ha encontrado más lectores en el mundo que los clásicos que debemos a Víctor Hugo, Honoré de Balzac, Emile Zola y otros grandes escritores franceses; un libro que ha sido traducido a más de 250 idiomas y dialectos, entre ellos el toba y el totonaco, lenguas indígenas argentina y mexicana respectivamente.
     Hoy se le rinde homenaje a Saint-Exupéry en todo el planeta. Un asteroide descubierto en 1975 lleva su nombre; otro, dado a conocer en 1993, se nombró 46610 Bésidouze (en español B-seis-doce) en recuerdo del imaginario planeta donde habitaba el principito; más tarde se le llamó Petit-Prince a la luna de otro asteroide. En fin, cada nuevo lector de este precioso libro suma su voz a la inmortalidad de su autor. 
     Cuando leí por primera vez esa obra, en una conversación de amigos tuve una expresión exageradamente categórica: No se puede ser buena persona sin haber leído El Principito. Entonces era casi un muchacho y de hombre rectifiqué la afirmación: Se es mejor persona después de haber disfrutado la lectura de El Principito.  
Gracias, Antoine Saint Exupéry, por haber escrito ese pequeño y maravilloso libro antes de que el avión en que volabas se perdiera en tu último asteroide.

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