jueves, 20 de agosto de 2020

Despedida a Mercedes Barcha, musa y esposa de García Márquez

 

Si Gabriel García Márquez es el padre de Cien años de soledad,  Mercedes Barcha fue la madre de aquel alumbramiento feliz que está repartido por el mundo desde hace más de medio siglo, para la dicha de millones de lectores de todas las lenguas. Ahora el espíritu de Mercedes se elevó al cielo donde la esperaba su esposo de toda la vida desde hace  seis años, tres meses y 28 días, para seguir avivando desde su nombre propio y literario el realismo mágico de una rica existencia.

  Mercedes murió en la ciudad de México el pasado 15 de agosto, a la edad de 87 años.  Nació en noviembre de 1932  en Magangué, en el norte de Colombia y desde la niñez conoció  al  aracataqueño con quien se casó en marzo de 1956. Pero nadie podría contar mejor que el Premio Nobel de Literatura el nacimiento del amor entre ellos. Muchas veces escribió y habló sobre Mercedes. En su autobiografía, Vivir para contarla, lo describe con la brillantez que le era peculiar:

“A Mercedes la conocí en Sucre, un pueblo del interior de la costa Caribe, donde vivieron nuestras familias durante varios años, y donde ella y yo pasábamos nuestras vacaciones. Su padre y el mío eran amigos desde la juventud. Un día, en un baile de estudiantes, y cuando ella tenía sólo trece años, le pedí sin más vueltas que se casara conmigo. Pienso ahora que la proposición era una metáfora para saltar por encima de todas las vueltas y revueltas que había que hacer en aquella época para conseguir novia. Ella debió entenderlo así, porque seguimos viéndonos de un modo esporádico y siempre casual, y creo que ambos sabíamos sin ninguna duda que tarde o temprano la metáfora se iba a volver verdad. Como se volvió, en efecto, unos diez años después de inventada, y sin que nunca hubiéramos sido novios de verdad, sino una pareja que esperaba sin prisa y sin angustias algo que se sabía inevitable. Ahora estamos a punto de cumplir veinticinco años de casados, y en ningún momento hemos tenido una controversia grave. Creo que el secreto está en que hemos seguido entendiendo las cosas como las entendíamos antes de casarnos. Es decir, que el matrimonio, como la vida entera, es algo terriblemente difícil que hay que volver a empezar desde el principio todos los días, y todos los días de nuestra vida. El esfuerzo es constante, e inclusive agotador muchas veces, pero vale la pena. Un personaje de alguna novela mía lo dice de un modo más crudo: También el amor se aprende”.

Muchas veces El Gabo contó lo que significó Mercedes en el nacimiento de Cien años de soledad, cuando él empeñó el automóvil ella sus joyas familiares, quedando a cargo de la mujer los ingentes esfuerzos para que no faltara en la mesa un plato de comida y en su mesa de trabajo un puñado de hojas para escribir. En El olor de la guayaba (1982), el escritor confiesa: “Sin Mercedes no habría llegado a escribir el libro”. Y en esa misma publicación aclara lo que muchos le preguntaban: si se había inspirado en su esposa para algunos personajes femeninos de sus novelas. Su respuesta a quienes buscaban encontrarla en las protagonistas estuvo enriquecida por su propio estilo: “Ningún personaje de mis novelas se parece a Mercedes. Las dos veces que aparece en Cien años de soledad es ella misma, con su nombre propio y su identidad de boticaria, y lo mismo ocurre las dos veces en que interviene en la Crónica de una muerte anunciada. Nunca he podido ir más lejos en su aprovechamiento literario, por una verdad que podría parecer una boutade, pero que no lo es: he llegado a conocerla tanto que ya no tengo la menor idea de cómo es en realidad”.

Cuando, en una entrevista para la revista Crisis, en 1973, le preguntaron al ya famoso escritor sobre lo más significativo  que le había ocurrido, respondió: “Mi signo es Piscis y mi mujer, mi esposa, es Mercedes. Estas son las dos cosas más importantes que han sucedido en mi vida, porque gracias a ellas, por lo menos hasta el momento, he conseguido sobrevivir escribiendo”.

Mercedes no fue sólo la esposa durante 56 años del escritor famoso y mucho menos una bella mujer para lucir vestidos en cada salón abierto al Premio Nobel. Fue la mujer trabajadora que se ocupó de la economía familiar, de educar a los dos hijos, representar los intereses del escritor ante las editoriales y propiciar el clima favorable para el ejercicio de creación literaria de su esposo.  Al conocer su muerte,  la secretaria de Cultura de México, Alejandra Fausto, expresó: “Con mucha tristeza me entero de la muerte de Mercedes Barcha, mujer tenaz y generosa. Cómplice indiscutible de Gabo, madre de Rodrigo y Gonzalo. Nuestro más sentido pésame, vuelan mariposas amarillas”.  Las mariposas amarillas, junto a las  flores que la eterna Musa acercaba a la mesa del escritor, les acompañarán en la eternidad.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario