viernes, 11 de diciembre de 2020

John Lennon vive a los 40 años de su muerte

 

A los 40 años de su temprana muerte, John Lennon sigue siendo una leyenda viva en todo el mundo, aun entre quienes ahora son nietos de aquellos jóvenes que en la década de 1960, con sus canciones, ardieron de sueños, locuras y entregas hacia un mundo imaginado, entonando hasta la madrugada los éxitos de aquellos fabulosos Beatles conducidos por un joven de pelo largo y espejuelos redondos.

Con sólo un par de guitarras (Lennon y George Harrison), el bajo de Paul McCartney y la batería en manos de Ringo Starr, aquellos cuatro jóvenes que en febrero de 1961 se subieron a un escenario del bar “La Caverna” a tocar rock, no podían presentir que, en breve, serían el grupo  musical  más  célebre del universo. Aunque los 4 eran geniales, el de mayor edad era su líder.

John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr

Al nacer, el 9 de octubre de 1940, fue inscrito como John Winston Lennon, para iniciar una niñez con privaciones materiales y afectivas. Creció sin el padre y una madre (Julia Stanley) con desajustes emocionales y cuya pérdida en un accidente de tránsito, cuando él tenía 17 años, le afectó enormemente. Estuvo al amparo de una tía que intentó apartarlo de su inclinación musical, pero no pudo impedir que deambulara por las calles con una guitarra. En esos recorridos se encontró con Paul McCartney, otro iluminado, y juntos armaron la banda Quarry Men, el antecedente inmediato de los Beatles.

Es bien conocida su historia. A mediados de la década de 1960 habían desbordado la frontera inglesa,  llegando a todo el mundo a través del pop y el rock. Junto a la creciente fama, se divulgaba el comportamiento rebelde de su guía y el desenfado con que se burlaba de las costumbres  de la llamada alta sociedad. En una actuación del grupo, a la que asistía la Reina de Inglaterra rodeada de figuras de la realeza, Jonh declaró: “Los de los asientos más baratos pueden aplaudir (...) y el resto de ustedes basta con que hagan sonar sus joyas”.

En 1964, la banda llegó por primera vez a Estados Unidos. El debut lo hizo en el programa  televisivo The Ed Sullivan Show, que logró un récord de 73 millones de espectadores. Los críticos consideraron que aquel acontecimiento marcó un antes y un después en ese tipo de programación.

Desde entonces hasta la desintegración de la mítica banda en 1970, en todos los escenarios que actuaron y cada salida de un nuevo disco constituyeron   un acontecimiento musical irrepetible, donde la idolatría hacia los 4 beatles se hizo comparable a la fe religiosa. “Let it be”, “Hey you”, “Yesterday”, “Come together”, “Love me do” y otras canciones compuestas por John o McCartney se hicieron canto permanente en millones de gargantas.

En 1971, Lennon, la figura más polémica y comprometida  con causas sociales y políticas, decidió radicarse en Nueva York, junto a Joko, su segunda esposa.  Siguió haciendo música, cine, escribiendo y practicando dibujo, pero su participación en actividades de contenido sociopolítico se hizo más intensa, especialmente sus declaraciones en contra de la guerra de Estados Unidos en Vietnam. Al ser una figura de tanta fama, el gobierno del presidente Richard Nixon lo consideró peligroso. No sólo le negaron la residencia permanente durante mucho tiempo, sino que intentaron su expulsión del país y sus pasos fueron seguidos por agentes de la CIA y del FBI.

Al terminar el gobierno de Nixon y la Guerra de Vietnam, Lennon se concentró más en su vida familiar –estuvo unos cuatro años sin dar a conocer canciones–. Pero su estampa de rebelde, la participación en manifestaciones a favor de la paz y el hecho de que canciones suyas, como “Imagine”, se convirtieran en un himno de los pacifistas  del mundo, creando dudas alrededor de  las circunstancias que rodearon su muerte. Algunos han derivado de aquel asesinato teorías conspirativas, insinuando que el hawaiano  Marck Chapman pudo haber recibido instrucciones de algún órgano de poder estadounidense para cumplir aquel acto criminal. A ello han contribuido declaraciones previas del propio Lennon, como aquella en que dice al periodista Paul Krassner:  “Si nos pasa algo a Yoko o a mí no será un accidente”.

Lo cierto es que en la tarde de aquel fatídico 8 de diciembre, cuando John regresaba con su esposa al edificio Dakota  donde tenía su apartamento, lo estaba esperando en la entrada un joven a quien unas horas antes él había complacido autografiándole “Double fantasy”, su último disco. Cuando el ídolo volteó la cabeza ante el saludo “Señor Lennon”, el desalmado respondió con cinco balas de revólver. Declaró que quería ser famoso, pero no era un idiota en el sentido que los médicos consideran la idiocia, aunque sobradamente desde su significado común, por lo que aún está preso.

Hace 40 años de la muerte de John Lennon, quien tenía exactamente esa edad cuando le troncharon la vida. Un malvado nos privó del artista fecundo, pero no del mito que nos sigue acompañando, desde sus canciones como Beatle mayor hasta el pensamiento que nos transmitió:  “Mi rol en la sociedad o el de cualquier artista o poeta es intentar expresar lo que sentimos. No decir a la gente cómo sentir. No como un predicador, no como un líder, sino como un reflejo de todos nosotros”.

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