viernes, 3 de septiembre de 2021

Basilio Alvarez Rodríguez, un ilustre español que murió en Tampa

 Si exceptuamos a algunos apasionados de la historia española que guarda Tampa –Emiliano Salcines, Juan Rañón, Henry Echezábal, José Vivero, entre otros– probablemente muy pocos hayan oído mencionar al insigne español Basilio Álvarez Rodríguez, quien vino a vivir a esta ciudad su último tiempo de vida y murió en ella el 15 de noviembre de 1943, a los 66 años de edad.

   Hace unos días, oí por primera vez su nombre en la cafetería La Oriental, cuando Salcines y Rañón me comentaron el interés que despierta esta figura en Orense, ciudad gallega donde nació en 1877. Muchas razones tienen los orensanos para conservar en la memoria a aquel excepcional sacerdote, periodista, abogado y enérgico luchador en el movimiento agrario que sacudió a Galicia a principios del siglo XX. Pero también merece que se le recuerde en Tampa, donde sus restos fueron envueltos en la bandera de la República Española, rindiéndosele el homenaje que ese día no pudo hacerle su tierra natal, antes de ser depositados en el Cementerio del Centro Español.

   Basilio Álvarez, quien fue Diputado a las Cortes por Orense en 1931 por el Partido Republicano Radical, participó en las elecciones de 1936 en las filas del Partido del Centro Democrático. Dos años después de iniciada la guerra, ante el avance de las fuerzas conservadoras comandadas por Franco, se vio obligado a emigrar, primero a Argentina, después a Cuba, Nueva York y  finalmente a Tampa. De este último período de su vida no hay mucha información, aunque no fue el más activo de su obra escrita y liderazgo.

Basilio Álvarez Rodríguez
   Su época grande en la historia de Galicia corresponde a las primeras décadas del siglo XX, especialmente dentro del movimiento agrario gallego que alcanzó su mayor efervescencia hacia 1910-1912 y en el que la figura de Basilio Álvarez aparece entre los más sobresalientes. Este destacado orensano, pudo haber sido herrero como su padre y hermanos, pero en las primeras pruebas demostró incompetencia para el oficio. Contó más tarde, con el fino humor que le caracterizó, que su padre le dijo: “No sirves para nada, eres tan bruto que vas a tener que dedicarte a estudiar”*. Por eso venció la enseñanza hasta el bachillerato y siguió al Seminario Conciliar de San Fernando a estudiar Teología, ordenándose de sacerdote en 1902.

   Ya en el sacerdocio, recibió una parroquia rural en un lugar llamado Parada de Labiote, probablemente el sitio donde empezó a preocuparse por el modo de vida del campesinado y comprender las condiciones de explotación que padecía. Allí, se incorpora al Círculo Político de Obreros de Orense y comienza a escribir sobre la realidad circundante. Su manual El Catecismo del labriego muestra tempranamente la sensibilidad de un cura cuya actuación desborda los límites de la iglesia. Desde entonces vincula sus compromisos sacerdotales con una labor periodística de crítica social, a través de artículos que inicialmente publica en el periódico La Nueva Época. Enseguida se hizo notar por su reprobación no sólo a los políticos, sino también a comportamientos del clero. Al encontrar resistencia a sus opiniones en el mencionado órgano de prensa, funda el semanario La Galerna y, a su vez, colabora con el periódico El Eco de Orense. Insisto en este empeño periodístico, porque creo que fue este el oficio más perdurable en el intelectual orensano, al extremo de dedicarle un importante libro publicado en 1912 bajo el título El libro del periodista, cuya última reedición es de hace sólo dos años.

   Ser párroco rural marcó el rumbo del catolicismo social que practicó Basilio, entregándose a las luchas por reivindicaciones agrarias que cobraron un gran auge en Galicia en los años anteriores a la primera Guerra Mundial. En su temprano libro El cura rural, de 1904, aflora la pobreza en que vivían los párrocos del campo, pero también expone la situación del campesino y su interacción con la iglesia.

   No es posible advertir si el sacerdocio fue una elección equivocada de Basilio, o si creyó que desde dentro del clero era posible trasformar unos límites impuestos al catolicismo que subsisten cien años después. Porque –al igual que sobrepasó el clásico sermón católico con un discurso de profundas inquietudes sociales y políticas– parece que desde sus primeros años desobedeció el mandato eclesiástico del celibato, seguramente por no encontrarlo en los mensajes de Cristo. Sus biógrafos han encontrado motivos para creer que su traslado a Madrid en 1907 estuvo relacionado con comentarios públicos sobre algún amorío, aunque tal vez fuera este el pretexto de la jerarquía católica inmediata para apartarlo de su protesta ante el estatus quo prevaleciente en su entorno gallego, cargado de rezagos feudales, conservadurismo y ­desigualdad.

   Pero el traslado le hizo bien y antes de apartarse de su pensamiento social, lo fue radicalizando. En lo personal, obtuvo grandes ventajas al ser nombrado capellán del Marqués de Urquijo, relacionándose con figuras relevantes de la Corte. De entonces son algunos artículos suyos publicados en la revista Galicia, pero, a diferencia del contenido de la publicación que exaltaba a la oligarquía gallega, Basilio introdujo comentarios con veladas críticas a ella. De hecho, este no era su lugar. Pudo haberse conformado con elogiar a la familia y clase social del Marqués, seguir impartiendo clases de religión en la Universidad Católica donde alcanzó la amistad de reconocidos catedráticos como el profesor de Sociología Vales Failde, pero prefirió alejarse de este ambiente cómodo para atender a los emigrados gallegos en Madrid, creando con y para ellos La Liga de Acción Gallega (1910), dedicada a defender   el movimiento agrario que protagonizaron los campesinos de Galicia. Desde esta ­organización, fueron ­incontables los mítines, asambleas, escritos y campañas que dirigió Basilio desde Madrid respaldando la lucha de los campesinos gallegos contra el caciquismo imperante en el campo.

   En este período madrileño, Basilio es cofundador y director del periódico El Debate (1910-1936) en el que colaboró, entre otras figuras de renombre, el escritor Benito Pérez Galdós. Asimismo, fue un activo miembro del círculo de intelectuales gallegos que hicieron famosa su tertulia en la cafetería “Excelsior”, de donde salió el Manifiesto de la Liga de Acción Gallega, encabezado por el controvertido sacerdote de Orense, donde expresaba: “Os predicaremos solidaridad y rebelión. Solidaridad para que progreséis, para que os redimáis. Rebelión para que contestéis al ultraje del político como es lícito que se conteste al tirano”**.

  Oraciones agrarias, llamaron muchos a los encendidos discursos de Basilio, como aquel de 1912 en Pontevedra convocado por Acción Gallega, donde expuso: “Si a ello nos empujan, responderemos con sangre y fuego si es preciso: ¿mueran los caciques, abajo los tiranos, viva Galicia redimida!

   Después de un largo período en Madrid, Basilio Álvarez regresa a Galicia en 1912, a desempeñarse como cura en Beiro. En Madrid se había convertido en uno de los líderes agrarios más relevantes de su tiempo, especialmente desde la fundación de La Liga de Acción Gallega, organización de la que Miguel Cabo Villaverde –profesor de la Universidad de Zaragoza–, ha escrito un excelente ensayo que tuvo la gentileza de enviarme***, así como compartir valiosa información para este artículo. Por cierto, en medio del homenaje que actualmente está realizando el Ayuntamiento de Orense a su egregio ciudadano, ha solicitado al Dr. Cabo Villaverde escribir una biografía amplia sobre Basilio de la que seguramente pronto vamos a disponer.

El cura de Beiro, en un mitin agrario 

En Beiro, el sacerdote rebelde incrementó su encendido discurso a favor de las luchas agrarias.  Al frente de Acción Gallega, desarrolló una cadena de mítines en la región galaica, denunciando la crisis económica y opresión en que vive su campesinado, así como la situación política de España durante el reinado de Alfonso XIII, que terminó dando su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera en la década de 1920. A su vez, llamó la atención sobre la crisis cultural y la falta de una literatura que aborde “los caracteres definidores de nuestra personalidad regional”, como ha expuesto María Tezanos Gandarillas en su magistral escrito “Basilio Álvarez: Una sotana casi rebelde”****.

 Naturalmente, una iglesia más cercana a los intereses de los caciques terratenientes que a los del campesinado no iba a permitir que el discurso incendiario de un cura alterara las bases socioeconómicas y políticas prevalecientes, por lo que a fines de 1914 suspenden su actividad sacerdotal. Fuera de la clerecía, el inquieto orensano decide hacerse abogado, seguramente por considerar que desde esta profesión estaría en mejores condiciones de defender a la clase trabajadora con que simpatizaba. En poco tiempo alcanzó el nuevo título en las universidades de Madrid y de Murcia, para iniciar una nueva etapa de su lucha a favor de los derechos agrarios, pero esta vez desde marcos jurídicos, políticos y del periodismo que nunca abandonó.

 En medio de esta nueva labor y con la intención de extender hacia otros países sus ideas sobre las necesarias reformas agrarias que requería el campesinado gallego –y, seguramente, en diversos lugares del mundo–, en 1915 viajó a Argentina, donde lo hicieron socio honorario del Centro Gallego de Buenos Aires. Al regreso, fundó su bufete de abogado en Madrid. Poco después regresó a Galicia, a seguir defendiendo la causa agraria.  Desde allí continuó su labor periodística, colaborando con diferentes diarios republicanos y fundando distintos periódicos, entre ellos La Zarpa, publicado en Orense entre 1920 y 1936 y reconocido como una de las publicaciones más activas de su tiempo en defensa de los asuntos agrarios, republicanos, nacionalistas y de la clase obrera.

Basilio Álvarez, caricatura de Alfonso
Rodríguez Castelao

 En 1931, volvió a Madrid a desempeñarse como abogado. Allí presidió la Casa de Galicia y el prestigio alcanzado entre sus paisanos determinó que lo eligieran diputado a las Cortes por Orense en las Elecciones Constituyentes de 1931, desde las filas del Partido Radical. En 1933 fue vocal del Alto Tribunal de Garantías Constitucionales y lo reeligieron al cargo de diputado.

 En 1936, cuando estalló la Guerra Civil, Basilio se mantuvo fiel a la República a través de declaraciones y escritos periodísticos, pero no ­participó en la contienda armada.  Salió al exilio, como miles de españoles, radicándose por un tiempo en Buenos Aires. De allí se traslada a Cuba, donde sufre una hemiplejía que lo deja paralítico. No tenemos información sobre las fechas en que llega y sale de estos dos países, aunque sí del apoyo del Centro Gallego de La Habana para su traslado a Nueva York. Hacemos énfasis, finalmente, en su llegada a la ciudad de Tampa, porque el final de su vida en esta ciudad fue el primer motivo para la escritura de estas líneas.

 Parece ser que, mediante el intercambio de opiniones entre sociedades españolas de Nueva York y de Tampa y especialmente con la ayuda de Fernando de los Ríos, quien había sido embajador de España en Washington, valoraron lo positivo que sería para Basilio Álvarez contar con las comodidades que ofrecía el Sanatorio del Centro Español tampeño, lo que terminó animándolo a mudarse con su pequeña familia a esta ciudad floridana. LLegó en marzo de 1942 y se alojó en la habitación 35 del Sanatorio mencionado.

 Lo propicio del ambiente tampeño para acoger con cariño y esmerada atención al otrora líder agrario tiene que ver con el entusiasmo con que en esta ciudad se defendió la causa del Frente Popular durante la guerra en que se perdió la República. Desde 1936, en Tampa se creó el Comité de Defensa del Frente Español, si bien hubo que cambiarle el nombre por el de Comité Popular Democrático de Socorro por exigencias de la ley de neutralidad que Estados Unidos firmó ante la guerra española. Con todo, de Tampa salieron decenas de voluntarios a combatir junto al pueblo español, se  realizaron campañas de apoyo a los soldados que defendían la república. En La Gaceta, Victoriano Manteiga dedicó muchas páginas a su causa y hay incontables historias del aporte tampeño para detener el zarpazo militar contra la democracia española. Al finalizar la guerra, se creó en esta ciudad la Junta de la Cultura Española, la que ofreció apoyo a los refugiados españoles, especialmente los que llegaron a México.

 Precisamente, fue esa Junta quien se encargó de recibir a Basilio Álvarez en Tampa, como ha observado la Dra. Ana María Varela Lago en su ensayo “La emigración gallega a los Estados Unidos. La colonia gallega de Tampa, Florida”. Bajo su orientación, se creó un Comité Pro-Basilio, para ayudar a quien tanto hizo a favor de sus coterráneos. A pesar de su enfermedad, Basilio, su esposa Concepción y su hija Carmen se insertaron en nuestra comunidad. El periodista siguió activo y en La Gaceta quedaron escritos suyos, como uno publicado en abril de 1942, dedicado a Julio Álvarez del Vayo, un importante político, diplomático y periodista español que había sido embajador en México. En esa ocasión, del Vayo visitó a Basilio en su habitación del Sanatorio, pues su salud no le permitió asistir al acto en que se conmemoraba un aniversario más de la República Española, nacida el 14 de abril de 1931. 

 El 15 de abril de 1943, después de 20 meses en Tampa, se cerraron los ojos de aquel hombre que, 66 años antes, vino a la vida en Orense para hacer bien a su pueblo natal, a Galicia, a España, a la humanidad. En aquel momento, La Gaceta le dedicó un artículo de homenaje y a falta de su pueblo natal donde hubiera querido descansar en paz, la comunidad de Tampa, presidida por la española, envolvió su cuerpo inerte en una bandera republicana y le acompañó al Cementerio del Centro Español, donde descansa en paz.

 

*Marisa Tezanos Gandarillas. “Basilio Álvarez: Una sotana casi rebelde”. En Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H. Contemporánea, t. 10, 1997, págs. 151-177.

**En José a. Durán. “Basilio Álvarez, radiografía de un agitador”. Periódico El Triunfo, Chile, 30/06/1973. p. 23.

***Miguel Cabo Villaverde. Acción Gallega: populismo agrario y cambio político en la Galicia de la Restauración, 1912-1915.

**** (Espacio, Tiempo y Forma, Serie V, H.” Contemporánea, t. 10, 1997, págs. 151-177).

 Publicado en La Gaceta, Tampa, FL, 3 de septiembre, 2021.

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