viernes, 24 de septiembre de 2021

Breve charla con Orlando Sánchez Soto, un buen intérprete del jazz

 Orlando Sánchez Soto es un pianista, clarinetista y, preferentemente, un excelente saxofonista cubano que en los últimos años vive y toca en Nueva York. Fue uno de los fundadores del Festival de Jazz Plaza de La Habana en 1980 y partícipe del mismo, al lado de los más grandes intérpretes de ese género, hasta el año 2013. Ha deleitado al público devoto del jazz en más de 30 países, entre ellos Canadá, Estados Unidos, México, Panamá, Colombia, Perú, Portugal, España, Francia, Alemania, Italia, Bulgaria, Turquía, China y Japón. Es autor del libro Sistema Armónico Complementario, utilizado por muchos profesores en la enseñanza de música y sigue, con el saxofón a cuestas, apostando por la paz y el amor en el mundo.

Maestro Orlando Sánchez Soto
Has tocado jazz con varias de las figuras más representativas de este género en nuestros tiempos, entre ellos Wynton Marsalis, Craig Harris, Chucho Valdés, Teodosii Spassov y otros.  ¿En qué escenarios se han producido?

 Los maestros Teodosii Spassov y Milcho Leviev pertenecen al período que viví en Sofía, Bulgaria, donde hay muchos intérpretes destacados del Jazz. Con ellos compartí, entre 1994 y 1998, en muchos festivales. Con los otros artistas de fama internacional que has mencionado, donde incluyo a David Valentin, David Murray y otros,  nos reunimos en La Habana.

Te graduaste del Instituto Superior de Arte de La Habana en 1987.  ¿Qué significó en tu formación esa institución universitaria?

Mi educación musical comenzó desde la cuna, a través de mi madre Maritza Soto Machirán, quien estudió piano en el Conservatorio Amadeo Roldán y luego Musicología en el Instituto Superior de Arte (ISA), y fue directora de varios Conservatorios de La Habana.

Pero mi carrera oficial comenzó en el Conservatorio Alejandro García Caturla con el profesor Oscar Soto Prieto, el profesor de Clarinete José Antonio García y otros. Luego hice el nivel medio en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y en el Conservatorio Amadeo Roldan, donde cursé estudios con profesores de alto rango como Harold Gramatges, Félix Guerrero, Alberto Rodríguez y Jesús Rencurrell.  Al terminar el nivel medio ingresé en el ISA, hoy Universidad de las Artes, recibiendo clases de Juan Jorge Junco, Andrés Allen, Graciela Pogolotti y otros, todos grandes pedagogos. Mi educación ha sido especial, dada a la calidad de los profesores y por la feliz coexistencia con estudiantes de primer nivel que hoy son estrellas de la cultura en el mundo.

Aunque se te considera multi-instrumentista (pianista, saxofonista, clarinetista), es el saxofón el instrumento al que más te dedicas. ¿Cómo explicas tu predilección por el instrumento creado por Adolphe Sax en el siglo XIX?

Tuve la suerte de escuchar discos del trabajo impresionante de los maestros John Coltrane, Dexter Gordon y muchos más, creando para mí un mundo sonoro mucho más rico y de más proyección que el del clarinete.   Así, me mantuve siempre al tanto de esos instrumentos, pero cuando me gradué del ISA, decidí estudiar de forma autodidacta el Tenor Sax como instrumento de expresión musical, más acorde con mis intereses musicales. Y, claro, siempre agradezco al belga Adolfo Sax esa maravillosa invención.

Háblame sobre el impacto internacional del Festival de Jazz de La Habana, del que eres uno de sus fundadores.

Después de tantas décadas de confusión ideológica sobre el jazz y otros géneros foráneos, por fin, en 1980, se creó un espacio en la Casa de la Cultura de Calzada y 8, en el Vedado, donde logramos fundar el Festival. En ese tiempo yo formaba parte del colectivo de Gonzalo Rubalcaba. El proyecto se impuso y después participé en varias ediciones, hasta el 2013, con la Bigband conformada por alumnos de la ENA, en el teatro Mella, de La Habana. El impacto del Festival llegó a muchas partes del mundo, reuniendo a los más importantes exponentes de ese género en Cuba, así como dando a conocer a muchos intérpretes cubanos de jazz en el extranjero. Después participé en varios festivales, hasta el 2013.

Además de intérprete, eres profesor de música y autor de un libro sobre enseñanza de jazz que se usa en varias escuelas del mundo. ¿Podrías comentarme sobre este perfil de tu trabajo?

El perfil pedagógico comenzó a raíz de la creación de talleres de música popular; pocos estudiantes tenían alguna formación o información adecuada a lo que ocurría en el mundo del jazz. Entonces, me propuse la tarea de enseñarlo. Hacíamos audiciones colectivas, videos, comentarios, análisis, fichas biográficas, descargas informales. Mas tarde, decidí escribir sobre el tema y salió el Sistema Armónico Complementario, para todos los interesados en aprender a tocar jazz. La primera publicación fue realizada por Advance Music, de Alemania, y luego ha tenido otras ediciones.

¿Qué es para ti Nueva York, donde vives actualmente?

Nunca tuve el propósito de vivir en Nueva York, donde llevo ya algunos años.  Es verdad que tiene una gran fama en el mundo del desarrollo artístico mundial. Pero hoy la tecnología y la Internet han convertido al mundo en una réplica de las exquisiteces de la Gran Manzana. De todos modos, es una gran oportunidad ser testigo de los tiempos que corren en una ciudad tan emblemática.

Nos conocimos en Tampa, donde nos hicimos amigos hace unos años. ¿Cómo recuerdas esta ciudad floridana, a la que espero vuelvas pronto?

 Tampa sonó en mis oídos desde la infancia, por su participación en las luchas patrióticas contra el colonialismo español, especialmente por la actividad de José Martí en esa ciudad. Vine a visitarla en 2014, gracias a mi prima hermana Ana Carolina Vaca Sánchez, y pude compartir con Marcel Ferrer, Alina Izquierdo, Denis Torres, contigo y con otros amigos. Sentí en Tampa mucha amistad y fueron días inolvidables. Espero volver allí pronto,  a respirar el salitre, el aire puro, los buenos habanos de Tampa que tanto nos recuerdan a Cuba y estrechar las manos afables y sinceras de todos ustedes.

 Publicado en La Gaceta, Tampa, 24/9/21

 

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