lunes, 31 de enero de 2022

Ernesto Lecuona: “En Tampa hay divinidades”

 Ernesto Lecuona es reconocido como el más universal músico cubano de todos los tiempos, lo que  es un mérito inmenso, pues la música de la mayor de las Antillas ha dado al mundo grandes estrellas en diferentes géneros. 

Por sólo mencionar algunos, recordemos que en el siglo XIX el virtuoso pianista Ignacio Cervantes y el compositor barroco Esteban Salas y Castro (1725-1803) alcanzaron merecida fama en Europa y América; en el siglo XX, figuras como Alejandro García Caturla, Gonzalo Roig y ­Benny Moré fueron –y son– conocidos en diversos escenarios del planeta. Pero la genialidad de Lecuona desborda, sin disminuir a los otros, los más altos niveles alcanzados por los exponentes de la música culta y popular cubana hasta nuestros días.

Veamos algunos momentos de su creación para significar lo que es de interés en estas líneas, enfocadas al privilegio que fue para Tampa tenerlo entre sus residentes durante los últimos años de su vida. Con sólo trece años dio a conocer su primera composición titulada Cuba y América y a los 17 escribió La comparsa, su primera danza afroamericana, cuya grandeza lo sitúa siendo casi un niño en la cúspide de la creación musical. A esa pieza, que sigue incluida en los repertorios de grandes orquestas del mundo, le siguieron composiciones tan aclamadas como Canto Siboney, Damisela Encantadora, El Amor del Guarachero, El Batey, El Cafetal, El Calesero, El Maizal, La Flor del Sitio, Tierra de Venus, María la O  y Rosa la China. Asimismo, su música para piano (Andalucía, Alhambra), sus valses (Vals azul, Maravilloso, Poético), canciones (Canto Carabalí, Malagueña),  sus obras para danza (Danza de los Ñáñigos,  Danza Lucumí), la ópera El Sombrero,  su Suite Española,  siguen siendo aplaudidas en diversos escenarios. 

La crítica reconoce en Lecuona haber creado la llamada zarzuela cubana, que por sus componentes dramáticos y musicales es muy cercana a la ópera. Algunas de las zarzuelas que mencionamos anteriormente, son las únicas creadas en Latinoamérica que se han incorporado a los repertorios en España. 

Entonando Siempre en mi corazón, Emiliano Salcines me comentó el sábado pasado que esa composición de Lecuona debió ganar el Oscar en 1942 como banda sonora de la película homónima. Y que habría estado en la boca de todos los estadounidenses,  si el jurado no se hubiera inclinado a última hora por White Christmas, que representaba la cultura de la nación.

Estas líneas no intentan una síntesis biográfica del gran músico cubano, sino recordar que en un momento de su vida eligió a Tampa para vivir. De ello hace ya 60 años y, sin embargo, no se ha prestado atención al lugar exacto donde estuvo alrededor de tres años. Buscando en Internet, vi que en varios sitios señalan a la calle Oriente como su dirección. La semana pasada llamé a Salcines con esta inquietud y para que la respuesta estuviera documentada fue a revisar los directorios de la ciudad en una biblioteca y, al llamarme,  me dijo: Es 5004 W Tampania. 

A pesar de la validez de la prueba documentada, tenemos también el testimonio oral del músico y cantante Roberto Ferrer, quien conoció personalmente a Lecuona en Tampa y tuvo el privilegio de que el maestro le acompañara al piano en una de sus primeras canciones. Ferrer, claro, me indicó esa misma dirección. Esa es la casa de Lecuona en Tampa, de la que estuvo encantado, como vemos en una carta que el 8 de enero de 1962 dirigió  a su amiga cubana María de los Ángeles Santana, actriz conocida por todos los cubanos. 

Casa de Ernesto Lecuona en Tampa

En la misiva, le enumera muchas noticias de interés, suyas y de otros músicos cubanos que habían emigrado. Le cuenta sobre Nueva York y  Tallahassee, donde había pasado la Nochebuena anterior y tenía arrendada una casa. Y le habla de la vivienda que había comprado en Tampa, lugar desde el cual le escribe: “Si ustedes vieran esta casa se iban a entusiasmar. Es completamente moderna. Con calefacción interior por las paredes, así como su aire acondicionado; living, comedor, tres alcobas, dos baños tipo Hollywood, de cristales; lindísima cocina, portal, Florida room, utility room, jardines al frente y al fondo, garaje moderno, etc., por 13240 dólares en el mejor barrio de Tampa (reparto). Buen vecindario”. Al final de  la extensa misiva, le dice a la amiga: “Aquí en Tampa hay divinidades”. 

Seguramente habría estado mucho más tiempo en la ciudad, pero se enfermó en un viaje que hizo a España. Fue a Madrid con la intención de presentar su ópera Sombrero de yarey y, mientras se organizaba su montaje, viajó a Islas Canarias a visitar a algunos familiares en el lugar donde nació su padre. Lamentablemente, también fue el lugar donde le tocó morir, sorpresivamente, el 29 de noviembre de 1963. Su cadáver fue enterrado en Nueva York, como él pidió, aunque aclarando que “en el caso de que Cuba sea libre al momento de mi muerte, deseo ser enterrado allí...”.

Hoy, la música de Ernesto Lecuona está regada por el mundo, en diversas orquestas, óperas, en la voz de intérpretes de la música culta y popular que el fusionó a los más altos niveles, en películas cubanas, españolas, estadounidenses, mexicanas, argentinas. Y en Tampa, todavía estamos esperando por el homenaje que merece Ernesto Lecuona.


1 comentario:

  1. Hola Gabriel!

    Qué bien que hayas escrito sobre Lecuona. ¿Sabes que él había planificado radicarse en Tampa para montar la zarzuela Cecilia Valdés, pero se enfermó, fue a Canarias, luego falleció y no pudo cumplir que ese sueño?

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