viernes, 18 de marzo de 2022

Kiev se defiende con el heroísmo de Stalingrado

 Hace unas décadas, leímos mucha literatura acerca de la heroica resistencia del pueblo ruso a la invasión de la Alemania nazi, cuando enfrentó a las enormes tropas con las que Hitler se propuso expandir su dominación por toda Europa. Como sabemos, la esperanza del dictador alemán chocó con la decidida entereza de un pueblo que se unió en la defensa de su tierra.

En las páginas de Ellos se batieron por la patria, de Mijaíl Shólojov, en las novelas de Alexander Bek La carretera de Volokolamsk y Los hombres de Panfilov, como en tantas obras, encontramos admirables escenas de valor, abnegación, grandeza e inmenso sacrificio en aras de expulsar al invasor. En su libro Somos hombres soviéticos el corresponsal de guerra y escritor Boris Polevoi exaltó aquella epopeya y, con ello, la admiración a su país creció mucho en todo el mundo.

Particularmente emotiva resultó la lectura de la novela Días y noches, en la que Konstantín Símonov describe el drama real que vivieron los rusos durante la batalla de Stalingrado, ciudad que defendieron durante casi seis meses calle por calle, casa por casa, hasta aniquilar la poderosa maquinaria de guerra de los alemanes, lanzada con toda su ferocidad sobre la heroica ciudad. Es tal vez la batalla más sangrienta en la historia de la humanidad, donde alrededor de dos millones de personas de ambos bandos perecieron, entre ellos miles de civiles, por culpa de un hombre que, en su locura, se creía capaz de “asaltar los cielos”.

Este "Monumento a la Patria" en Kiev rinde homenaje a la
victoria de la Unión Soviética frente al fascismo, donde  rusos y
ucranianos combatieron juntos.

En Stalingrado, el arma insuperable con que contaron los soviéticos frente a los tanques, aviación y poderoso ejército alemán fue la profunda convicción de su pueblo de que era preferible morir que ser dominado por una potencia extranjera. Hace casi 80 años de aquellos hechos tan fielmente descritos por Símonov en Días y noches y aún se conservan vivos los sentimientos de admiración y gratitud hacia los defensores de una ciudad agredida. Asimismo, el conocimiento de aquellos terribles acontecimientos, provocará siempre el desprecio hacia el agresor, identificado esencialmente en el rostro malévolo de un demente que arrastró a un ejército con el fin de cumplir su obsesión de poder.

Hoy, cuando Kiev está asediada, nos cuesta creer que los agresores provengan del mismo lugar en que vivieron los “hombres soviéticos” que describió Boris Polevoi. Y, más triste todavía, que estén agrediendo a los hijos de quienes en la batalla de Stalingrado compartieron la trinchera.

No es relevante saber si realmente fueron 28 los hombres comandados por Panfilov o si todos murieron para detener a la poderosa maquinaria de guerra alemana cuando avanzaba hacia Moscú. He leído que una película sobre este hecho fue muy admirada por el actual presidente ruso. Sin embargo, si la defensa de Kiev produjera alguna analogía con Stalingrado, los hombres de Volodímir Oleksándrovich Zelenski serían los de Panfilov, los defensores de la ciudad serían el arquetipo de los héroes que salvaron a Stalingrado y, más allá de la idealización novelística, el eterno derecho de los hombres a ser libres volvería a explicar el comportamiento heroico de los ucranianos en esta guerra que de todos modos ganarán.

Sabemos que hay contradicciones entre dos países que hasta hace tres décadas estuvieron bajo la misma bandera soviética y ahora son independientes. Puede entenderse que Rusia tenga resquemores porque la nación vecina se sienta más atraída por la política de Europa occidental que por la suya. Y cuando digo Rusia, aludo a quien detenta el poder desde hace 20 años y ha modificado la constitución para mantenerlo mucho más tiempo, porque no se ha hecho un plebiscito para saber realmente qué piensa el pueblo ruso sobre la guerra en que están volviendo a morir hijos suyos.

Entonces, ¿no era preferible antes de lanzar los aviones y tanques sobre el país fronterizo encontrar una solución que asegure el derecho que cada quien tiene a decidir su destino? De haberse lanzado una agresión ucraniana sobre Rusia, se justificaría la respuesta con las armas. Pero no fue Ucrania quien arrebató a Rusia un pedazo de su país. Tampoco hay señales alarmantes de que la pretensión de Ucrania de ser parte de la Unión Europea –OTAN incluida– sea un primer paso para agredir a Rusia.

¿Quién es el atacante?, ¿quién es el agredido?, debemos preguntarnos a la hora de culpar a alguien por los miles de seres humanos que han muerto en Ucrania en apenas tres semanas de guerra. No basta con justificar el asalto como alternativa a la posibilidad de ser asaltado, como si se tratara de una bronca callejera en que el más guapo vocifera que el que da primero da dos veces. Es mucho más lo que está en juego y de la serenidad, responsabilidad y sabiduría de los estadistas depende el destino de la humanidad.

Publicado en La Gaceta, el 18 de marzo de 2022.

 

1 comentario:

  1. Finalmente una lectura de alguien que cómo esta generación de cubanos, se alimentó del realismo socialista en su evolución personal. Ya sabemos cuánto nos sobredosificación con aquellas drogas a los cubanos intelectuales.¡Cuanta ironía hay en estos acontecimientos actuales!

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