sábado, 28 de febrero de 2015

Fernando Figueredo: el primer alcalde de West Tampa

Por Gabriel Cartaya

     Para los hispanos que vi­vieron en West Tampa a fi­nales del siglo XIX, debió ser común oír hablar, ver en una esquina, o conversar con un hombre hispano de unos 50 años, cuya aureola resplan­decía a su alrededor cuando en las calles se detenía a cada momento, para escuchar el latido que guardaba cada ha­bitante de la naciente plaza urbana. No era solo por la ga­llardía de su estampa criolla, la sapiencia del verbo o el ca­lor de su mano, sino también por el destello legendario que traía consigo. Era Fernan­do Figueredo Socarrás, cuyo nombre, a más de un siglo de distancia, viene cómodo a la memoria, cuando se piensa en los días fundacionales de unas calles adoquinadas que guardan tanta historia.
    West Tampa, conocida pri­mero como Pino City, fue una extensión inmediata hacia el oeste de Ybot City, al otro lado del puente, como efecto del vigor tabacalero alcanzado en los últimos años de la década de 1880. Ahí están todavía los edificios de ladrillos de fuego, orientados de este a oeste, que son vivos testigos del ardor y esperanzas con que nuestros abuelos construyeron la ciu­dad donde vivimos.
    En cuatro o cinco años se levantaron las casas de vi­vir, las fábricas, comercios, escuelas, iglesias, y West Tampa fue tomando el rostro propio que aún la distingue, con calles amplias, portales, aceras. Precozmente crecida, mereció gobierno propio y en junio de1895 tuvo elecciones para su primer Alcalde. En votación libre, sus habitantes decidieron que el cargo co­rrespondiera al bayamés Fer­nando Figueredo Socarrás. Quiso negarse con la explica­ción de que no armonizaba su labor por la independencia de Cuba, con un cargo político en un país que tenía relaciones diplomáticas con España. El Gobernador de la Florida, el demócrata Henry L. Mitchel, le respondió que su labor por la patria natal daba honra al Alcalde de West Tampa.
    ¿Quién era este cubano que recién llegado a West Tampa se convierte en su primer Alcalde? Es larga su historia y el más exigente es­fuerzo de síntesis no podría condensarla en un par de cuartillas. Nació en Cama­güey en 1846, pero por origen y primera formación es baya­més. Completa sus estudios preuniversitarios en La Ha­bana y matricula en la Es­cuela de Ingeniería de Troy, en una Universidad de Nueva York. Entre sus amigos de allí aparece curiosamente Teddy Roosevelt, quien lo llamaba “Figue”, en la confianza grata de la amistad. Está casi al gra­duarse en 1868, con 22 años, cuando el padre le escribe desde Bayamo diciéndole que Carlos Manuel de Céspedes se ha levantado en armas con­tra España. Ha comenzado la Guerra de Independencia de su país y no tiene que pensar­lo. Llega a Bayamo y se incor­pora a la lucha armada.
Debió ser grande el im­pacto que causó en los líderes de aquella epopeya, porque muy pron­to se convirtió en el Ayudante y Secreta­rio de Céspedes, pri­mer Presidente de la República en Armas. Desde entonces, es­tuvo en las princi­pales acciones de la Guerra de los Diez Años y termina como Secretario del Gene­ral Antonio Maceo. Su nombre aparece al lado del de Maceo en la honrosa Protes­ta de Baraguá, donde los cubanos se ne­garon a una paz sin independencia. Con la Paz del Zanjón, el Teniente Coronel Fernando Figueredo tuvo que salir a vivir en el exilio, prime­ro en Santo Domin­go, después en Cayo Hueso y finalmente en Tampa.
    Cuando Figueredo llega a Tampa, ya es ciudadano ame­ricano y ha participado en Cayo Hueso en la vida política de este país. En 1885 fue ele­gido a la Cámara de Represen­tantes por la Florida, siendo el primer cubano en alcanzar ese cargo electoral. También fue superintendente de escuelas por el condado de Monroe, al que correspondían los cayos del sur de la península.
     La fecha en que Fernando Fi­gueredo comienza a radicar en Tampa, corresponde al mes de abril de 1894. Para entonces Fer­nández O´Halloran, que radicaba en Cayo Hueso, ha adquirido la fábrica de tabacos que dos años antes había inaugurado del Pino en esta parte de la ciudad, siendo la primera de varias que en esa década propiciaban el nacimiento y primer esplendor de un nuevo pueblo tampeño.
Para impulsar en West Tampa la producción de puros con mano de obra segura, O´Halloran es seguido por decenas de familias cubanas, entre ellas la de Figue­redo, contratado como tenedor de libros para la firma del distingui­do industrial.
    Emiliano Salcines, que es ca­paz de oír en el tiempo el soplo trascendente del paso del hombre por la vida, me ha acompañado el pasado domingo a mirar en West Tampa la conservación de aquellos edificios, mostrándome con el índice y un caudal de pa­labras la presencia de tanta histo­ria viva. Miramos donde estuvo la casa de Fernando Figueredo, en su tiempo marcada como 404 Main Street y hoy, penosamente, un solar yermo con la yerba cre­cida; nos detuvimos a admirar el edificio construido hace algo más de ciento diez años, hoy biblioteca pública (en 2312 W Union St.), de cuyo interior salió el tabaco clan­destino destinado a Juan Gualber­to Gómez, que ocultaba la orden de alzamiento, en febrero de 1895, para que estallara la guerra por la independencia de Cuba.
    La casa de Fernando, en Cayo Hueso, había sido de visita obligatoria para José Martí, desde su primera lle­gada en diciembre de 1891. La felicidad de aquel hogar debió causar una honda im­presión en el Apóstol, quien le dice en una de sus prime­ras cartas: “El amor lo premió a usted y le da ese aire de rey con que publica sin querer la hermosura de su hogar”. Ya en Tampa Figueredo, Martí viene dos veces más a la ciu­dad y seguramente pudo visi­tarle, en la carrera de atar los últimos cabos para desatar la guerra. Su hijo Bernardo, to­davía mozalbete, le acompa­ñó mucho en esos días, entre Cayo Hueso y Tampa, e inclu­so hasta Nueva York. Lo que no podía entonces presentir el hombre iluminado es que, cuatro años después y a tres de su muerte en combate, su pobre madre, anciana y en­ferma, sería recibida en esta casita tampeña por su amigo Figueredo.
    El patricio bayamés sólo vivió alrededor de 4 años y medio en este pueblo y de ellos uno (1895-1896), como su primer alcalde, pero dejó una huella perdurable, como ocurre con los hombres pri­vilegiados de la historia. Cuando comienza la guerra en Cuba, el 24 de febrero de 1895, Fernando pide su lugar para tomar las armas, pero no es complacido, porque es en ese momento uno de los dirigentes más necesarios en el exterior.
    En septiembre de 1895 fue creado el Gobierno de la Re­pública en Armas y se nom­bró a Tomás Estrada Palma como su Delegado en el Exte­rior. Éste designó a Figueredo como su representan­te en Tampa. Es impresionante la labor que realizó entre 1895 y 1898. Se ha considera­do que asciende a 750 mil dólares la suma recaudada por sus manos en apoyo a la guerra.
Terminada la guerra en Cuba, en 1898, Figue­redo regresó a su patria, como mi­les de cubanos. Ocupó altos car­gos en Cuba desde llegar: en 1902 se crea la república y lo nombran Director Gene­ral de Comunicaciones y en 1912 asumió la presidencia de la Academia de Historia de Cuba.
Su libro, La Revolución de Yara, es hasta hoy una de las fuentes principales para el es­tudio de la guerra del 68. Mar­tí llegó a leer páginas inéditas de esta obra y quiso publicar­lo, según consta en su carta del 25 de febrero de 1894: “Me prometo publicarlo en dos tomos y hacer una edición dedicada a la revolución que programamos”. Finalmente, el libro fue publicado en 1902 y hasta hoy ha tenido varias ediciones.
    Murió a los 83 años, en La Habana, en 1929, rodeado de su familia, de hermanos masones y de muchos com­pañeros de hacer y escribir la historia. Tal vez más nunca volvió a caminar por las calles de West Tampa, pero debió llegarle, hasta el último día, el rumor de su crecimiento y seguramente una brisa cálida de gratitud, porque la segun­da generación tampeña escu­chaba de labios de sus mayo­res su propia historia: la de los fundadores de su ciudad.
Muchas generaciones han pasado, pero si el latido de aquellos hombres nos acom­paña en la obra actual, po­dremos contar con su aliento para hoy y para mañana.
    Si caminas por la acera iz­quierda de la calle Main, de Howard hacia Armenia, de­tente un instante frente a la hierba fresca de ese solar va­cío, donde tal vez escuches, en el ruido del tiempo, como una voz de padre. Es la sen­sación indescifrable de haber identificado la energía etérea que brota de los sitios sagra­dos: esta vez el lugar donde vivió Fernando Figueredo, el primer Alcalde.
Citas: José Martí. Epistolario en V tomos, preparado por Salvador García Pascual. Editorial de Cien­cias Sociales. La Habana, 1993.

2 comentarios:

  1. Gracias por tus aportes a la historia de Cuba y de Tampa. Sigue tu buen trabajo en este blog.

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  2. Gracias por este artículo!! Muy útil, una síntesis muy buena.

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