jueves, 26 de febrero de 2015

José Martí: la fotografía de Tampa

Por Gabriel Cartaya


Miles de veces se ha publicado la fotografía donde aparece José Martí entre un grupo de emigrados cubanos, en Ybor City, Tampa. Cada vez que un artículo, ensayo o libro ha requerido una imagen que ilustre el paso del héroe americano por esta ciudad, o incluso su tiempo en Estados Unidos, se ha acudido a ella. Si el tema se ha concentrado en su simpatía por los obreros, por las fuerzas trabajadoras, se ha incluído este retrato y generalmente al pie se ha indicado que el Apóstol está rodeado de tabaqueros.
Y siempre que se habla de los vínculos históricos entre Tampa y Cuba, la página más emotiva, la dedicada a exhaltar las visitas y los discursos del líder apasionante, está recreada con ese grupo que se detuvo en la escalinata de la fábrica de tabacos de Martínez Ybor, a tomar un daguerrotipo para la historia Hoy la escalinata se ha multiplicado en miles de fotografías, pues más de cinco generaciones, al visitar el lugar, han querido rendir homenaje al instante que la hizo famosa, oprimiendo el obturador de su cámara para dejar constancia de su paso por el lugar. Pero el objetivo de este breve comentario es ofrecer algunas precisiones que puedan ampliar el conocimiento que tenemos sobre la histórica fotografía y a su vez invitar a que, si alguien tiene un nuevo detalle, nos lo haga saber.
¿Y dónde mejor que en Tampa para asomarse a la totalidad de esa imagen? ¿Quién sabe si en ella está presente el ­bisabuelo, o tatarabuelo, de alguien que aún vive  entre nosotros? Lamentablemente, en el momento de la primera impresión, no se consignaron los nombres de todos los presentes y sólo conocemos el que corresponde a figuras muy destacadas.  
Después de Martí, que posa de pie, en el centro, en el último escalón, la figura que más sobresale es la del General espirituano Serafín Sánchez, el tercero a la derecha del Apóstol y cuya elegante personalidad se destaca en el entorno. Al parecer, el que está a la izquierda de Serafín es José Dolores Poyo y entre éste y Martí, un paso hacia atrás, el joven Eligio Carbonell, quienes constituían una especie de Presidencia de la ­reunión, por los cargos que ocupaban en la dirección del recién creado Partido Revolucionario Cubano. También existe referencia documentada sobre la presencia de Esteban Candau en la fotografía, pero no conozco otra imagen suya que ayude a la identificación. Candau era Presidente de la Liga Patriótica Cubana y ocupó diversos cargos en la vertebración del Partido, entro otros el de Presidente del Club “Cubanos Independientes”. Lo que sí me llama la atención es que no esté en la fotografía el General Carlos Roloff, quien estuvo acompañando a Martí en esos días.
La referencia más antigua que conozco sobre esta fotografía corresponde a la revista “Cuba y América”, Volumen IV, núm. 87, La Habana, 1900. Esa publicación  nos ofrece tres detalles importantes: menciona los cuatro nombres citados y nos  informa que el fotógrafo fue el cubano José María Aguirre. Creí que podría tratarse del general del mismo nombre, quien murió en la guerra en 1896, pero todo parece indicar que que estaba en Cuba en ese tiempo. Un tercer dato ofrecido por la publicación de 1900 es la fecha del retrato, ubicándolo en 1893, información que se repite en todas las fuentes consultadas.
Sin embargo, opino que corresponde a 1892, basándome en el siguiente argumento. He mirado detenidamente todas las visitas que hizo Martí a Tampa en 1893, los días que se detuvo en ella, los recorridos en la ciudad y las salidas a Cayo Hueso, Ocala, Jacksonville. En ninguna de ellas le está acompañando Serafín Sánchez, quien vive desde el año anterior en Cayo Hueso, después de abandonar el largo exilio en Dominicana y haber pasado unos días en Nueva York.
Sin embargo, en julio de 1892 sí están juntos en Ybor City los cinco hombres que se identifican en la fotografía: José Martí, Serafín Sánchez, José Dolores Poyo, Eligio Carbonell y Esteban Candau. El 16 de julio llegan al puerto de Tampa, procedentes del Cayo, Martí, Serafín, Roloff y Dolores Poyo. Fueron cinco días de mucho fervor y utilidad.  El 17, por el día, visitan varios clubes y por la noche Martí pronunció un discurso en el Liceo Cubano.  Al día siguiente, el Alcalde Herman Glogowski les invita a recorrer lugares significativos de la ciudad. El 19 y 20 continúan visitando fábricas, clubes revolucionarios, cuerpos de consejo, uniendo voluntades. El 21, a las cinco de la mañana, Martí sigue para Ocala, acompañado por Serafín, Roloff y Poyo. En alguno de esos cinco días, durante una visita a la fábrica de Martínez Ybor, José María Aguirre debió tomar el retrato que se hizo inmortal.
La fotografía que nos ocupa también fue utilizada para un acercamiento a la estatura física de Martí, mediante un estudio comparativo entre los escalones de hierro y su ubicación, concluyendo que medía aproximadamente 167.5 centímetros (5.49 pies, 65.94 pulgadas), con un rango de error estimado entre 5 y 10 milímetros.
Es común que los visitantes al lugar pregunten si esa  escalinata de hierro es la original. Indagando sobre ello y alertado por un comentario que hace un tiempo me hizo Emiliano Salcines, encuentro la siguiente información: Según el documento oficial FL-270, del “Historic American Buildings Survey”, de 1973, la superficie de los escalones fue trasladada a Cuba después de la Guerra de Independencia. Y en el libro A Guide to Historic Tampa, Steve Rajtar afirma que el pequeño techo y las columnas originales también fueron llevadas a la isla. Pero la escalera de hierro es la misma que iluminó la fotografía tampeña del Apóstol.                        A veces nos preguntamos por qué es tan escasa la iconografía martiana, que sólo alcanza a 42 fotografías conocidas. Creo que es una prueba más de su humildad. Una anécdota de la tradición oral así lo refleja. Cuando en Cayo Hueso, en 1894,  Antonio J. Estévez le hizo el retrato donde aparece al lado de su amigo Fermín Valdés Domínguez, le sugirió al líder que no dejara de tomarse fotografías cuando llegara a Cuba. La respuesta de José Martí fue impresionante: “Allá no vamos a retratarnos, sino a morir”.

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