jueves, 26 de febrero de 2015

Liceo Cubano de Ybor City: el lugar del discurso


Por Gabriel Cartaya

En los últimos días, varias personas me han preguntado por el lugar donde José Martí pronunció el brillante discurso “Con todos y para el bien de todos”, el 26 de noviembre de 1891, en su primera visita a Tampa.  Generalmente, quienes interrogan  especifican haber recibido una información imprecisa y no siempre coincidente.
    Casi todos los que visitan a Ybor City, especialmente los cubanos, quieren conocer los lugares que se relacionan con la presencia  de José Martí en ella. Al detenerse frente al Círculo Cubano, en la esquina de Palm Avenue y la calle 14 (República de Cuba), algunos, al contemplar el busto del Apóstol,  identifican el sitio como el lugar donde se produjo la impactante disertación.
    La historicidad de la famosa escalinata de hierro procede de la fotografía donde  José Martí aparece rodeado de muchos pobladores de Ybor City. Seguramente, desde este lugar habló varias veces, en sus múltiples visitas a la fábrica de Martínez Ybor, pero lamentablemente no se conservan esos discursos. Si contamos con los textos “Con todos y para el bien de todos” y “Los Pinos Nuevos”, es gracias a la trascripción taquigráfica realizada por Francisco María González, quien vino de Cayo Hueso para ese propósito.
En realidad, los dos discursos fueron  pronunciados en El Liceo Cubano: el 26 de  noviembre, invitado por el Club Ignacio Agramonte, y el 27, en el acto que organizó la Liga Patriótica Cubana por el 20 aniversario del fusilamiento de los estudiantes de Medicina. Es una afirmación conocida y creo que la confusión se produce cuando se  identifica al Liceo con el Círculo Cubano. El vínculo mental entre los dos lugares fue enriquecido con una anécdota: según han contado testigos, estando Martí rodeado de muchos compatriotas en el Liceo Cubano, abrió los brazos y dijo: Esto no es un liceo, esto es un círculo, un círculo de cubanos.
Liceo Cubano de Ybor City
En realidad, desde el nacimiento de Ybor City en 1886, comenzaron a aparecer distintas organizaciones de cubanos, esencialmente de motivación patriótica. En 1890, los dirigentes más visibles en la comunidad, guiados por Ramón Rivero, convocaron a crear un espacio al que pudieran asistir las diversas agrupaciones. Así nació el Liceo Cubano, que quedó constituído en marzo de ese año, bajo la presidencia de Gonzalo Pérez de Guzmán.
    El local que albergó al Liceo Cubano fue el edificio de madera que Martínez Ybor había donado a los trabajadores. Fue la primera edificación que mandó a levantar el industrial y que utilizó para almacenamiento y despalillado del tabaco, mientras inauguraba la fábrica de ladrillos de la calle 14. Al Liceo se integraron varias agrupaciones de cubanos, atraídos por la idea de contribuir a la independencia de Cuba.
Es a este lugar, situado en la 7.ª  Avenida, entre las calles 12 y 13, donde llega José Martí la noche del 26 de noviembre de 1895, a decirle a un público impresionado: “Yo quiero que la ley primera de la república sea el culto de cada cubano a la dignidad plena del hombre”. Por primera vez un líder explicaba para qué era la guerra y la razón de la independencia, nunca un fin en sí mismas, sino un medio para fundar una república democrática, “con todos y para el bien de todos”.
¿Qué pasó después con el Liceo y por qué se identifica con el Círculo Cubano? Realmente este organismo desapareció al terminar la Guerra de Independencia. Después de proclamarse la paz, Tomás Estrada Palma, como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, llamó a la disolución de los órganos representantivos del independentismo cubano. “Los Clubs, los Cuerpos de Consejo y las Agencias en el exterior, ya no tienen razón de ser”, dice una parte del comunicado que hizo llegar a todos los lugares.
Curiosamente, es en Tampa donde se hace más resistencia a la orden de disolver esas organizaciones. La Delegación de esta ciudad hace constar en un acta que “mientras no sea constituida la República forjada en la mente del Apóstol José Martí, los que fueron afiliados del Partido no podrían entregarse al descanso”.
Pronto se extrañó a aquellos clubes, a las reuniones públicas, a espacios de recreo social y ayuda mutua, y comenzaron a crearse nuevamente. Pero entonces prevalecieron, penosamente, determinadas normas y leyes que afloraban en la sociedad del entorno, en un espacio impactado por la mentalidad racial del Sur de los Estados Unidos, donde los afroamericanos vivían separados de los blancos y creaban sus  propias asociaciones. La historiadora y profesorea universitaria Maura Barrios, en su ensayo “José Martí se topa con Jim Crow: cubanos en el sur”, ha valorado este fenómeno con mucha agudeza.
En aquellas circunstancias se empiezan a crear asociaciones que de alguna manera copian los modelos raciales que le rodean. Así, el 10 de octubre de 1899 se funda el Club Nacional Cubano, en la calle 14, destinado a miembros de la raza blanca. Allí nombraron a Pepillo Rivero como su primer Presidente. Tres años más tarde, con la presidencia de Eladio Paula, comienza a llamarse Círculo Cubano. Es el lugar donde sigue hoy, aunque el edificio actual fue construido en 1917, para sustituir al que fue destruido por un incendio.
A su vez, comienzan a producirse reuniones entre cubanos de la raza negra, quienes deciden crear en 1900 una asociación, a la que llamaron “Librepensadores de Maceo”.   José Isabel Ramos fue el primer Presidente y Ruperto Pedroso una de las figuras que más influyó en su fundación. Más tarde comenzaron a nombrarla “Librepensadores de Martí y Maceo”, una paradoja evidente porque se juntan bajo la imagen de un hombre que procede de la raza blanca y otro de la raza negra, ambos defensores de la igualdad racial. Más tarde el nombre fue derivando al que ocupa en nuestro tiempo -Sociedad Martí Maceo-, y por suerte, hoy sin miramientos al color de la piel.
Curiosamente, el edificio  original de la 7.ª Avenida, donde estuvo el Liceo Cubano, también despareció por la voracidad de las llamas. Y aunque recordar las palabras luminosas de Martí frente a la escalinata de la Calle 14, o donde estuvo la casa de Paulina Pedroso en la 8.ª Avenida,  es enteramente legítimo, sería bueno que una placa conmemorativa fuera situada en el edificio actual de la 7.ª Avenida, para que los pinos nuevos de todos los tiempos puedan leer, en “Con todos y para el bien de todos”, el ideal de patria que por más de un siglo llevamos dentro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario