Hoy, es común que en cualquiera de las más de 40 mil
oficinas de correos que existen en Estados Unidos, seas recibido por una mujer. Pero cuando, a
principios del siglo XX, la joven Elizabeth Dorth Barnard se presentó a
la dirección del Departamento de Correos de Tampa a solicitar trabajo,
la respuesta del ejecutivo que la atendió fue tajante: allí no había ocupación
para mujeres.
En una época en que no era posible el voto de la
mujer para elegir a los gobernantes, el mismo hecho de aspirar a la última
posición de aquel departamento era un atrevimiento. Pero Elizabeth era una
mujer tan atrevida como insistente y en 1907 logró que la admitieran para un
puesto de taquígrafa. Tenía entonces 26 años, dos hijos y, siendo tan joven, ya
cargaba con el infortunio de la viudez.
Aunque
nació en Bradenton, se mudó a Tampa al
contraer matrimonio con Ulysses Barnard, en 1899, noticia que apareció en el Manatee
River Journal, el 28 de septiembre
de ese año: “El sábado 23, al mediodía, el reverendo IS Patterson ofició la
boda del Sr. UG Barnard y la señorita Lizzie Dortch, quienes se unieron en matrimonio (…) sus numerosos
amigos les desean mucha felicidad en su nueva relación en la vida. Ellos
abordaron el barco a vapor en Manatee, y están pasando el resto de la luna de
miel en Tampa. El Sr. Barnard es el segundo oficial en el barco de vapor de
Plant Line Olivette, que necesitará una residencia en Port Tampa City”¹.
Es muy probable que Lizzie –como llamaban a
Elizabeth– oyera mencionar en aquellos
días el nombre de Mabel Williams.
Recién había culminado la guerra en Cuba y en su último capítulo el puerto de
Tampa –y el Olivette en que trabajaba su esposo– habían desempeñado un rol de
primer nivel en los viajes de ida y vuelta de los soldados que participaron en
ella. Seguramente la Oficina de Correos de Port Tampa nunca estuvo tan activa
como en aquellos días e, increíblemente, una mujer, Mabel, estuvo a la
vanguardia de los servicios prestados al país por ese departamento.
Probablemente ese recuerdo impulsó a
Lizzie a insistir en aquel empleo, aunque le reiteraran que era para varones.
De hecho, los orígenes y siglos de existencia de esa
noble profesión estuvieron en manos de los hombres. Tal vez en los inicios,
mucho más en los pies, pues había que correr largas distancias para llevar el
mensaje, de hablado a escrito, a las distancias menos imaginadas. De allí
surgió la voz correo, derivada del acto de correr a cumplir una misión en la
que, muchas veces, iba la vida. De los pies humanos pasó a los equinos, a los
famosos caballos de posta, pero al entrar Elizabeth en la profesión ya las
cartas viajaban en trenes o barcos, a decenas de kilómetros por hora.
En las primeras décadas del siglo XX, cuando
resultaba difícil para una mujer acceder a un puesto laboral que a principios
del siglo XX estaba en manos de los
hombres, es admirable apreciar como Lizzie pudo convertirse en directora del Departamento de Correos de
Tampa, no sólo a pesar de su condición femenina, sino también compitiendo con
eficaces ejecutivos que debían ambicionar esa posición federal, con el agregado
atractivo de ser bien pagada. Se ha mencionado que durante el tiempo en que
ocupó ese cargo, Elizabeth fue la mujer mejor remunerada en el sistema de
correos de toda la nación.
Durante diez años, ella se mantuvo en esa ocupación, en el marco de
un crecimiento dinámico de ese sector, animado con el auge que estuvo
experimentando en ese tiempo la ciudad. Ella recibió el departamento con 19
carteros y lo entregó con un total de 113,
con 16 nuevas oficinas postales creadas en ese tiempo.
No fue el azar quien determinó la inserción del
nombre de Elizabeth Barnard en la historia de Tampa. Fue su fortaleza de ánimo,
capacidad de sacrificio, perseverancia,
carácter y talento, quienes le permitieron salir airosa ante el deber
primario de criar sola a sus hijos y desempeñar un cargo de primera importancia
en la comunidad. Horas de estudio y trabajo, como cuando asistía al Tampa
Business College, días de continuo esfuerzo en
el aprendizaje y la enseñanza,
hicieron de ella una mujer adelantada a su tiempo y un ejemplo para todas las
generaciones siguientes, para nuestro
tiempo y el por venir.
No hay mucha información relacionada con su
actividad posterior a 1933, año en que termina su liderazgo en el sistema de
correos de Tampa. Vivió hasta los 79 años y valdría la pena buscar testimonios
de su labor hasta 1960, cuando murió en la ciudad de Jacksonville. De todos modos,
el ejemplo que nos lega en su papel de primera mujer al frente del Departamento
de Correos de Tampa, es suficiente para que su busto en bronce haya sido
incluido entre quienes, desde ese altar patrimonial, transmiten a quienes
pasean por Tampa River Walk – y desde ellos a todos– el espíritu de los que
hacen crecer el entorno en que viven.
Citas:
1. https://www.findagrave.com/memorial/26039404.
Publicado en La Gaceta, 15 de diciembre, 2017
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