jueves, 15 de marzo de 2018

Apuntes sobre Benjamin Elijah Mays


“La tragedia en la vida no consiste en no alcanzar tus metas. La tragedia en la vida es no tener metas que alcanzar”.
                                                Benjamin E. Mays


   Parece haber sido breve el paso de Benjamin Elijah Mays por nuestra ciudad, pero el impacto dejado en ella, envuelto en su dimensión nacional, ha sido suficiente para la inclusión de su imagen entre las de un grupo de figuras que, esculpidas en bronce, escoltan el paseo de quienes disfrutan caminar por Tampa Riverwalk.
   Cuando asistí a la inauguración de los últimos seis bustos que serían colocados en ese lugar, me llamó la atención el entusiasmo con que un conjunto de afroamericanos rodeó el pedestal destinado a rendir homenaje a Mays. Confieso que entonces no conocía la estatura de la figura aclamada. Sin embargo, al adentrarme en su biografía, no sólo entiendo los aplausos destinados a su recuerdo cuando el alcalde descorrió la tela que cubría la escultura, sino también la necesidad de divulgar más el ejemplo de alguien que consagró su vida a que nuestro mundo fuera mejor.
   Cada 21 de enero, las calles se llenan con la imagen de Martin Luther King Jr., a quien se le ha dedicado ese día en Estados Unidos para celebrar su legado. Es justo que sea así, pero no lo es menos que un nombre como el de Benjamin Elijah Mays le acompañe,  en un homenaje que entraña tanto la gratitud a quienes más lucharon por las conquistas sociales que hoy disfrutamos, como el compromiso de seguir avanzando hacia una sociedad donde ningún ser humano sea segregado por el color de la piel, religión, género, ideología o patrón cultural.
   Dos conceptos adoptados por King para exhaltar la profunda relación que le unió a Mays son suficientes para entender la grandeza de éste: considerarle “padre intelectual” y a su vez reconocerse como “hijo espiritual” del hombre que es considerado, con justicia, como el gestor de los fundamentos intelectuales del movimiento afroamericano por los derechos civiles en Estados Unidos.
   Mays nació el primero de agosto de 1894 en Carolina del Sur, hijo de un matrimonio que había padecido la esclavitud. A pesar de la condición de hombre libre con que llegó al mundo, lo hizo en un tiempo marcado por profundas diferencias raciales, cuando la persecución a los miembros de su raza era tenaz. Siendo joven se reanima el Ku Klux Klan, una organización racista, xenófoba, anticatólica, animada por los sectores más recalcitrantes de la extrema derecha del país.
   Desde la niñez, Mays sufrió los efectos de la segregación. Tendría unos cuatro años cuando vio maltratar a su padre por supremacistas blancos de un grupo denominado Phoenix Riot. Más de una vez vio a integrantes del KKK maltratando a  miembros de su hogar.
   A pesar de las limitaciones de su raza, pudo ir a la escuela, demostrando desde los primeros grados poseer gran inteligencia y voluntad de superación. Un apunte de uno de sus maestros pronosticó que era un alumno “destinado a la grandeza”.
   Con una fuerte influencia de las lecturas de la Biblia, en 1911 matriculó en Brick House School, en Epworth, una escuela patrocinada por la Iglesia Bautista, en Carolina del Sur. Después se graduó en College  Orangeburg, con la distinción de mejor alumno, cuando había cumplido los 22 años.
   Posteriormente, asistió a una universidad bautista, en Richmond, Virginia, en un entorno donde palpó la crudeza del maltrato a los afroamericanos. Por sus excelentes notas, mereció ser aceptado en College Bates, en Maine, donde le aprobaron un paquete completo de ayuda financiera, aunque sus compañeros le habían advertido que aquel no era un lugar para “gente de color”. Ese desafío le inspiró más, imponiéndose mostrar el valor de su raza, que es la mejor manera de defenderla.
   En las aulas de Bates, se destacó en matemáticas y griego, pero especialmente sobresalió en oratoria, graduándose en 1920 con honores.
   Al año siguiente, después de casarse con Ellen Edith Harvin –de la que enviudaría dos años después– , ingresó en la Universidad de Chicago, donde obtuvo una Maestría en 1925, a pesar de haber sufrido allí políticas de segregación como sentarse en los comedores en áreas separadas y sólo acceder a determinadas áreas de lectura en las bibliotecas. Para esa época, se había unido a una fraternidad de hombres de color llamada  Omega Psi Phi y también se había ordenado como Ministro bautista.
   Es también durante ese tiempo cuando Mays se encuentra con John Hope, quien era el presidente de Morehouse College. Coincidieron en la necesidad de trabajar por aumentar la educación en los afroamericanos, lo que Mays comenzó a cumplir viajando a Atlanta como pastor de una Iglesia Bautista. Más tarde, pospuso un doctorado a fin de ejercer la docencia, impartiendo clases de inglés en South Carolina State College, lo que hizo entre 1925 y 1926.
   A partir de esa época, el ascenso de Mays es vertiginoso. Es secretario nacional de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) entre 1928 y 1930 y al año siguiente el Instituto de Investigación Social y Religiosa de Nueva York lo nombra director de Estudio de Iglesias Negras en Estados Unidos. En 1933, decide regresar a la Universidad de Chicago a terminar el doctorado y ese mismo año escribe su primer libro, The Negro’s Church, con coautoría de  con Joseph Nicholson, obra que ha sido considerada como el primer estudio sociológico de la iglesia negra en Estados Unidos.
   Al terminar su doctorado y con la repercusión causada con el libro citado, Mays es llamado por varias universidades a dirigir su Departamento de Religión. Optó por el cargo  de decano de estudios religiosos en la Universidad de Howard, en Washington.
   A pesar de encontrarse en el momento más crítico de la Gran Depresión, Mays logró resultados sorprendentes para el desarrollo de ese departamento y de la propia universidad, entre ellos una notable ampliación de su biblioteca, lo que determinó que la Asociación Estadounidense de Escuelas Teológicas la acreditara como una nueva Escuela de Religión.
   En 1938, aparece el segundo libro de Mays: The Negro’s God: as reflected in his Literature. El autor, que ya es un defensor del movimiento Nuevo Negro,  se enfrenta a quienes sostienen que los hombres negros se comportan, intrínsicamente, con mayor violencia que los blancos. 

   Desde 1940, Mays se convierte en el presidente de Morehouse College, una institución académica de Atlanta  concebida originalmente para afroamericanos, dirigida especialmente a disciplinas liberales. Entonces el Ministro bautista se muda a Atlanta, pero ha dejado en la Universidad de Howard una nueva escuela de teología que le honraría con su nombre..
   En la obra de Mays, uno de los capítulos más trascendentes pertenece a  su liderazgo en Morehouse College, cuya presidencia ostentó entre 1940 y 1967, un tiempo convulso que se inaugura con el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial  y culmina, en Estados Unidos, con el poderoso movimiento por los derechos civiles que puso fin a la profunda segregación racial. En las grandes conquistas sociales de esta época, fue Mays una de las figuras más descollantes.
Morehouse, inaugurada en 1867 como una institución educacional privada –concebida inicialmente para afroamericanos, cuando las leyes segregacionistas impedían su entrada en las universidades de la nación–, alcanza durante el período en que Mays la dirige una enorme notoridad, especialmente por las grandes personalidades que se formaron en ella, entre quienes sobresalieron Martin Luther King Jr., Spike Lee, Samuel L. Jackson  y muchos más.
   Antes de asumir el cargo de Morehouse, Mays visitó la India y tuvo la oportunidad de dialogar intensamente con el líder Mahatma Gandhi, especialmente sobre el papel de la fuerza espiritual como eje de la lucha a través de la resistencia pacífica, método que defendía el guía hindú.  Aunque el ministro bautista le objetó al pensador oriental algunos de sus postulados, coincidió con él en la superioridad de la no violencia, aunque aplicando de manera crítica este método de lucha a las particularidades del enfrentamiento racial en Estados Unidos, donde a los hombres de su raza era más difícil  convencerlos sobre la posibilidad de conquistar sus derechos con las manos desarmadas. Por otro lado, mientras  en la India Gandhi representaba a una mayoría poblacional,  en Estados Unidos se trataba de una minoría racial cuyos cercanos antecesores habían sufrido la esclavitud.
   Con todo, cuando Mays  comienza a dirigir Morehouse, está convencido de la necesidad de disciplinar a las masas para que acudan a la lucha, aun enfrentando la cárcel y la muerte, sin recurrir a la violencia y el odio, bajo el convencimiento de que los ideales democráticos establecidos en la Constitución de Estados Unidos eran incompatibles con la dignidad prometida a todos los seres humanos.
   Luther King, un alumno sobresaliente de Morehouse entre 1944 y 1948,  haría de este lenguaje el centro de su acción política, encabezando el extraordinario movimiento que socavó los pilares de la explotación racial en la nación estadounidense.  Cuando ya King era respetado como el indiscutido líder nacional por los derechos civiles, reiteradamente se refirió  a Mays como su mentor espiritual e intelectual. A su vez, el Maestro  le acompañaría en las grandes movilizaciones que el brillante alumno encabezó. Cuando la   famosa Marcha sobre Washington, en 1963, donde Luther King pronunció el emotivo discurso “I Have a Dream”, Mays se acercó conmovido a darle la bendición a su brillante “hijo espiritual”.  Y cuando a su discípulo le llega la muerte, es al Maestro a quien le corresponde despedir el duelo, pronunciando un discurso que se conoce con el nombre “El hombre no está delante de su tiempo”.
   En ese panegírico, pronunciado en Morehouse el 9 de abril de 1868, frente a más de 150 mil personas, Mays expresó: “King fue más valiente que aquellos que defienden la violencia como una salida (…)Es una muerte redentora de la cual toda la humanidad se beneficiará”.
   No solamente se recuerda a Mays como el maestro y luchador por los derechos civiles en su país. Este hombre de piel negra, inteligente y culto, fue muy apreciado por las grandes figuras políticas de su tiempo, más allá de las fronteras de su país. El presidente Harry Truman lo invitó a la Casa Blanca; fue asesor privilegiado de tres presidentes de la nación –John K. Kennedy, Lyndon B. Jhonson y Jimmy Carter– ; representó a Estados Unidos en Roma, en 1963,  durante el funeral al papa Juan XXIII. Samuel Dubois, el principal biógrafo de Mays,    sostiene que el presidente Carter, que alguna vez lo visitó  en Atlanta, le escribía sistemáticamente para informarse sobre “los derechos humanos, los asuntos internacionales y la discriminación”. 
   Cuando Mays deja de presidir Morehouse (1967),  se sigue desempeñando como educador y ocupa cargos relacionados con la enseñanza, como el de asesor del presidente de la Universidad Estatal de Michigan. A su vez, sigue escribiendo. Publica una colección de sus homilías bajo el título Disturbed About Man, donde da testimonio de las tensiones raciales y sociales que conoció. En la década de 1970, Mays viaja incesantemente por diversas instituciones educacionales, donde pronuncia conferencias para difundir la gravedad de la intolerancia, sea racial, religiosa o cultural. 
   En 1978, el Ministerio de Educación de Estados Unidos  le honró con el Premio al ­Educador Distinguido. Cuando ya había cumplido 75 años, fue elegido en Atlanta para que ocupara el cargo de Presidente de la Junta de Educación de las Escuelas Públicas de ese estado. En esa responsabilidad, tuvo la satisfacción  de supervisar el cumplimento de una orden federal de 1970, destinada a impedir la segregación en las escuelas públicas. También insistió en la extensión del transporte escolar a los barrios afroamericanos y en impedir que el color de la piel influyera a la hora de subir al autobús.
   De hecho, la obra de Mays a favor de la igualdad racial influyó notablemente en que, bajo su propia firma, en  1974 se aprobara una orden declarando que el Sistema Escolar de Atlanta era unitario.
   Cuando la fuerza del tiempo obligó a Mays a jubilarse, alcanzó a percibir la admiración que había alcanzado en retribución a su obra pedagógica, social y humanitaria. Vio una calle de Atlanta marcada con su nombre;  entró a un plantel educacional para alumnos de todas las razas, en cuyo pórtico pudo leer “Benjamin Elijah Mays High School”. Y por donde quiera que pasaba, se le identificaba como uno de los hombres que más luchó por la desagregación racial.
   Cuando, el 28 de marzo de 1984,  con casi 90 años, dejó de latir su corazón en Atlanta, su cuerpo exánime fue trasladado hasta Morehouse, donde se le rindieron honores.
   Los continuos reconocimientos a Mays  alcanzan hasta hoy. El mismo año en que murió, fue incluido en el Salón de la Fama de Carolina del Sur y la casa donde vivió fue marcada como Sitio Histórico Estatal. La Sociedad Phi Beta Kappa, una sociedad académica de honor de la nación, incorporó su nombre. 
   The National School Boards Association creó el Premio Benjamin Elijah Mays Lifetime Achievement. La distinción más alta de Alumni de Bates College se nombra Medalla Benjamin E. Mays. No caben en este espacio las decenas de galardones y títulos honoríficos con que se ha rendido honor al gran mentor de Luther King.
   Hizo bien Tampa en incluir su rostro en bronce en un pedestal de honor, ante cuyo descubrimiento vi tanta admiración y gratitud en el momento de su inauguración. Ahora, cuando se camina por una de las más bellas avenidas de la ciudad, entre personas de todas las razas y culturas, podemos detener el paso respetuoso frente a su imagen y decirle: Gracias, Maestro.

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