“La tragedia en la
vida no consiste en no alcanzar tus metas. La tragedia en la vida es no tener
metas que alcanzar”.
Benjamin
E. Mays
Parece haber sido
breve el paso de Benjamin Elijah Mays por nuestra ciudad, pero el impacto
dejado en ella, envuelto en su dimensión nacional, ha sido suficiente para la
inclusión de su imagen entre las de un grupo de figuras que, esculpidas en bronce,
escoltan el paseo de quienes disfrutan caminar por Tampa Riverwalk.
Cuando asistí a la
inauguración de los últimos seis bustos que serían colocados en ese lugar, me
llamó la atención el entusiasmo con que un conjunto de afroamericanos rodeó el
pedestal destinado a rendir homenaje a Mays. Confieso que entonces no conocía
la estatura de la figura aclamada. Sin embargo, al adentrarme en su biografía,
no sólo entiendo los aplausos destinados a su recuerdo cuando el alcalde
descorrió la tela que cubría la escultura, sino también la necesidad de
divulgar más el ejemplo de alguien que consagró su vida a que nuestro mundo
fuera mejor.
Cada 21 de enero,
las calles se llenan con la imagen de Martin Luther King Jr., a quien se le ha
dedicado ese día en Estados Unidos para celebrar su legado. Es justo que sea
así, pero no lo es menos que un nombre como el de Benjamin Elijah Mays le
acompañe, en un homenaje que entraña
tanto la gratitud a quienes más lucharon por las conquistas sociales que hoy
disfrutamos, como el compromiso de seguir avanzando hacia una sociedad donde
ningún ser humano sea segregado por el color de la piel, religión, género,
ideología o patrón cultural.
Dos conceptos
adoptados por King para exhaltar la profunda relación que le unió a Mays son
suficientes para entender la grandeza de éste: considerarle “padre intelectual”
y a su vez reconocerse como “hijo espiritual” del hombre que es considerado,
con justicia, como el gestor de los fundamentos intelectuales del movimiento
afroamericano por los derechos civiles en Estados Unidos.
Mays nació el
primero de agosto de 1894 en Carolina del Sur, hijo de un matrimonio que había
padecido la esclavitud. A pesar de la condición de hombre libre con que llegó
al mundo, lo hizo en un tiempo marcado por profundas diferencias raciales,
cuando la persecución a los miembros de su raza era tenaz. Siendo joven se
reanima el Ku Klux Klan, una organización racista, xenófoba, anticatólica,
animada por los sectores más recalcitrantes de la extrema derecha del país.
Desde la niñez,
Mays sufrió los efectos de la segregación. Tendría unos cuatro años cuando vio
maltratar a su padre por supremacistas blancos de un grupo denominado Phoenix
Riot. Más de una vez vio a integrantes del KKK maltratando a miembros de su hogar.
A pesar de las
limitaciones de su raza, pudo ir a la escuela, demostrando desde los primeros
grados poseer gran inteligencia y voluntad de superación. Un apunte de uno de
sus maestros pronosticó que era un alumno “destinado a la grandeza”.
Con una fuerte
influencia de las lecturas de la Biblia, en 1911 matriculó en Brick House
School, en Epworth, una escuela patrocinada por la Iglesia Bautista, en
Carolina del Sur. Después se graduó en College
Orangeburg, con la distinción de mejor alumno, cuando había cumplido los
22 años.
Posteriormente,
asistió a una universidad bautista, en Richmond, Virginia, en un entorno donde
palpó la crudeza del maltrato a los afroamericanos. Por sus excelentes notas,
mereció ser aceptado en College Bates, en Maine, donde le aprobaron un paquete
completo de ayuda financiera, aunque sus compañeros le habían advertido que
aquel no era un lugar para “gente de color”. Ese desafío le inspiró más,
imponiéndose mostrar el valor de su raza, que es la mejor manera de defenderla.
En las aulas de Bates,
se destacó en matemáticas y griego, pero especialmente sobresalió en oratoria,
graduándose en 1920 con honores.
Al año siguiente,
después de casarse con Ellen Edith Harvin –de la que enviudaría dos años
después– , ingresó en la Universidad de Chicago, donde obtuvo una Maestría en
1925, a pesar de haber sufrido allí políticas de segregación como sentarse en
los comedores en áreas separadas y sólo acceder a determinadas áreas de lectura
en las bibliotecas. Para esa época, se había unido a una fraternidad de hombres
de color llamada Omega Psi Phi y también
se había ordenado como Ministro bautista.
Es también durante
ese tiempo cuando Mays se encuentra con John Hope, quien era el presidente de
Morehouse College. Coincidieron en la necesidad de trabajar por aumentar la
educación en los afroamericanos, lo que Mays comenzó a cumplir viajando a
Atlanta como pastor de una Iglesia Bautista. Más tarde, pospuso un doctorado a
fin de ejercer la docencia, impartiendo clases de inglés en South Carolina
State College, lo que hizo entre 1925 y 1926.
A partir de esa
época, el ascenso de Mays es vertiginoso. Es secretario nacional de la
Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) entre 1928 y 1930 y al año siguiente el
Instituto de Investigación Social y Religiosa de Nueva York lo nombra director
de Estudio de Iglesias Negras en Estados Unidos. En 1933, decide regresar a la
Universidad de Chicago a terminar el doctorado y ese mismo año escribe su
primer libro, The Negro’s Church, con coautoría de con Joseph Nicholson, obra que ha sido
considerada como el primer estudio sociológico de la iglesia negra en Estados
Unidos.
Al terminar su
doctorado y con la repercusión causada con el libro citado, Mays es llamado por
varias universidades a dirigir su Departamento de Religión. Optó por el
cargo de decano de estudios religiosos
en la Universidad de Howard, en Washington.
A pesar de
encontrarse en el momento más crítico de la Gran Depresión, Mays logró
resultados sorprendentes para el desarrollo de ese departamento y de la propia
universidad, entre ellos una notable ampliación de su biblioteca, lo que
determinó que la Asociación Estadounidense de Escuelas Teológicas la acreditara
como una nueva Escuela de Religión.
En 1938, aparece el
segundo libro de Mays: The Negro’s God: as reflected in his Literature.
El autor, que ya es un defensor del movimiento Nuevo Negro, se enfrenta a quienes sostienen que los
hombres negros se comportan, intrínsicamente, con mayor violencia que los
blancos.
Desde 1940, Mays se
convierte en el presidente de Morehouse College, una institución académica de
Atlanta concebida originalmente para
afroamericanos, dirigida especialmente a disciplinas liberales. Entonces el
Ministro bautista se muda a Atlanta, pero ha dejado en la Universidad de Howard
una nueva escuela de teología que le honraría con su nombre..
En
la obra de Mays, uno de los capítulos más trascendentes pertenece a su liderazgo en Morehouse College, cuya
presidencia ostentó entre 1940 y 1967, un tiempo convulso que se inaugura con
el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial
y culmina, en Estados Unidos, con el poderoso movimiento por los
derechos civiles que puso fin a la profunda segregación racial. En las grandes
conquistas sociales de esta época, fue Mays una de las figuras más
descollantes.
Morehouse,
inaugurada en 1867 como una institución educacional privada –concebida
inicialmente para afroamericanos, cuando las leyes segregacionistas impedían su
entrada en las universidades de la nación–, alcanza durante el período en que
Mays la dirige una enorme notoridad, especialmente por las grandes
personalidades que se formaron en ella, entre quienes sobresalieron Martin
Luther King Jr., Spike Lee, Samuel L. Jackson
y muchos más.
Antes de asumir el
cargo de Morehouse, Mays visitó la India y tuvo la oportunidad de dialogar
intensamente con el líder Mahatma Gandhi, especialmente sobre el papel de la
fuerza espiritual como eje de la lucha a través de la resistencia pacífica,
método que defendía el guía hindú. Aunque
el ministro bautista le objetó al pensador oriental algunos de sus postulados,
coincidió con él en la superioridad de la no violencia, aunque aplicando de
manera crítica este método de lucha a las particularidades del enfrentamiento
racial en Estados Unidos, donde a los hombres de su raza era más difícil convencerlos sobre la posibilidad de
conquistar sus derechos con las manos desarmadas. Por otro lado, mientras en la India Gandhi representaba a una mayoría
poblacional, en Estados Unidos se
trataba de una minoría racial cuyos cercanos antecesores habían sufrido la
esclavitud.
Con todo, cuando
Mays comienza a dirigir Morehouse, está
convencido de la necesidad de disciplinar a las masas para que acudan a la
lucha, aun enfrentando la cárcel y la muerte, sin recurrir a la violencia y el
odio, bajo el convencimiento de que los ideales democráticos establecidos en la
Constitución de Estados Unidos eran incompatibles con la dignidad prometida a
todos los seres humanos.
Luther King, un
alumno sobresaliente de Morehouse entre 1944 y 1948, haría de este lenguaje el centro de su acción
política, encabezando el extraordinario movimiento que socavó los pilares de la
explotación racial en la nación estadounidense.
Cuando ya King era respetado como el indiscutido líder nacional por los
derechos civiles, reiteradamente se refirió
a Mays como su mentor espiritual e intelectual. A su vez, el
Maestro le acompañaría en las grandes
movilizaciones que el brillante alumno encabezó. Cuando la famosa Marcha sobre Washington, en 1963,
donde Luther King pronunció el emotivo discurso “I Have a Dream”, Mays se
acercó conmovido a darle la bendición a su brillante “hijo espiritual”. Y cuando a su discípulo le llega la muerte,
es al Maestro a quien le corresponde despedir el duelo, pronunciando un
discurso que se conoce con el nombre “El hombre no está delante de su tiempo”.
En ese panegírico,
pronunciado en Morehouse el 9 de abril de 1868, frente a más de 150 mil
personas, Mays expresó: “King fue más valiente que aquellos que defienden la
violencia como una salida (…)Es una muerte redentora de la cual toda la
humanidad se beneficiará”.
No solamente se
recuerda a Mays como el maestro y luchador por los derechos civiles en su país.
Este hombre de piel negra, inteligente y culto, fue muy apreciado por las
grandes figuras políticas de su tiempo, más allá de las fronteras de su país.
El presidente Harry Truman lo invitó a la Casa Blanca; fue asesor privilegiado
de tres presidentes de la nación –John K. Kennedy, Lyndon B. Jhonson y Jimmy
Carter– ; representó a Estados Unidos en Roma, en 1963, durante el funeral al papa Juan XXIII. Samuel
Dubois, el principal biógrafo de Mays,
sostiene que el presidente Carter, que alguna vez lo visitó en Atlanta, le escribía sistemáticamente para
informarse sobre “los derechos humanos, los asuntos internacionales y la
discriminación”.
Cuando Mays deja de
presidir Morehouse (1967), se sigue
desempeñando como educador y ocupa cargos relacionados con la enseñanza, como
el de asesor del presidente de la Universidad Estatal de Michigan. A su vez,
sigue escribiendo. Publica una colección de sus homilías bajo el título Disturbed
About Man, donde da testimonio de las tensiones raciales y sociales que
conoció. En la década de 1970, Mays viaja incesantemente por diversas
instituciones educacionales, donde pronuncia conferencias para difundir la
gravedad de la intolerancia, sea racial, religiosa o cultural.
En 1978, el
Ministerio de Educación de Estados Unidos
le honró con el Premio al Educador Distinguido. Cuando ya había
cumplido 75 años, fue elegido en Atlanta para que ocupara el cargo de
Presidente de la Junta de Educación de las Escuelas Públicas de ese estado. En
esa responsabilidad, tuvo la satisfacción
de supervisar el cumplimento de una orden federal de 1970, destinada a
impedir la segregación en las escuelas públicas. También insistió en la
extensión del transporte escolar a los barrios afroamericanos y en impedir que
el color de la piel influyera a la hora de subir al autobús.
De hecho, la obra
de Mays a favor de la igualdad racial influyó notablemente en que, bajo su
propia firma, en 1974 se aprobara una
orden declarando que el Sistema Escolar de Atlanta era unitario.
Cuando la fuerza
del tiempo obligó a Mays a jubilarse, alcanzó a percibir la admiración que
había alcanzado en retribución a su obra pedagógica, social y humanitaria. Vio
una calle de Atlanta marcada con su nombre;
entró a un plantel educacional para alumnos de todas las razas, en cuyo
pórtico pudo leer “Benjamin Elijah Mays High School”. Y por donde quiera que
pasaba, se le identificaba como uno de los hombres que más luchó por la
desagregación racial.
Cuando, el 28 de
marzo de 1984, con casi 90 años, dejó de
latir su corazón en Atlanta, su cuerpo exánime fue trasladado hasta Morehouse,
donde se le rindieron honores.
Los continuos
reconocimientos a Mays alcanzan hasta
hoy. El mismo año en que murió, fue incluido en el Salón de la Fama de Carolina
del Sur y la casa donde vivió fue marcada como Sitio Histórico Estatal. La
Sociedad Phi Beta Kappa, una sociedad académica de honor de la nación,
incorporó su nombre.
The National School Boards Association creó
el Premio Benjamin Elijah Mays Lifetime Achievement. La distinción más
alta de Alumni de Bates College se nombra Medalla Benjamin E. Mays. No caben en
este espacio las decenas de galardones y títulos honoríficos con que se ha
rendido honor al gran mentor de Luther King.
Hizo bien Tampa en
incluir su rostro en bronce en un pedestal de honor, ante cuyo descubrimiento
vi tanta admiración y gratitud en el momento de su inauguración. Ahora, cuando
se camina por una de las más bellas avenidas de la ciudad, entre personas de
todas las razas y culturas, podemos detener el paso respetuoso frente a su
imagen y decirle: Gracias, Maestro.
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