jueves, 8 de marzo de 2018

Encuentro con Evelio Lecour



Evelio Lecour es un prestigioso escultor, ceramista, dibujante y profesor cubano, cuya obra emergió en la década de 1970 para situarse en la vanguardia de la escultura cubana de su generación. En los años siguientes, su obra ha participado en importantes exposiciones colectivas y personales, tanto en Cuba como en Europa y Estados Unidos. Además de su obra de creación artística, ha sido profesor de escultura en la Escuela de Artes Plásticas de San Alejandro, en La Habana. Al saber que en los próximos días visitará la ciudad de Tampa, le envié unas preguntas que afablemente respondió y,  al publicarlas en La Gaceta, le damos la bienvenida a una ciudad donde seguramente nacerá una obra suya.
La profesora y crítica María de los Ángeles Pereira, en “La escultura en Cuba: una historia cautivante”, incluye tu nombre entre los principales escultores que  surgen  después  de 1959, cuando afirma: “Los punteros de esta hornada fueron, a nuestro juicio, Angulo, Villa, Lecour”.  ¿Cómo evalúas a esa generación de escultores cubanos a la que correspondes?
Fue una generación de mucho valor artístico y creativo para la escultura cubana,  pero debo aclarar que el grupo de los escultores, mundialmente, siempre ha sido una minoría (si se compara a la gran cantidad de pintores que siempre han existido). Podemos imaginarnos que para hacer esculturas, en cualquier época –en la Grecia antigua, el renacimiento y hasta hoy en día– se necesitan más recursos para los escultores, y me refiero a los presupuestos, que siempre han tenido que ser mayores que el de otros proyectos artísticos. Es así, por los espacios que se necesitan, los materiales y  herramientas que se emplean para lograr sus trabajos, ya sean trabajos en piedras, mármoles, fundiciones en bronce y hasta cerámicas, que requieren una infraestructura paralela y tecnológica que nos permita tener los resultados deseados.
Nosotros, como cubanos, tanto Enrique Angulo, José Villa y un servidor, entre otros, nos lanzamos a experimentar con recursos propios, aunque limitados,  pero sí con el deseo de perfeccionar y mantener viva la tradición escultórica de nuestra época, siempre enfocados en la calidad  y dirigidos a romper cánones y estereotipos para establecernos en una realidad contemporánea.  
¿Qué influyó más en tu elección de las artes plásticas como profesión? ¿Herencia, entorno, orientación vocacional?
Siempre me gustó crear en barro, plastilina, incluso tallar madera, aunque fuese con instrumentos primitivos.  Cuando comencé la secundaria básica, entré en un círculo de interés de artes plásticas y ahí comencé a organizar mis pensamientos y a ver todos los libros de artes plásticas que caían en mi poder. Gracias a una profesora que impartía clases de arte, empecé a trabajar con acuarelas, pinturas, etc., pero siempre mi vocación se manifestaba en el arte en tercera dimensión, como es la escultura.
¿Qué presencia tiene en tu obra la escultura?
Siempre he tenido el deseo de que mi trabajo escultórico tenga su propio sello. Aunque haya recurrido a diversos estilos, conceptos  y formas, creo que siempre he tratado de que mi obra refleje algo muy singular y muy mío. Los trabajos de inspiración propia, me han permitido lograr series que sean distintivas de mi personalidad artística.
¿Cuáles son los momentos que consideras más significativos en tu trayectoria artística?
Al terminar mis estudios y comenzar a desarrollarme como profesional, me di a la tarea de buscar un material con el cual pudiera expresarme libremente y sortear todas las dificultades en cuanto a materiales y producción que existían.
Por tanto, establecí un taller propio y elegí la técnica de la cerámica, pero enfocado en creaciones en terracota. Logré esto, gracias a que mi postgrado lo hice en la provincia de Camagüey, muy prolífera en barro,  y que en ese entonces tenía una industria que utilizaba barro para hacer tubos para cañerías de desagües. No es menos cierto que me gustaba mucho el modelado directo utilizando el barro y luego podía quemarlo, gracias a esa industria. De ahí salieron mis primeros trabajos profesionales. Hoy día, uno de estos trabajos es parte de la colección  del Museo Nacional de Cuba –mi obra titulada “La despedida”–, que muestra logros de esa época.
Más tarde, experimenté con la cerámica y con dicha técnica hice mi primera serie, con el tema de los buhos, para desmitificarlos. Esto me concedió el orgullo de poder llevarlos a un simposium de cerámica en Italia y Francia. Luego, experimenté de nuevo con la terracota e hice otras series. Entre ellas está la serie de las Isadoras (enfocada en la bailarina Isadora Duncan). Con las Isadoras me pude expresar libremente en el modelado y en la técnica mixta de cerámica con terracota. Después, logré hacer grandes murales en diversos puntos de mi país, también modelados con la técnica de la cerámica, como los murales de Varadero, Santiago de Cuba y La Habana    
Eres habanero de nacimiento y formación y radicas en Miami hace ya algunos años. ¿Te visitan las musas de la Isla cuando estás en el proceso de creación?
Por supuesto. Mi país siempre ha sido la gran musa de mi inspiración.
Además de escultor y pintor, fuiste profesor de escultura en la Escuela de Artes Plásticas de San Alejandro. ¿Cómo valoras ese momento de tu vida profesional?
Fue un momento muy importante en mi vida poder ser profesor de escultura y dibujo. Allí pude transmitir a nuevas generaciones todo lo que aprendí con mis magníficos profesores. Mi orgullo de hoy, es que muchos de mis alumnos gozan de prestigio y fama internacional en el mundo del arte.
¿Cómo evalúas  la abundante persistencia de los motivos afrocubanos, especialmente en madera, que se presentan al turista con pretensión folklórica?
Yo respeto todo tipo de manifestación artística. No podemos caer en la trampa de calificar ciertos trabajos folklóricos de artesanía como arte. Precisamente la palabra lo define, artesanía. En Cuba siempre existió este tipo de trabajo que ahora llaman artesanía artística. Muchos lo hacen en madera o hierro forjado, en pieles pilograbadas y trabajos en carey, por dar unos ejemplos. Esos trabajos son dignos de una tradición que ha tomado auge otra vez, pero deben ser calificados como lo que son.

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