Evelio Lecour es un prestigioso escultor, ceramista, dibujante y
profesor cubano, cuya obra emergió en la década de 1970 para situarse en la
vanguardia de la escultura cubana de su generación. En los años siguientes, su
obra ha participado en importantes exposiciones colectivas y personales, tanto
en Cuba como en Europa y Estados Unidos. Además de su obra de creación
artística, ha sido profesor de escultura en la Escuela de Artes Plásticas de
San Alejandro, en La Habana. Al saber que en los próximos días visitará la
ciudad de Tampa, le envié unas preguntas que afablemente respondió y, al publicarlas en La Gaceta, le damos
la bienvenida a una ciudad donde seguramente nacerá una obra suya.
La profesora y crítica María de los Ángeles Pereira, en “La escultura
en Cuba: una historia cautivante”, incluye tu nombre entre los principales escultores que surgen después
de 1959, cuando afirma: “Los punteros de esta hornada fueron,
a nuestro juicio, Angulo, Villa, Lecour”.
¿Cómo evalúas a esa generación de escultores cubanos a la que
correspondes?
Fue una
generación de mucho valor artístico y creativo para la escultura cubana, pero debo aclarar que el grupo de los
escultores, mundialmente, siempre ha sido una minoría (si se compara a la gran
cantidad de pintores que siempre han existido). Podemos imaginarnos que para
hacer esculturas, en cualquier época –en la Grecia antigua, el renacimiento y
hasta hoy en día– se necesitan más recursos para los escultores, y me refiero a
los presupuestos, que siempre han tenido que ser mayores que el de otros
proyectos artísticos. Es así, por los espacios que se necesitan, los materiales
y herramientas que se emplean para
lograr sus trabajos, ya sean trabajos en piedras, mármoles, fundiciones en
bronce y hasta cerámicas, que requieren una infraestructura paralela y
tecnológica que nos permita tener los resultados deseados.
Nosotros,
como cubanos, tanto Enrique Angulo, José Villa y un servidor, entre otros, nos
lanzamos a experimentar con recursos propios, aunque limitados, pero sí con el deseo de perfeccionar y
mantener viva la tradición escultórica de nuestra época, siempre enfocados en
la calidad y dirigidos a romper cánones
y estereotipos para establecernos en una realidad contemporánea.
¿Qué
influyó más en tu elección de las artes plásticas como profesión? ¿Herencia,
entorno, orientación vocacional?
Siempre me
gustó crear en barro, plastilina, incluso tallar madera, aunque fuese con
instrumentos primitivos. Cuando comencé
la secundaria básica, entré en un círculo de interés de artes plásticas y ahí
comencé a organizar mis pensamientos y a ver todos los libros de artes
plásticas que caían en mi poder. Gracias a una profesora que impartía clases de
arte, empecé a trabajar con acuarelas, pinturas, etc., pero siempre mi vocación
se manifestaba en el arte en tercera dimensión, como es la escultura.
¿Qué
presencia tiene en tu obra la escultura?
Siempre he
tenido el deseo de que mi trabajo escultórico tenga su propio sello. Aunque
haya recurrido a diversos estilos, conceptos
y formas, creo que siempre he tratado de que mi obra refleje algo muy
singular y muy mío. Los trabajos de inspiración propia, me han permitido lograr
series que sean distintivas de mi personalidad artística.
¿Cuáles son
los momentos que consideras más significativos en tu trayectoria artística?
Al terminar
mis estudios y comenzar a desarrollarme como profesional, me di a la tarea de
buscar un material con el cual pudiera expresarme libremente y sortear todas
las dificultades en cuanto a materiales y producción que existían.
Por tanto,
establecí un taller propio y elegí la técnica de la cerámica, pero enfocado en
creaciones en terracota. Logré esto, gracias a que mi postgrado lo hice en la
provincia de Camagüey, muy prolífera en barro,
y que en ese entonces tenía una industria que utilizaba barro para hacer
tubos para cañerías de desagües. No es menos cierto que me gustaba mucho el
modelado directo utilizando el barro y luego podía quemarlo, gracias a esa
industria. De ahí salieron mis primeros trabajos profesionales. Hoy día, uno de
estos trabajos es parte de la colección
del Museo Nacional de Cuba –mi obra titulada “La despedida”–, que
muestra logros de esa época.
Más tarde,
experimenté con la cerámica y con dicha técnica hice mi primera serie, con el
tema de los buhos, para desmitificarlos. Esto me concedió el orgullo de poder
llevarlos a un simposium de cerámica en Italia y Francia. Luego, experimenté de
nuevo con la terracota e hice otras series. Entre ellas está la serie de las
Isadoras (enfocada en la bailarina Isadora Duncan). Con las Isadoras me pude
expresar libremente en el modelado y en la técnica mixta de cerámica con
terracota. Después, logré hacer grandes murales en diversos puntos de mi país,
también modelados con la técnica de la cerámica, como los murales de Varadero,
Santiago de Cuba y La Habana
Eres
habanero de nacimiento y formación y radicas en Miami hace ya algunos años. ¿Te
visitan las musas de la Isla cuando estás en el proceso
de creación?
Por supuesto.
Mi país siempre ha sido la gran musa de mi inspiración.
Además de
escultor y pintor, fuiste profesor de escultura en la Escuela de Artes
Plásticas de San Alejandro. ¿Cómo valoras ese momento de tu vida profesional?
Fue un
momento muy importante en mi vida poder ser profesor de escultura y dibujo.
Allí pude transmitir a nuevas generaciones todo lo que aprendí con mis
magníficos profesores. Mi orgullo de hoy, es que muchos de mis alumnos gozan de
prestigio y fama internacional en el mundo del arte.
¿Cómo
evalúas la abundante persistencia de los
motivos afrocubanos, especialmente en madera, que se presentan al turista con
pretensión folklórica?
Yo respeto
todo tipo de manifestación artística. No podemos caer en la trampa de calificar
ciertos trabajos folklóricos de artesanía como arte. Precisamente la palabra lo
define, artesanía. En Cuba siempre existió este tipo de trabajo que ahora
llaman artesanía artística. Muchos lo hacen en madera o hierro forjado, en
pieles pilograbadas y trabajos en carey, por dar unos ejemplos. Esos trabajos
son dignos de una tradición que ha tomado auge otra vez, pero deben ser
calificados como lo que son.
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