Cuando supe que el nombre de Juan Gualberto
Gómez había sido uno de los elegidos por el urbanista Ariel Quintela para
bautizar a uno de los ocho edificios que él, junto a otros inversionistas,
están remozando en Ybor City, me pregunté por los vínculos que el conocido
patriota cubano pudo tener con esta ciudad, más allá de sus méritos como
político, intelectual y cercano colaborador de José Martí, para esa
preferencia. Sobre los nombres
seleccionados para otros edificios –José Martí, Fernando Figueredo, Pedroso,
Socarrás–, es bien conocida su presencia en
Tampa. Al conocer los nombramientos,
me pregunté por qué no
se pensó en Carbonell, por el peso que tuvieron padre e hijo (Néstor Leonello y
Eligio), no sólo en la primera visita de Martí a Tampa, sino en toda la obra
realizada desde Ybor City por el desarrollo de este pueblo y por la
independencia de Cuba. Pero seguramente nuevos lugares recibirán este nombre,
como sería justo también que el de Carolina Rodríguez “La Patriota”, Ramón
Rivero y el de otros guías luminosos de
su tiempo, sean grabados en un sitio que perpetúe su ejemplo.
Juan Gualberto Gómez |
Ahora, quiero exponer algunos elementos que
justifican plenamente el haber pensado en Juan Gualberto Gómez para que, con su
nombre en uno de los edificios que darán vigor a la urbanización renovada de
Ybor City, se rinda homenaje permanente a su memoria. Sabemos que en él José
Martí depositó toda su confianza y lo designó
máximo representante del Partido Revolucionario Cubano (PRC) dentro de
la Isla, y le dirigió la Orden de Alzamiento cuando se consideró llegado el
momento del levantamiento simultáneo en varios lugares de Cuba, el 24 de
febrero de 1895.
El que Juan Gualberto recibiera en el fondo
de las capas de un tabaco la orden de iniciar la guerra con el olor a Tampa en
su envoltura, es ya, por sí misma, una razón para que el nombre de aquel
matancero, que nació del vientre de una esclava, luzca en el portón de uno de
los hermosos edificios que ahora están renaciendo en la histórica ciudad
floridana.
Pero es bueno saber que Juan Gualberto
también anduvo por las calles de Tampa, durante una visita que realizó en 1898.
Ese año llegó a Nueva York, acabado de salir de la cárcel de Ceuta, en España,
donde estuvo desde que lo aprisionaron al alzarse en armas el 24 de febrero de
1895.
Desde su llegada a Estados Unidos se mantuvo
alrededor de Tomás Estrada Palma, quien fungía como Delegado del PRC desde la
muerte de Martí, siendo, a la vez, el máximo representante de la República en
Armas en el exterior. En el mes de julio de 1898, cuando se produce la derrota
de España en la batalla naval de Santiago de Cuba y es inminente el fin de la
guerra, Estrada Palma envía a Juan
Gualberto a Tampa, con el interés de conocer detalles sobre la comunidad cubana
en esta ciudad, cuando muy pronto se va a producir el regreso de una parte de
sus integrantes a la Isla y cuyo
ordenamiento es preocupación de la máxima dirección revolucionaria en la
emigración. El periódico Patria, en su edición del 9 de julio de ese
año, da a conocer que Juan Gualberto está en Tampa “desde hace ya varios días”.
En el número siguiente –29 de julio– Patria informa: “Juan
Gualberto Gómez está a punto de terminar
satisfactoriamente los trabajos que le encomendara la Delegación cerca de los
cubanos residentes en Tampa”.
Cuando se produjo la visita de Juan Gualberto
Gómez a Tampa, aunque sólo tenía 44 años, ya acumulaba un largo historial de
lucha por la independencia de Cuba. Nació libre en Sabanilla del Encomendador,
en la provincia de Matanzas, porque su
madre logró ahorrar dinero para, al salir embarazada, impedir que su hijo
naciera esclavo.
Además de libre, Juan Gualberto nació con una
inteligencia prodigiosa, lo que le abrió
el camino a estudios en La Habana. El talento le hizo ganar el apoyo de
maestros y personas con recursos económicos, y en 1868, ya iniciada la guerra
de los Diez Años, pudo ir a Francia, donde ingresó en una escuela preparatoria
de ingenieros. En París se produjo su primer vínculo con los líderes independistas
cubanos, sirviendo de traductor a Francisco Vicente Aguilera en su labor de
recaudación de fondos para la guerra.
En 1875, Juan Gualberto abandona Francia y se
radica en México. En 1878, regresa a La Habana, casi en el mismo tiempo en que
lo hace José Martí desde Guatemala. Se conocen ese mismo año y comienzan una
amistad que duró hasta siempre. Juntos comienzan a conspirar por el reinicio de
las hostilidades. Cuando el 17 de septiembre de 1879 detienen a Martí, lo hacen
en la casa de su amigo Juan Gualberto, quien ya está publicando el periódico La
Fraternidad. Después lo encarcelan y
deportan también a él.
Tenía mucha historia a favor de la libertad
el afrocubano ejemplar cuando Martí funda el Partido Revolucionario Cubano.
Había vivido un largo tiempo en Europa, regresando por segunda vez a Cuba en
1890, preparado para la alta responsabilidad que le asignó su amigo. Ambos
coincidían en la necesidad de una contienda bélica rápida y eficaz que abriera
el camino a una república moderna y
justa.
Martí no pudo llegar a su fundación, pero su
amigo fue uno de los más fieles defensores de su ideario en el intento de ordenarla. Su labor
como miembro de la Asamblea Constituyente de 1900, su papel en la Cámara de Representantes
(1914-1917) y en el Senado (1917-1925), pero especialmente en sus notables escritos,
son prueba de ello, aun cuando no pudiera contener los rumbos que se
apartaban de la verdadera república martiana. Pero fue su defensor, hasta los
78 años con que murió, el 5 de marzo de 1933.
Aquel fiel defensor de la igualdad racial, de
la libertad de pensamiento y la fraternidad humana, un día caminó por las
calles de Ybor City y West Tampa. Debió ser honda su emoción al mirar la
fábrica de tabacos de O’Halloran, donde el buen Fernando Figueredo debió
contarle los detalles secretos del día en que cubrieron en las capas profundas de un tabaco el edicto enviado a él, para que avisara la
hora del alzamiento. Su nombre, que lo lleva hoy el pueblo donde nació, también lo veremos al frente de un hermoso
edificio de Ybor City.
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