viernes, 11 de septiembre de 2020

Hacia la eternidad Puly Sequeira, habanero y tampeño

 

El domingo pasado, supe por las redes sociales que Gabriel “Puly” Sequeira Romeu había fallecido el día antes. En ese instante, rememoré las veces en que pude conversar con él. La imagen inicial con que emergió al recuerdo fue la de su rostro amistoso, sonriente, jovial, con un perceptible halo de timidez.

La primera vez que vi a Puly fue en su hogar, en la calle Habana. Al vivir en una vía con el nombre de la ciudad donde llegó a la vida en el lejano 1933 y en una casa  llena de música cubana, parecía que aún estaba en el ambiente musical isleño en que creció, rodeado de sus ilustres familiares. De ello hablamos enseguida esa tarde, de su abuelo Armando Romeu –célebre pianista y director de orquesta–, del virtuoso tío abuelo Antonio María Romeu, compositor de más de 500 danzones; de su madre Zenaida Romeu, maestra de piano de figuras como Chucho Valdés; de su hermana Zenaidita, actual directora de la Camerata de Cuba.

La conversación,  acompañada de un exquisito café cubano, entre decenas de viejos discos atesorados por él, derivó hacia su propia historia cuando nuestra insistencia (compartí la visita con Marcel Ferrer, entonces productor del programa televisivo “Buenos días latino”, del entonces CNN en español en Tampa). ­Allí, supe de sus inicios en la música, primero estudiando piano, después  autodidacta y en la década de 1950 como técnico de radio y locutor en la emisora CMQ. Al inaugurarse la televisión en Cuba –primer país de América Latina en hacerlo– él fue uno de los primeros en sumarse, trabajando en Unión Radio  Televisión, el canal que lanzó la primera señal, en 1950. En el año 1954, Puly fue uno de los 9 cubanos contratados para montar una estación de televisión en Bogotá, Colombia, entrenando al personal que echó a andar la televisión de ese país.

En 1960, con 27 años, emigró de Cuba y se instaló en Miami. Allí, como músico, compartió escenarios con relevantes figuras que entonces iniciaban su carrera artística, entre ellos Wyly Chirino. En 1963 se mudó a Tampa, donde encontró su hogar para el resto de su larga vida, pues de los 87 años que llegó a vivir, 57 fueron en esta bella ciudad, tal vez la de más profunda historia cubana en Estados Unidos.

En Tampa, el nombre de Puly Sequeira estará eternamente vinculado a la historia de la radio,  pues hizo grandes aportes a los inicios de la programación hispana en la ciudad. Se le recuerda en La Latinísima,  en Radio Progreso, en La Tremenda Musicalísima, en el programa “Puntos de vista”, presentado por el músico cubano Roberto Ferrer y otros espacios radiales.

Después de la primera conversación, muchas veces me encontré con Puly Sequeira, las primeras en aquel canal de televisión y después en ­diversos lugares donde él acudía a tocar el piano, especialmente en Ybor City y West Tampa. En todas las ocasiones me saludó con la misma sonrisa y siempre le oí palabras pletóricas de optimismo y fe. En una ocasión compartimos un programa de radio y en otra comentamos, in situ,  un concierto ofrecido por Roberto Ferrer, su amigo de muchas décadas y con quien compartió la producción de más de cuarenta discos.

De Puly, también me queda un recuerdo personal, debido a su infinita bondad. Le pedí el favor de mirar un piano que requería afinamiento y al día siguiente tuve el placer de verlo llegar a mi casa y presentarlo, con honda satisfacción, a mi familia.

Con todo, el tiempo que más compartí con Puly fue alrededor de una extensa entrevista que le hice para La Gaceta en febrero de 2016. Estuvo varias horas en mi sala de trabajo, me contó con mucho orgullo sobre su familia, me mostró dos extensos catálogos con la obra de su abuelo Armando Romeu y me ofreció muchos detalles acerca de su larga vida en esta ciudad.

La entrevista, titulada “Puly Sequeira y la más grande dinastía musical cubana”, la concluí entonces con las siguientes palabras: “Gracias a Puly Sequeira Romeu, a sus ancestros y descendientes, por la riqueza musical con que su familia ha enriquecido el alma de la nación cubana y, desde ella, contribuido a la cultura universal”.

He leído en las últimas horas diversas expresiones de tristeza y conmoción por la muerte de Puly. “Es uno de esos seres que quisiéramos  fuera eterno. Un hombre cabal, íntegro, amable, simpático, cariñoso, hijo y nieto ejemplar, esposo, padre, el familiar preferido que todos tenemos (…) Te vamos a extrañar enormemente”, escribió en Facebook Armando Romeu, un primo suyo. “Vivo orgullosa de mi padre”, confesó su hija Gladys, recordando con emoción que en la celebración de los 15 años de sus hijas, el abuelo bailó con ellas un danzón criollo.

Ahora nos falta en Tampa su voz noble y cariñosa, unas notas musicales de rica cubanía, un ademán de  ayuda a los más necesitados, una sonrisa franca y solidaria; pero nos acompaña el recuerdo de un hombre bueno, eternamente inmortalizado en su familia, en los amigos y en la memoria de una ciudad que hizo suya  y a la que sirvió como ciudadano ejemplar.

 Publicado en La Gaceta, 11 de septiembre, 2020.

 

 

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