viernes, 29 de octubre de 2021

Jonas Salk, el ejemplo de un científico que pensó en la humanidad

 Este 28 de octubre se cumple un aniversario más del natalicio de Jonas Salk, el científico estadounidense a quien la humanidad debe la primera vacuna efectiva contra la poliomielitis, una enfermedad viral que afecta principalmente al sistema nervioso, a la médula espinal y puede causar la muerte o parálisis para toda la vida.

   Durante siglos, probablemente milenios, esta enfermedad altamente contagiosa fue un azote para la humanidad, especialmente para la población infantil y con mayor presencia en países de clima templado. Como ante todos los virus, muchos le atribuyeron orígenes y soluciones supersticiosas, hasta que en 1840 fue descrita científicamente por el alemán Jakob Heine. Pero no existió un control sobre ella hasta más de un siglo después, cuando, en 1949, el bacteriólogo John Franklin Enders logró cultivar el virus en laboratorio dentro de tejidos. Fue precisamente a través de esta técnica que el epidemiólogo Jonas Edward Salk desarrolló una vacuna para los tres tipos de poliomielitis que ya eran conocidos.

   Una vez terminado el proceso de pruebas a su propuesta, en 1954 se inició su inoculación, deteniéndose progresivamente la terrible epidemia. Desde entonces, la vacunación se fue extendiendo por todos los continentes, erradicándose cada vez en mayores áreas del planeta. En nuestro tiempo, se considera que sólo en Pakistán, Afganistán y Nigeria no se ha logrado aún eliminar la poliomielitis y una de sus causas es la persistencia de supersticiones y opiniones anticientíficas que obstruyen la vacunación.

Dr. Jonas Salk, fotografía de Frank Lennon, 4 de mayo de 1976.
    

   En Estados Unidos, país donde surge la vacuna de Salk, el proceso de inmunización se extendió rápidamente. Como es costumbre, se acudió a figuras muy famosas para que influyeran con su ejemplo en la población. Se recuerda que el 28 de octubre de 1956 –justamente el día  en que Jonas Salk celebraba su 42 cumpleaños–, Elvis Presley se fotografió mientras lo inyectaban y el impacto de esa imagen fue tan arrollador que, ese año, cuando apenas  el 0.3% de jóvenes de menos de 21 años estaban vacunados, la cifra ascendió inmediatamente a más del 80%. Como quiera que sea, fue atajada la epidemia y en pocos años erradicada en la nación.

   Pero estas notas quieren, especialmente, recordar al científico Jonas Salk, en el 107.° aniversario de su natalicio, al hombre ejemplar que dedicó su poderoso talento a la medicina, a la ciencia, a la vida. Nació en Nueva York, hijo de inmigrantes judíos procedentes de Rusia.  Desde la infancia dio pruebas de ingenio y a los doce años ingresó a la secundaria básica Townsend Harris, que privilegiaba a alumnos de alto rendimiento. Terminó en tres años los programas que correspondían a cuatro y entró a la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, donde sobresalió tanto en las asignaturas cursadas como en las investigaciones de Medicina.

   Graduado, comenzó a ejercer la profesión de médico científico en el hospital neoyorquino Mount Sinai, pero en 1942 ganó una beca de investigación en la Universidad de Michigan, uniéndose a un grupo de científicos que, dirigidos por Thomas Francis Junior, se afanaban en encontrar una vacuna contra la gripe. Esa vacuna estuvo lista en 1945 y a ella contribuyó Salk destacadamente.

   A partir de ese año, el joven científico comenzó a investigar la poliomielitis. En 1947, lo nombraron director del laboratorio que investigaba ese virus en la Universidad de Medicina de Pittsburgh. Allí, comenzó a desarrollar las técnicas que llevaron finalmente a la vacuna que lleva su apellido.

   Durante los años previos a esa inyección, las epidemias resultaron devastadoras en Estados Unidos. Se menciona la de 1952 como una de las más severas, cuando se reportaron 58 mil casos, de los que 3145 fallecieron y 21269 quedaron paralíticos, niños en su gran mayoría.

   Realmente, hasta la aparición de la vacuna, la poliomielitis era un fantasma que recorría el mundo todos los años. Muchas figuras de gran relieve histórico la padecieron, como es el caso del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, a quien dejó paralítico para siempre.

    Del eminente científico hay que destacar la inteligencia, voluntad y dedicación a la ciencia, pero también su alto sentido de responsabilidad y el valor del ejemplo. Cuando estuvo convencido de que inyectando poliovirus muertos a sus pacientes los inmunizaría, probó primero la vacuna consigo mismo, con su familia, compañeros de trabajo y voluntarios que no habían sido contagiados.

   El día que se dio a conocer el triunfo de la vacuna –el 12 de abril de 1955–, Salk fue aclamado por la comunidad científica y por toda la nación que vio un verdadero milagro en el descubrimiento que detendría la enfermedad contagiosa más temible de entonces.

   Después, Jonas Salk se negó a patentar la vacuna cada vez que se lo pidieron. Se opuso rotundamente a tener un privilegio sobre un descubrimiento que consideraba era un bien para la humanidad. En una ocasión en que un periodista lo interrogó por aquella actitud, respondió con brevedad: ¿Se puede patentar el sol?

   Desde entonces hasta nuestros días, se ha seguido desarrollando la vacuna contra la poliomielitis. En 1961, Albert Bruce Sabin dio a conocer la que se aplica por vía oral, ofreciendo otra opción a la de Salk. Sin embargo, el camino a la erradicación de la poliomielitis en casi todo el mundo lo abrió Salk, un hijo de inmigrantes que llegaron pobres a Estados Unidos. Él renunció a todo el dinero que pudo ganar con su descubrimiento. El 23 de junio de 1995 murió en California sin ser millonario, pero dueño de una riqueza mayor, legítima e inagotable: la satisfacción de haber hecho mucho bien al ser humano. 

Publicado en La Gaceta, Tampa, 29 de octubre, 2021.

 

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