viernes, 13 de junio de 2025

Entrevista al pintor cubano René Francisco Rodríguez

   René Francisco es uno de los más importantes artistas cubanos contemporáneos.  Su nombre sobresale no solo por su propia obra pictórica, sino también por el ejercicio docente y la influencia que ha tenido sobre otros artistas de su tiempo. Asistió al Instituto Superior de Arte (ISA) de La Habana, entre 1977-1982. Un lustro después se inició como profesor, aplicando métodos de enseñanza experimentales que impulsaron a una nueva generación de artistas del entre los que sobresalen Alexandre Arrechea, Wilfredo Prieto y Duvier del Dago Fernández.

Su  trabajo en el arte conceptual, abierto al desarrollo de la comunidad, contiene una implicación hacia la pedagogía, el arte y la vida, lo que alcanzó un momento cumbre en el proyecto Desde Una Pragmática Pedagógica (DUPP), una iniciativa educativa a la que dio cabida el Instituto Superior de Arte. Como fundador y director de la galería reconocida con esa sigla, ganó el Premio de las Artes de la UNESCO en la 7.ª Bienal de La Habana, en el 2000.

En 2001, René Francisco recibió un doctorado honorario en bellas artes de San Francisco Art Institute en San Francisco, California. Asimismo, ha sido artista residente en Barcelona,  Nueva York,  Alemania, Israel y  Suiza. Ha participado en numerosas exposiciones personales y colectivas en Estados Unidos, América Central y del Sur, China y Europa. Actualmente vive en Madrid y recientemente nos visitó en Tampa, participando en una exposición de pintura cubana en el Museo de Arte de la ciudad.

En esa ocasión le solicitamos la entrevista que ahora damos a conocer en La Gaceta.


En La Gaceta, durante una reciente visita de René  Francisco a Tampa.

Tu nombre y tu profesión como artista y pedagogo están vinculados a una experiencia creativa que se denomina Desde Una Pragmática Pedagógica (DUPP), una práctica surgida desde el Instituto Superior de Arte de Cuba. ¿Qué significó en tu vida profesional?


Significó intentar romper con organicidad el viejo esquema del sistema educativo, basado en presentar un programa, muy orientado desde arriba, en parámetros directrices muy verticales y proponer un proyecto donde los estudiantes de alguna manera, y como amos del deseo, pudieran interpelarme y prefigurar la dirección hacia donde querían ir. Me convertí en un detector de temas que les motivaban. Mas que establecer esa ruta programática, ideamos juntos, en equipo, un proyecto que fuera, por decirlo de alguna manera, un viaje sin lineamientos tradicionales, basado en la discusión, en la búsqueda de un camino común, marcado por  intereses y deseos palpitantes.

Significó cambiar las posiciones convencionales y establecer algunas nuevas, al menos intuitivas, en muchos casos empíricos: anulación del profesor, quien se convierte en un modelador audaz, trasmisión de conocimientos y debates horizontales, horarios más allá de lo establecido, convivencia, trabajo en equipo para resaltar las cualidades individuales, creando una comunidad de acciones fuera del aula tradicional y fuera de la universidad, a la intemperie, buscando satisfacer el deseo y recogiendo nuevos contenidos, en un plano vivencial, directo con la comunidad y barrios necesitados donde podríamos acopiar acervo cultural in situ, costumbres y necesidades populares de diversos niveles.

Eran oficios que la universidad o el sistema de enseñanza habían relegado a un intrascendente destino, y con los cuales, de regreso a la escuela, podrían verse como una caja de herramientas, un pañol de gran ganancia factual, material y una experiencia de trabajo enteramente robusta.

Teniendo en cuenta la estatización del arte en Cuba durante los años en que está activa la Galería DUPP, ¿prevalece en ella una orientación estética o ideológica?

La arrancada, desde luego, fue difícil, la rigidez ideológica y el control intentaron cuestionar este cambio, generando disgusto institucional y también familiar. Pero en el desarrollo el curso fue dando resultados tan sólidos, que fue ganando la aprobación del profesorado más avanzado, fue ganando prestigio, haciendo observar la ganancia, la riqueza, la calidad, demostrando que era una práctica que ponía a andar en la calle y convertirse en vitales muchas de las teorías que se impartían en ese alto registro y llevando al estudio a un nivel de exigencia orgánico. Ocurrieron momentos de gran carencia, pero se gestó una ampliación del campo especulativo del arte, de sus prácticas fuera del marco teórico y se encarnaron expresiones como el concepto ampliado de arte de Joseph Beuys, su escultura social, los ejercicios novedosos de otros profesores, y la teoría cerrada fue sustituida por una búsqueda de nuevos derroteros, ampliando no solo el campo semántico, sino las circunstancias, saltando por encima de la censura, creando nuevas metáforas y sorteando el devenir.

Portada de ‘La Experiencia DUPP. Desde una Pragmática 
Pedagógica’ (Arte Cubano Ediciones, 2019)

Desde la Galería DUPP, ganaste en 2000 el Premio de las Artes de la UNESCO en la 7.ª Bienal de La Habana. ¿Qué visibilidad internacional habías tenido hasta ese momento y cómo repercutió la premiación en expandirla?

Cuando ocurre este premio habían pasado 10 años de esa primera experiencia a la cual habíamos llamado Desde una Pragmática Pedagógica con aquel primer grupo de estudiantes del curso 1989-1990, donde se habían formado los integrantes del equipo “Los Carpinteros”. Y el premio fue otorgado a este grupo y a los  que en ese momento cursaban el año conmigo, dos grupos de mi misma clase en el Instituto. Los nuevos habían tomado las siglas de ese largo nombre para definir más una estética y para amplificar durante esos años esta práctica: con un sonido onomatopéyico: Galería DUPP. Fue un premio muy sólido, no solo por el jurado donde estaban, por ejemplo, Pierre Restany o Harold Seeman, sino porque se premiaba a dos generaciones de este proyecto. Mi trabajo como profesor y como artista ya era internacionalmente conocido, y “Los Carpinteros” eran un equipo de una notoriedad abrumadora, por lo que eso legitimó mucho todo este recorrido. Además, yo había impartido clases fuera de Cuba, y desde ese año 2000, se abrió un reconocimiento más notable con viajes y residencias, estancias fuera de Cuba, desarrollando talleres con ese mismo criterio docente. También, los integrantes de DUPP comenzaron a ser reconocidos y sus obras empezaron a ser parte de importantes colecciones internacionales. Comenzaron a salir muy tempranamente a la escena internacional. Este reconocimiento ha crecido aún más con el tiempo. Es un reconocimiento colectivo cada vez más amplificado por la celebridad y circulación de varios de esos estudiantes, que fueron sólidos en su desarrollo como artistas.

Cuando te das a conocer en el mundo de las artes plásticas, todavía vivían (en Cuba y fuera de ella) algunos de sus grandes exponentes formados antes de 1959. Es el caso de Wifredo Lam, Mariano Rodríguez, René Portocarrero. ¿Qué impacto tuvieron en tu generación?

Cuando yo era un estudiante aún vivían, y personalmente, conocí a Mariano Rodríguez, formando parte de un grupo de artistas y estudiantes que viajamos a un evento en Santiago de Cuba. Portocarrero nos visitó en la escuela alguna que otra vez, y a Lam lo vi un par de veces en alguna ceremonia cultural durante los últimos años de su vida, mientras estuvo viviendo en La Habana y permitió que le visitaran. Tanto la Escuela Nacional de Arte (ENA) como el Instituto Superior de Arte (ISA), fueron un hogar de recibimiento para estos maestros y nuestra curiosidad nos arrastraba a conocerlos y estrecharles la mano, mostrarles nuestras incipientes creaciones. Causaron el impacto del aura modernista, el imán creativo, el impacto de ver a alguien que había dedicado cada día de su existencia a crear y crear obras, a dejar una huella potente de invención y desenfado, al impacto de la transgresión y, al mismo tiempo, en el impacto a los seres humanos, llenos de mitos, pero también de realidades muy telúricas, muy concretas, de camaradería y participación.

  ¿Cómo recuerdas al artista holguinero Cosme Proenza, uno de los grandes pintores de tu ciudad natal?

Mi madre descubrió mi vocación y la cuidó. Me propiciaba el tiempo de pintar y concursar, dejándome en las manos virtuosas de Carlos del Pino, quien me mostró los primeros pasos del dibujo académico, y en las del acuarelista Orlando Carralero. En ese constante empuje de mi madre, empecé pintando en  revistas como Sputnik –no recuerdo cual otras–, las que tenía a mano, y donde se reproducían las pinturas impresionistas que fueron lo primero que yo atisbo de n mi adolescencia, un poquito de Picasso y de Da Vinci que también salían en las revistas, pero sobre todo Manet, Monet y Van Gogh. Todavía conservo algunas pinturas de cuando yo tenía 14, 15 años. Eso me valió para ser seleccionado en las pruebas de la Escuela Provincial de Arte de Holguín. Las copias y estudios que había hecho los llevaba con frecuencia a Cosme Proenza, quien tenía un taller nocturno en la Escuela de Arte de nivel elemental, un taller extra para aficionados. Entonces,  yo tenía un amigo, Daniel Santos, que también pintaba a diario y solíamos competir.

Cosme había regresado de sus estudios en la Academia de Bellas Artes de Kiev y había hecho una exposición en la galería de Holguín, que recuerdo se llamaba “Didáctica”, donde presentaba copias de obras de los siglos XVI y XVII, obras que me parecieron asombrosas. Había copias de obras de Franz Hals, de Holbein, Durero, Leonardo. Cosme pintaba como Dios, y para mí era un paradigma a alcanzar.

Nos asomábamos frecuentemente a ver las clases. Una noche, ya curioso él por nuestros asomos, nos interpeló, y luego de tratarnos con esa finura que le caracterizaba, le llevamos nuestras carpetas de copias, acuarelas y trabajos variopintos. Tanto Daniel como yo teníamos más trabajos realizados que los alumnos de este gran maestro, que habían cursado los tres años de nivel elemental, y eso se debía, en buena medida, a que nosotros nos encerrábamos a ver quién de los dos pintaba más, quién dominaba más la técnica, quién creaba más. Las escuelas de arte de provincia siempre viajaban a Cubanacán para hacer los “pases de nivel” y ese año no sé qué pasó en La Habana que los alumnos de provincia no podían ir, y se decidió que los profesores de Cubanacán fueran a las provincias.

Cosme consiguió oficialmente introducirnos en la prueba de “pase de nivel” a Daniel y a mí, y cuando dieron los resultados los dos obtuvimos la máxima calificación, y con otro compañero que conocimos, Aurelio Cobiellas, ingresamos a esta escuela mítica de Cubanacán, como le decían entonces. Por lo que le debo a la intrepidez y al buen ojo de Cosme, comenzando a mis 16 años, una carrera que me ha tenido en vilo hasta el día de hoy.

René Francisco en el Museo de Arte de Tampa

Aunque en las artes plásticas y en la docencia has tenido una reconocida realización, ¿cómo te explicas, un profesor que pinta o un pintor que enseña?

A estas alturas de mi carrera no veo ya el horizonte donde una empieza y la otra termina. Tenía yo 29 años cuando entendí que esto podría ser una sola cosa.

En Estados Unidos has tenido una destacada actividad como artista, como el Doctorado Honorario en Bellas Artes del San Francisco Art Institute, California, en 2021. ¿Qué representó para ti?

El año anterior ellos habían entregado a Bruce Nauman este reconocimiento; también habría de conocer a una rareza de artista de la escuela de California, a Tony Labat, un profesor fuera de lo común. Yo recibí ese honorario tras haber recibido el Premio Unesco, después de haber estado invitado por la American Society en New York de la mano de Malin Barth, había viajado por vez primera a una extraordinaria exposición de arte cubano de los noventa en el Phoneix Museum de Arizona, también con varios de mis exestudiantes, valió mucho el contacto de mis estudiantes Dupp con estudiantes de Tony, con estudiantes de otras universidades, y en Boston con Magdalena Campos, y en Chicago, Michigan con estudiantes y profesores que viajaban a La Habana a participar de todo ese intercambio. Fue un momento muy especial recibir este honorario con Alana Heis del PS1 de NY y con Michael Craig Martin de Golsmith School, conocer una escuela muy particular, de una tradición iconoclasta y conceptual prominente, y haber realizado obras a dúo con Felipe Dulzaides, un viejo compañero del instituto en La Habana, que en este momento se graduaba de este importante instituto, como parte de esa celebración.

A pesar de la enorme emigración de artistas plásticos de Cuba desde la década de 1980, tú te mantuviste en la Isla a pesar de los diversos viajes realizados al extranjero. ¿Cuándo, y por qué,  decides establecerte en España?

Yo viví en España entre octubre de 1990 hasta mayo de 1991. Esperaba no regresar a Cuba y unirme a mis hermanas y a mi padre en Estados Unidos, pero las circunstancias me hicieron regresar al lado de mi madre, quien decidió permanecer en la Isla a pesar de que nunca estuvo integrada a nada que no fuera la casa. Cuando volví, conservaban mi plaza de trabajo en el ISA, y no me lo pensé dos veces para volver a enseñar y a reunirme con mis primeros alumnos de la Pragmática, después de organizar nuevos grupos de estudiantes y una segunda edición de este consolidado proyecto, en un momento lleno de carencias y precariedad. Viajo a México y me reúno, junto a Eduardo Ponjuan, con el núcleo de colegas congeneracionales que vivían en su mayoría en una calle del centro del D.F. llamada República de Cuba. Y por primera vez comencé a trabajar con la galería Nina Menocal, quien nos representaba a casi todos. Luego volví a La Habana, siempre al lado de mi madre y de mis estudiantes.

Creo que ese regreso fue el que me hizo decidir definitivamente que quería vivir al lado de ella y seguir produciendo proyectos de inserción social, y entrenando jóvenes estudiantes, abriendo la escena a nuevos horizontes. Ya en el año 94, empecé a circular regularmente, y no de manera oficial, alrededor de Europa principalmente. Y desde entonces son muy remarcables mis trayectorias en el contexto alemán. Desde 1994 hasta el 2013 entraba y salía, con temporadas largas y residencias artísticas, hasta llegar a la puerta de ser profesor en la Escuela de Arte y Diseño de Halle. Puedo considerarme un nómada, pues, aunque volví a La Habana simplemente a fundar grupos DUPP, alternaba con otras largas temporadas entre París, Israel, y, sobre todo, una consistente estancia en São Paulo.

Las circunstancias de permanecer en España, primero accidentales, se consolidaron al obtener una ciudadanía y acompañar el crecimiento de mi hijo Matías, quien ahora cumple 6 preciosos años.

¿Cómo miras la realidad cubana actual, más allá del mundo del arte y la pedagogía en que te realizas?

De un nivel de orfandad alarmante, muy desamparada. En mi viaje reciente la ciudad se me apareció como un desierto ruinoso, lleno de elementales deseos y aguda esperanza, de rotos recuerdos, de olvidos y despedidas. Quiero pensar en el regreso porque tendremos que volver a sembrar semillas de tierra joven, montes de espumas, puños de flores, tendremos que volver a alimentar esa tierra que uno lleva en la sangre con agua de coral, versos de carmín encendido, ordenar el verde claro, con un aire nuevo para hacer crecer los montes de plumas. Porque, aunque andamos como pétalos vivos volando en otros soles, “el árbol que da mejor fruto es el que tiene debajo un muerto”.

René Francisco. La renuncia, 2004.

¿Hasta dónde en la plástica cubana ha cambiado el canon, el modelo, desde un paradigma histórico, épico, hacia una mirada más atenta a lo micro, hacia el interior?

La escuela cubana se ha multiplicado por el mundo, es cada vez más universal, no solo en sus tópicos y maneras sino en su fusión y en la apertura hacia todo tipo de sonidos y formas de expresión. Ya esa escuela cubana estaba abierta dentro de Cuba; desde los noventa las nuevas generaciones dejaron atrás algunas “mochilas pesadas” que ralentizaban la conversación en otros contextos. Y estas nuevas generaciones han dejado detrás el “souvenir de la patria” para incorporarse a otros lenguajes, creando propiedades lingüísticas, modos de hacer y actitudes a cambio en cualquier latitud del globo terráqueo. Porque los cubanos somos una raza desperdigada en todas partes y hacia todas partes.

Toda la cultura atraviesa estas direcciones en un zigzag de utopías y distopías que no dejan de crecer como un género único lleno de matices, de sonidos y timbres diversos.

 ¿Podría hablarse del arte cubano de la isla y del arte cubano de la diáspora, o del arte cubano en general?

Se habla más de arte en sí mismo que de arte cubano. Cuando a Borges le preguntaban cuánto tenía su literatura de Argentina, decía tácitamente que había nacido en Argentina. Creo que llevamos un poten robusto donde quiera que vamos, y no hay que decir más que somos artistas cubanos o hacemos un arte cubano, sino que hacemos arte, un territorio libre de ataduras ideológicas, de rocas pesadas y de banderas.

¿Cómo ves, desde Madrid, el arte cubano que se expone en Europa?

Siento y experimento un pedazo de La Habana en Madrid, una vibra, y eso lo hace más cotidiano, ameno, y es una forma de no sentirte solo.

Tampa es más que Martí, pero es el primer referente para todos los cubanos que pasan por este lugar. ¿Cómo te has sentido en nuestra ciudad?

De asombros y asombros, de culto y veneración, de cofradías y masones detenidos en el tiempo, y creencias progresando en las nuevas generaciones. Había perdido de vista a Martí, ver una excelente colección de arte cubano, constatar la pasión por la historia, el respeto por quienes tuvieron la dicha de cuidar y escuchar a este Dios cubano, el hombrecito gigante, que allí no es de yeso y cal. Esta visita a Tampa me ha hecho regresar a Martí, a un Martí que había perdido de vista, a sus versos que abundan en las fachadas y en las vidrieras.

Vuelvo a la experiencia DUPP, porque ahora es un libro. Háblame de esa obra de la que también eres conductor.

DUPP es un libro abierto, yo solo soy un amanuense, y como dijera Lezama Lima, un estudiante por delante.

 

 










viernes, 30 de mayo de 2025

La Bohemia de Tampa

   Muchas veces he oído decir que Bohemia,  la revista cubana nacida en 1908 y aún con vida, circulaba en Tampa como en ciudades de la Isla y que, incluso, llegaba a esta bahía floridana antes que a algunos lugares de su propio país. Con ese ejemplo, se muestra la cercanía histórica entre Cuba y este “pueblo fiel”, como le llamó José Martí.

Sin embargo, no es a la Bohemia de La Habana –una de las revistas más viejas de América–  a la que nos asomamos, sino a la Bohemia  de Tampa, fundada  el 22 de julio de 1916 en Ybor City por Manuel Soto, quien antes había publicado Tampa Ilustrado con similares ­características.

La revista, como la cubana, tenía una frecuencia semanal y salía a la luz todos los sábados, con un valor de cinco centavos y un contenido diverso que incluía noticias, notas culturales y literarias, información sobre la vida de la ciudad, anuncios, entretenimiento, ilustraciones… En una de sus columnas, nombrada Nuestras Sociedades, se hacía una continua descripción de lo que acontecía en el  Centro Español, el Asturiano, el Círculo Cubano y las sociedades de Beneficencia vinculadas a ellos.

No conozco el tiempo de duración de la Bohemia tampeña, nacida en medio de la Primera Guerra Mundial, porque en este primer asomo a ella solo he podido ver los 24 números correspondientes a su año de fundación, conservados en el sitio https://tampa-through-time.humap.site/map/records/bohemia_periodicals.

A falta de una investigación que permita seguir su curso e impacto en la ciudad, quiero compartir algunos fragmentos publicados en el número correspondiente al 4 de noviembre de 1916 en la sección Puntos de vista, porque hace alusión a los propósitos de su existencia y a una de las figuras más grandes de la literatura cubana de su tiempo, el escritor Alfonso Hernández Catá, quien escribe una hermosa carta desde España  en apoyo a esta publicación.

Fragmentos de “Puntos de Vista”

-Al principio de nuestra empresa, existía en nosotros la duda sobre el resultado que ocasionaría el intento de fundar en esta localidad una revista que pudiera llenar las necesidades de ella misma. Pero, sin desmayar nunca, estudiando nuestro ambiente, robustecíamos el propósito: había que considerar la importancia de esta población de habla española, casi tan ­numerosa como la de cualquier ciudad del interior de Cuba o de provincias de España. Y en esas ciudades, en todas, las revistas gráficas tienen vida; ellas son las que condensan en sus páginas la actualidad literaria, teatral o musical; las que recogen en fotograbados los acontecimientos sociales, políticos o artísticos; las que visitan los hogares, donde son preferidas por la amenidad que por lo regular tienen en modas, en acontecimientos y consejos ... ¿Por qué, pues, no habíamos de tener una en Tampa?

-Alfonso Hernández Catá, el notable literato que desempeña el cargo de cónsul de la República de Cuba en Alicante, España, y quien ocupa lugar prominente en las letras castellanas, donde su fama se acrecienta rápidamente, nos remite la carta que insertamos en esta página, la que es para nosotros de satisfacción grandísima.

Carta de Alfonso Hernández Catá

Sr. Manuel Soto, Director de ‘Bohemia’.

 Muy Sr. mío y compañero: He recibido los tres primeros números de la revista fundada por usted y otros jóvenes entusiastas para robustecer en Tampa la armonía y auge de nuestra raza y llevar a todas partes muestras de su cultura y amor a las letras.

Casi no necesito decirle cuán útil labor realizan ustedes. Cuánto tiende a dar muestra del amor de cada latino por el prestigio de su país y a probar nuestra capacidad social dentro y fuera de nuestras patrias, es labor de patriotismo. En esa tierra por la cual tantos ilustres hombres de España e Hispano-América han pasado, están ustedes obligados a mucho, y estoy seguro de que el cónsul de Cuba –cuyos méritos y civismo conozco– no les escatimará su ayuda. Los proyectos del Sr. Kohly, Presidente del Círculo Cubano, merecen el apoyo de todos.

 Cuenten con mi simpatía vehemente y trasmítala usted a todos los buenos compatriotas de ahí. Cualquier artículo mío publicado ya en nuestra prensa o en la extranjera, pueden reproducirlo, y si, como espero, el nuevo Círculo destina a biblioteca uno de sus salones, tendré especial gusto en remitirle mis libros.

Cuente, pues, desde hoy, con la amistad de su compañero y S. S. que le da las gracias por el galante envío de “Bohemia”.

Firma de A. H. Catá.

viernes, 23 de mayo de 2025

María de los Dolores Lacorte Izquierdo, primera mujer taquígrafa de Cuba

  La taquigrafía, método de escritura que, a través de trazos cortos, símbolos especiales y abreviaturas  permite escribir a la velocidad con que se habla, es utilizado desde la antigüedad. La palabra tiene un origen griego, formada por taxos (celeridad) y  grafos (escritura) y la utilizó Jenofonte al escribir la biografía  de Sócrates. Los romanos la llamaron notae tironianae. En la Edad Moderna se extendió por Europa y en  España la  introdujo  Francisco de Paula Martí a principios del siglo XIX.

Si bien la taquigrafía tuvo una impronta significativa durante el siglo XIX en Cuba y a su servicio debemos la conservación de documentos valiosos para entender su historia, hay un ejemplo que no puedo dejar de mencionar. Sin ella, habríamos perdido los discursos de José Martí en Ybor City en noviembre de 1891, salvados por la presencia en El Liceo Cubano del taquígrafo cubano José María González, quien entonces vivía en Cayo Hueso.

Pero, el motivo de estas líneas es destacar la figura de María de los Dolores Lacorte Izquierdo, pues no solo fue la primera mujer taquígrafa de Cuba, sino que además legó una obra significativa para la cultura de la Isla. Al conocimiento de ella llegamos a través de su biznieta, la abogada cubana Diana Arufe, quien desde Tampa expresa el orgullo de uno de sus ancestros que, a su vez, la vincula El Carpio, un municipio español de Córdoba, lugar donde nació su bisabuela en la convulsa segunda mitad del siglo XIX.

Imagen de El Carpio, lugar donde nació María Lacorte.
Fotografía enviada por Daniel Vidal Enríquez.

Aunque en El Carpio discurre su niñez, a los 12 años emigró con sus padres para Cuba, donde va a desarrollar toda su obra hasta su muerte en La Habana, el 11 de febrero de 1946.

La inserción del nombre de María de los Dolores Lacorte en la historia de la taquigrafía fue destacada por el investigador Elio E. Perera Pena, quien la incluye en su libro Taquigrafía en Cuba. Un viaje en el tiempo y que cito en extenso:

“María Lacoste (Lacorte) estudió taquigrafía con el maestro Enrique Orellana en 1896. Su padre había leído una convocatoria en el Diario de la Marina. En la quinta lección María era la única mujer que quedaba a la tutela de Orellana. Concluyó con notas de sobresaliente”.

“Con un gran empeño María trató de ocupar un peldaño digno en la igualdad de la mujer, al probar fuerza en un nuevo oficio que podría brindarle mayores ganancias económicas.

El 4 de mayo de 1998, día señalado para la apertura de las Cámaras Autonómicas, en el salón de sesiones al terminar el acto, el entonces capitán general Ramón Blanco se le acercó y le dijo: Permítame usted, señorita, saludar a la primera mujer que ejerce la Taquigrafía en Cuba, y a la que ha dado el primer paso para demostrar la eficiencia de las cubanas en los cargos públicos”.

Perera Pena destaca en su libro que María Lacorte contrajo matrimonio con el también taquígrafo Emilio Arufe y Almansa, quien tuvo que emigrar a Estados Unidos por su adhesión a la independencia de Cuba. En el exilio, prestó apoyo a la causa defendida por el Ejercito Libertador de su país.

Ya en la república cubana, María Lacorte y Arufe ejerció una importante labor intelectual, destacándose su nombre en la publicación del libro Poesías, discursos y cartas de José María Heredia (dos tomos, 1939) , precedido por una biografía del poeta cubano escrito por ella. El libro, que hoy constituye una rareza bibliográfica, incluye valoraciones sobre Heredia de José Martí, Enrique Piñeiro, Manuel Sanguily y otros. Esta obra bastaría para señalar la contribución de María Lacorte a la historia de la literatura cubana.


Sin embargo, a su nombre de mujer pionera en las luchas por la igualdad de la mujer en Cuba, debe agregársele su esfuerzo en mantener y divulgar la historia, costumbres y valores de su pueblo original, lo que la hace también una defensora de El Carpio que la vio nacer y la cultura andaluza.  Esa pertenencia está en sus letras en español, tanto en las abreviadas desde la taquigrafía, como en las escritas y pronunciadas a lo largo de su vida. Es por ello, seguramente, que su nombre puede pronunciarse con orgullo no solo en Cuba, sino también en El Carpio, desde donde el Sr. Daniel Vidal Enríquez, Secretario del Juzgado de Paz, nos ha expresado el orgullo de saber que una mujer de esta historia es hija de su ciudad.

Tampa, con tan hermosas páginas de la historia de Cuba salvadas por la taquigrafía, es un buen lugar para rendir honor, desde La Gaceta, a María de los Dolores Lacorte de Arufe, una mujer que, adelantada a su tiempo, es también del nuestro.

lunes, 19 de mayo de 2025

En el 130 aniversario de la muerte de José Martí, un fragmento de la novela El secreto de la andaluza

 


Abro la ventana del cuarto para verlo pasar y sé que va para la muerte. Me hubiera tirado al frente del caballo, para que no avanzara, pero mis pies no son ligeros, como los pies de Aquiles. Veo a los dos jinetes entre un hilo de luz que busca la frente del que va delante, con el sombrero hacia atrás. Se le ve apuro en la vehemencia con que presiona al caballo, ¡arre, Baconao, arre!, como si el tiempo no le alcanzara para llegar al sol. Al pasar cerca de la casa cordial, inclina levemente la cabeza sobre el hombro derecho, para que se le distinga el contento en el rostro. Me pareció que sonreía. Cuando entran por el pórtico que se perfila entre el fustete y el dagame, sentí que el verso lo empujaba: yo quiero salir del mundo por la puerta natural. Quise atajar las hojas verdes con súplicas a Dios y pedí de rodillas frente a la imagen de Jesucristo que los dos árboles se derrumbaran uno sobre el otro, para que la barrera trancara en seco a los caballos. Si no daba tiempo, que el dagame cayera sobre el pescuezo del primer corcel. Y todavía, si el poder divino no tenía un segundo para más, que uno de los gajos más blandos cayera encima del jinete aventajado, aunque rodara por la yerba y se retorciera de vergüenza, pero que no le mataran. Los árboles no oyeron y aunque la última rogativa, ya desesperada, pedía al plomo conformarse con el cuerpo del corcel, el supremo hacedor, o se equivocó de bestia, o prefirió salvar la juventud de un ángel lleno de vida.

 Tiro de la puerta con fuerza y aunque el estruendo azoró a la paloma que empezó a  llorarlo en la cresta de un árbol, no alcanzó a apagar el silbido de la bala que le rompió el pecho. Escuché el choque del cuerpo contra la yerba y el temblor de la tierra me levantó del suelo, para caer de un grito frente al portón. Al recobrar la razón, corrí con un pomo de agua hervida en las manos hacia el silencio que, en un instante, le cayó a toda la tarde. Las caballerías contendientes, una y otra, se habían espantado del lugar. Trato de entender: una huye despavorida con el trofeo, cual Aquiles arrastrando el cuerpo de Héctor; la otra le persigue desorientada bajo la lluvia que deshace las huellas. Nunca lo supe. Pero vi que era su sangre, viva entre la yerba y la tierra.

Cuando me arrodillé a honrarla....

Fragmento de la novela inédita El secreto de la andaluza

      

Cuando un repentino alboroto espantó a la turba de pájaros que descansaba en la cresta del algarrobo, creyó que al fin llegaba la caballería de Bartolomé Masó. Se volvió a equivocar. Era la creciente del río Contramaestre, inundando las piernas del barranco con un escándalo ensordecedor. Paradójicamente, perder la serenidad de las aguas donde salió a bañarse no alcanzó a provocarle pesar, sino un indescifrable sosiego, hechizado con la turbulencia de la corriente que lo llamaba a cumplir un designio que en los últimos días traía metido entre ceja y ceja. Mientras empuja el papel incómodo al fondo del bolsillo, el ala gris de un zorzal solitario se pierde entre la luz del atardecer y la oscuridad del bosque, como si volara de su pensamiento a la voz militar atravesada en La Mejorana.

En el río Contamaestre, en el lugar más cercano
 al último campamento de José Martí.

–No vaya solo al río –le advierte Ramón Garriga, a quien tranquiliza con un gesto que, a su vez, exigía no seguirle.

 Se acerca la noche del 17 de mayo y han quedado casi solos en el campamento. ¿Es que en el río hay más peligro que en esta casa?, me pregunto, consciente de que si alguna avanzada enemiga nos sorprende tan indefensos vamos a perecer con más penas que glorias. Porque de las cinco decenas de hombres que acampan en el rancho de Dos Ríos, apenas hay doce a su alrededor. Es el mismo número de apóstoles que tuvo Jesucristo, le diría a Gómez, pero cómo aguarle el impulso de hostigar a una columna que, según escuchó a alguien, iba rumbo a Ventas de Casanova.

–¿Busca otro Pinos de Baire? –le pregunto al final, cuando salta al caballo para adentrarse en la espesura, seguido de 40 jinetes encandilados con la centella de su voz.

–¿Qué sabrá él de Pinos de Baire? –pregunta alguien en voz queda  al teniente coronel Bellito, buscando congraciarse con el veterano antes de subir con desgana a su propio arrenquín.

–Saber sabe –oigo a Bello, ya de espaldas, queriendo inútilmente evitar a mi oído unas palabras que el otro, por la forma en que se encoge de hombros, pareció no entender.

Vuelven los apóstoles por los resquicios de la mente inquieta, indicando que estos montes no son de bienaventuranzas ni aquí habrá sermón de la montaña. La alegoría, lejos de Santiago, alcanza al otro Judas, el Iscariote. ¿Quién sabe si los hay alrededor, pienso, sin discernir por qué el rostro distorsionado de un hombre oscuro se atraviesa en las brumas del atardecer, jactándose con la falacia de rematarle a él –al Presidente, dijo–, porque así, por mucho que lo esquiva, la gente sencilla lo anda proclamando por donde quiera que anda. Aparto la imagen con torpes conjuros a las sombras y aunque el impulso defensivo no alcanza a despejar el pensamiento, espanta a una nube de insectos agoreros obstinados en perturbarle su última decisión.

Le ha dado vueltas en la hamaca toda la noche, sin poder descifrar la frecuencia en que se mezclan el sonido grave del follaje y el agudo que persevera en la cantaleta del río. Siento el allegro que ejecuta el violín de la noche. Es la misma armonía que puso Vivaldi a la primavera de sus cuatro estaciones, donde el trino de los pájaros reverencia con tanta majestad el renacimiento de la floración. Cuando el ladrido insistente de un perro lejano semeja el segundo movimiento en la primavera del compositor italiano, se aprieta la cabeza con las dos manos, hasta tocar la letra en el aire: Las aves silentes tornan de nuevo a su canoro encanto / Y así, sobre el florido ameno prado /  al caro murmurar de la arboleda, / duerme el cabrero con su can al lado.

 Se esfuerza en prolongar el insomnio y el quejido, cada vez más distante, se apaga ante la voz del Diario, donde vuelven las palabras del capitán Pacheco. Iba de un lado a otro, caminando las palabras con los pantalones remangados hasta las rodillas:

–El cubano lo que quiere es cariño y no despotismo.

 Reapareció la vieja discordia y todos los ojos me buscaron. ¿Militarismo? ¿Civilismo? ¿Cómo encontrar el contrapeso a tan fatales opuestos? ¿Qué ensalmo de brujos tuerce un ojo al otro, si ambos se enfilan a un paraje común?  ¿Céspedes o Agramonte? Grandes ellos, no el cespedismo, ni el agramontismo. Será nefasto cada vez que el apellido de un hombre derive en nombre de un proyecto político. Por ahí se nos fue la guerra, por ahí se nos puede ir la revolución.

sábado, 17 de mayo de 2025

El 19 de mayo en un fragmento de la novela El secreto de la andaluza

   Los caballos se metieron en las aguas turbias del Contramaestre, todavía hinchado con la ­creciente de la tarde anterior. Es enorme la curva que da el río en La Vuelta Grande,  donde los pastos reverdecen con la lluvia continua. Allí espera la caballería de Masó, quien se levanta airoso al oírlos llegar. Ya andan los vasos de café en las manos, que se extienden calurosas a saludar. Bajo la luz del sol se aclaran los rostros y las palabras entran en calor.

Pintura de Alex Pantoja, de una serie sobre José Martí.

Siente confianza, como si entrara al Liceo Cubano de Ybor City. ¡Si estuvieran aquí,  al lado de las palmas!, mis Carbonell, Rivero, Ruperto y Paulina, la vieja Carolina, a quienes tanto deben los que ahora me acompañan. El discurso de hoy, al que le llaman cuando terminan de hablar Gómez y Masó,  es el mismo del con todos y para el bien de todos. Decir a las palmas que han llegado sus novios, pues son las mismas que añoraron en el largo destierro. Decir que están al lado de ellas, con la patria proclamada, de agonía y deber.  Eso dirá, donde la tierra cubana es la tribuna: el tributo a los héroes de esta epopeya, la razón de la guerra inevitable, la necesidad del gobierno eficaz que asegure desde la raíz la representación del pueblo en preparación para la república democrática de mañana; la necesidad de contener asomos de despotismo, distingos raciales, sociales o de pensamiento, la generosidad ante el vencido, la inclusión del español anhelante de libertad y trabajo honrado, la justeza en la administración de la justicia, el no derramamiento inútil de la sangre, el combate de ideas, no de odios. Levanta más la voz, a que todos la oigan: es preferible morir en defensa de la libertad que vivir privado de ella. Cuando se desmonta del púlpito, todos abren los brazos y cabe en ellos al abrir los suyos. Oye, sin buscarlo, a un joven conmovido, contándole a otro lo que llamó un milagro:

–Acabo de ver a Moisés en el desierto, guiando a los judíos hacia el país de Canaán, trasmitiéndoles los Diez Mandamientos escuchados en las teofanías del Sinaí.

El que oye, se alarma:

–Manuel Piedra, ¿qué dices?

Y este repite la oración. 

Se sobrecoge. Ha dicho que por Cuba está dispuesto a que le crucifiquen. Arrima con sorprendente agilidad un taburete a la mesa bien servida, donde ya muchos ­almuerzan. En ese instante, un jinete se acerca a la velocidad de un rayo, reventando el caballo, cuando muchos no llevan el plato ni por la mitad.

–¡Los españoles! Una tropa bien grande –grita antes de llegar, mientras apunta con la mano derecha hacia el otro lado del Contramaestre.

A Gómez se le cae de la mano izquierda un muslo de pollo todavía intacto y empuja el plato con tan descontrolada violencia que un trozo de plátano estuvo a punto de dejar tuerto a un gato. Salta al caballo, se empina en los estribos y grita un ¡al combate! tan sobrecogedor que muchos, estremecidos, corren detrás de él.

A esa hora, empezando la tarde, las lluvias tempranas de las montañas habían inflado más las laderas del río, como una señal de dioses antiguos para que contuvieran el impulso. Pero él General tenía sus propios dioses y se tiró al aluvión de aguas crecidas, desafiando imprudentemente a una barranca para que los caballos de más brío le secundaran.

Baconao cruzó entre los primeros y al alcanzar la otra orilla saltó con tanta fuerza sobre un árbol caído que me hizo recordar a Marengo, el famoso caballo con que Napoleón salió airoso en Austerlitz. No quiero  pensar si el estratega de Dos Ríos calculó bien. Me había leído las campañas de Napoleón para este momento, las de Bolívar a lomos de Palomo, las de Ulises Grant, el libro De la guerra de   Karl Von Clausewitz. No coincidían la teoría y la realidad: el general no mira a la composición, ubicación, flancos, terreno, ventajas y desventajas, antes de atacar. Pero el héroe inspirado sigue su instinto y es hora de combatir, no de estudiar campañas y teorías. Desbravamos el río, como a la mar.

–¡Vamos a la carga!, grita otra vez Gómez, después de deshacer impávido a una pobre avanzadilla española que no tuvo tiempo a afinar puntería. El Viejo mira hacia atrás, buscándolo con los ojos semicerrados. Lo ve sin miedo y le hace una señal:

–Usted, atrás –grita con la mano airada, porque la orden no le sale de la garganta.

Él responde que no y sale disparado, como si un cuerpo celeste se desprendiera de Dios. Ve a Paquito  cuando se abalanza por el lado derecho, pegado al río. Llega un grupo pequeño con Masó, cuando él va a soltar las bridas tensas a Baconao, que resopla esperando la orden. Reconoce al joven que se aparta de su jefe y se le acerca dispuesto. Es Ángel, es Ángel de la Guardia, que le cae del cielo:

– ¡Vamos a la carga, joven!

–¡Vamos a la carga!

El joven avisa a su caballo dorado, que imita el ímpetu del moro. Galopan, enderezan todas las curvas del universo hasta distinguir la casa recién soñada. La brida derecha se recoge con el mandato del alma para que, acercándose, ella pueda verlo pasar. Baconao entiende, aminora, casi relincha, como si no pudiera con la carga de emociones que  desde una ventana dan aliento al pecho de su jinete. Estira la mano y recobra la velocidad, porque se sabe bendecido. Un segundo después, se agrandan el dagame y el fustete, abriendo una puerta natural al laberinto inescrutable.

Al ver tan enmarañada la manigua a la derecha del rumbo, Baconao se esfuerza en alzar más y más la cabeza, como buscando en la malignidad de la marrulla el justo sitio del que viene ese estruendo incandescente que se confunde con el sol. El cielo se abre. El plomo en la garganta no puede atajar las tres palabras enrojecidas que se hunden en las venas del tiempo –matria, patria, vida–, envueltas en nombres de mujer que la sangre ahoga en su pecho partido por el segundo plomo. Es el grito que, a la misma hora de la tarde, oyeron Leonor, Carmen y Carmita, porque las tres estaban esperándolo.

lunes, 7 de abril de 2025

Ramón Rivero Rivero, el mayor publicista hispano de Tampa en el siglo XIX

 Durante la última década del siglo XIX se publicaron en Tampa varios periódicos en lengua española, casi todos vinculados a la comunidad cubana que residía en esta ciudad y al proceso independentista de la Isla antillana, el que tuvo en esta ciudad un ferviente y permanente apoyo.

Por ello, pueden mencionarse La Contienda, publicado por Néstor y Eligio Carbonell en Ybor City; Eco de Cuba, fundado en West Tampa por Serafín Bello, o El Eco de Martí que aparecía en español e inglés en Port Tampa bajo la dirección de Francisco F. Mendoza, por solo citar un ejemplo de cada espacio de esta ciudad donde funcionaba un Cuerpo de Consejo del Partido Revolucionario Cubano.

Sin embargo, fue Ramón Rivero quien más contribuyó a mantener informada a la comunidad hispana de Tampa –y no solo a la cubana–, cuando la prensa escrita era no solo la más importante, sino casi la única en divulgar los acontecimientos, ideas, preocupaciones y devenir de los ciudadanos.

Ramón Rivero Rivero

 Si bien es El Yara el ­primer periódico hispano de la ciudad –al traerlo provisionalmente José Dolores Poyo de Cayo Hueso en 1886–, en La revista de la Florida tenemos su fiel sucesor. Fue creada por Rivero, quien ocupó su espacio cuando aquel retornó a su ciudad de origen.  Pero, además de esta, quien fungía como lector de tabaquería en la fábrica de Vicente Martínez Ybor creó el periódico El Crítico de Ybor City,   donde aparecieron por primera vez los discursos de José Martí “Con todos y para el bien de todos” y “Los Pinos Nuevos”, a fines de noviembre de 1891. Más tarde, en 1893, fundó el periódico Cuba, considerado hasta su último número en 1898  como el órgano del Partido Revolucionario Cubano en Tampa.

Además de extraordinario e incansable periodista, Ramón Rivero fue uno de los cubanos más relevantes en Tampa  a fines del siglo XIX. Fue uno de los principales organizadores y primer presidente de la Liga Patriótica Cubana  y del Liceo Cubano en Ybor City, presidente del Cuerpo de Consejo del Partido Revolucionario Cubano en Tampa, un hombre de toda la confianza de José Martí, quien le llamó “el bravo Rivero” en su primer discurso en la ciudad.  Sus escritos, publicados en sus periódicos y revistas –y muchas veces reproducidos en Nueva York en el periódico Patria dirigido por Martí– muestran el talento y consagración patriótica de un hombre que, todavía, no ha recibido el reconocimiento que merece.


Recientemente, encontré en el Archivo Nacional de Cuba un número del periódico Cuba donde se identifica el lugar exacto donde era publicado. Asumo que allí mismo hizo Rivero El Crítico de Ybor City , La Revista de la Florida y otra publicación periódica a la que llamó El Liceo Cubano.

Probablemente, era el mismo lugar donde vivía Rivero, al financiarse él mismo su empresa periodística. Por ello, podría proponerse la dirección 1216, 8.ª Avenida de Ybor City, como un lugar histórico donde pueda rendirse honor a la prensa cubana en Tampa durante el siglo XIX. Con ello, honraríamos a todos los que hicieron de la prensa un vehículo a favor de la libertad y el enriquecimiento cultural de la ciudad, especialmente a Ramón Rivero, quien murió en su país en 1908 sin recibir el aplauso agradecido que merecía.