El pasado jueves, 16 de
noviembre, murió en Miami uno de los hijos egregios de Tampa, cuando le
faltaban tres semanas para cumplir los 90 años de edad. Al llegar a su ciudad
la noticia de que había dejado de latir
el corazón de Ferdie Pacheco, la
sensación de pérdida fue acompañada por el orgullo de pertenencia hacia el artista que nació en
ella y le dio brillo con su prolífica obra.
Cuando entré
a La Gaceta el viernes por la mañana, Patrick
Manteiga tenía sobre su mesa de trabajo fotografías, pinturas
y escritos de Ferdie Pacheco, como primer homenaje desde este periódico al
creador que tanto le aportó y en cuyas páginas se hizo común su nombre, tanto
por sus dibujos y escritura como por las reseñas que otros autores publicaron
acerca de su obra.
Al
comentarme la triste novedad, la primera obra de Pacheco a que aludió Manteiga fue a una pintura que sobresale en una sala del periódico: el
retrato que inmortaliza a la figura de Roland Manteiga, dibujado por el artista
en1995 y en el que, en un juego de luces y sombras, el artista plasmó los
rasgos físicos y de personalidad más sobresalientes del segundo editor de La
Gaceta.
También vi sobre la mesa un número de esta
publicación correspondiente a diez años atrás. En la primera página del mismo
sobresale una imagen en la que es fácil
adivinar el estilo del pintor desaparecido. Presidiendo la obra pictórica, se
lee la noticia de la fecha: Ferdie Pacheco, Hombre Hispano del Año. En el artículo donde se inserta esta imagen,
escrito por Patrick Manteiga y Paul Guzzo, encuentro un resumen de los
méritos que le hicieron merecer el lauro, especialmente su obra escrita en
rescate de los valores hispanos de Ybor City. Los autores se refieren al libro Crónicas
de Ybor City, publicado en 1994, donde Pacheco recoge momentos importantes
de la memoria personal y colectiva de este pueblo, rescatando historias de
personalidades, lugares y costumbres, en un texto enriquecido con valiosas
fotografías. Asimismo, los autores recuerdan su influencia en la
universalización gastronómica de Ybor City, a través de dos textos
emblemáticos: Libro de cocina del restaurante Columbia y Libro de
cocina de Navidad en Ybor City.
En el artículo citado, se alude a una novela escrita
por Pacheco y publicada por capítulos en La Gaceta, al estilo en que en
el siglo XIX Honoré de Balzac entregaba sus trabajos a diarios como Le
Siècle. En Tampa, los lectores
pudieron seguir los capítulos de El lector en nuestra publicación,
disfrutando de una ficción entretejida con historias reales de la ciudad que el
ingenioso autor juntó en esta obra.
Las amplias cualidades de Pacheco como artista se
desbordaron en la escritura y la pintura, describiendo a la ciudad que le vio
nacer y expandiendo al universo su riqueza histórica y cultural. Pero su pluma
y pincel no se limitaron a Tampa, pues Cuba, la patria de sus ancestros, estuvo
en él permanentemente. Entre sus retratos a figuras históricas de la Isla,
habría que destacar las que hizo a José Martí y a Victoriano Manteiga. Asimismo,
figuras de relieve universal, como Mahatma Gandhi, fueron recreadas por el
cerdamen de Pacheco con una exquisita originalidad.
Tampoco es posible hablar de Fernando Pacheco, su
nombre original, sin mencionar la ciudad
de Miami, donde asistió a la universidad y se hizo médico. En esta profesión
alcanzó una gran notoriedad al convertirse en el galeno de cabecera del
boxeador más famoso de todos los tiempos, el campeón Cassius Clay –Mohamed
Ali–, a quien acompañó desde 1962 hasta 1977, estando en la esquina del
cuadrilátero en las peleas más importantes del campeón. Tal vez por su
temperamento, afán de servir e influencia sobre el glorioso púgil, es que a
Pacheco, un permanente luchador, comenzó
a llamársele “El Doctor Lucha”. Al
terminar su compromiso con Ali, quien estaba ya al término de su carrera,
Pacheco se desempeñó por algún tiempo
como comentarista de boxeo para la televisión, sin dejar de seguir siendo el
pintor y escritor de siempre.
Con la muerte de Ferdie Pacheco, su familia pierde
al acompañante de una larga ruta de amor y enseñanza, las ciudades de Tampa y
Miami a un estudioso agudo, narrador enamorado de su cultura; y el mundo a un
“buen hombre”, como me dijo hoy Andy Celeiro, quien tuvo el privilegio de ser
su amigo. Que descanse en paz, deseamos a Ferdie Pacheco desde La Gaceta,
en cuyas páginas seguirá viviendo.
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