miércoles, 22 de noviembre de 2017

Ferdie Pacheco

El pasado jueves, 16 de noviembre, murió en Miami uno de los hijos egregios de Tampa, cuando le faltaban tres semanas para cumplir los 90 años de edad. Al llegar a su ciudad la noticia de que  había dejado de latir el  corazón de Ferdie Pacheco, la sensación de pérdida fue acompañada por el orgullo de  pertenencia hacia el artista que nació en ella y le dio brillo con su prolífica obra.
Cuando entré  a La Gaceta el viernes por la mañana, Patrick Manteiga tenía sobre su mesa de trabajo fotografías, pinturas y escritos de Ferdie Pacheco, como primer homenaje desde este periódico al creador que tanto le aportó y en cuyas páginas se hizo común su nombre, tanto por sus dibujos y escritura como por las reseñas que otros autores publicaron acerca de su obra.    
Al comentarme la triste novedad, la primera obra de Pacheco a  que aludió Manteiga fue  a una pintura que  sobresale en una sala del periódico: el retrato que inmortaliza a la figura de Roland Manteiga, dibujado por el artista en1995 y en el que, en un juego de luces y sombras, el artista plasmó los rasgos físicos y de personalidad más sobresalientes del segundo editor de La Gaceta.
También vi sobre la mesa un número de esta publicación correspondiente a diez años atrás. En la primera página del mismo sobresale una  imagen en la que es fácil adivinar el estilo del pintor desaparecido. Presidiendo la obra pictórica, se lee la noticia de la fecha: Ferdie Pacheco, Hombre Hispano del Año.  En el artículo donde se inserta esta imagen, escrito por Patrick Manteiga y  Paul Guzzo, encuentro un resumen de los méritos que le hicieron merecer el lauro, especialmente su obra escrita en rescate de los valores hispanos de Ybor City. Los autores se refieren al libro Crónicas de Ybor City, publicado en 1994, donde Pacheco recoge momentos importantes de la memoria personal y colectiva de este pueblo, rescatando historias de personalidades, lugares y costumbres, en un texto enriquecido con valiosas fotografías. Asimismo, los autores recuerdan su influencia en la universalización gastronómica de Ybor City, a través de dos textos emblemáticos: Libro de cocina del restaurante Columbia y Libro de cocina de Navidad en Ybor City.
En el artículo citado, se alude a una novela escrita por Pacheco y publicada por capítulos en La Gaceta, al estilo en que en el siglo XIX Honoré de Balzac entregaba sus trabajos a diarios como Le Siècle.  En Tampa, los lectores pudieron seguir los capítulos de El lector en nuestra publicación, disfrutando de una ficción entretejida con historias reales de la ciudad que el ingenioso autor juntó en esta obra.   
Las amplias cualidades de Pacheco como artista se desbordaron en la escritura y la pintura, describiendo a la ciudad que le vio nacer y expandiendo al universo su riqueza histórica y cultural. Pero su pluma y pincel no se limitaron a Tampa, pues Cuba, la patria de sus ancestros, estuvo en él permanentemente. Entre sus retratos a figuras históricas de la Isla, habría que destacar las que hizo a José Martí y a Victoriano Manteiga. Asimismo, figuras de relieve universal, como Mahatma Gandhi, fueron recreadas por el cerdamen de Pacheco con una exquisita originalidad.
Tampoco es posible hablar de Fernando Pacheco, su nombre original, sin  mencionar la ciudad de Miami, donde asistió a la universidad y se hizo médico. En esta profesión alcanzó una gran notoriedad al convertirse en el galeno de cabecera del boxeador más famoso de todos los tiempos, el campeón Cassius Clay –Mohamed Ali–, a quien acompañó desde 1962 hasta 1977, estando en la esquina del cuadrilátero en las peleas más importantes del campeón. Tal vez por su temperamento, afán de servir e influencia sobre el glorioso púgil, es que a Pacheco, un permanente luchador,  comenzó a llamársele “El Doctor Lucha”.  Al terminar su compromiso con Ali, quien estaba ya al término de su carrera, Pacheco se desempeñó  por algún tiempo como comentarista de boxeo para la televisión, sin dejar de seguir siendo el pintor y escritor de siempre.
Con la muerte de Ferdie Pacheco, su familia pierde al acompañante de una larga ruta de amor y enseñanza, las ciudades de Tampa y Miami a un estudioso agudo, narrador enamorado de su cultura; y el mundo a un “buen hombre”, como me dijo hoy Andy Celeiro, quien tuvo el privilegio de ser su amigo. Que descanse en paz, deseamos a Ferdie Pacheco desde La Gaceta, en cuyas páginas seguirá viviendo.












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