Por Gabriel Cartaya
Al
cumplirse, este 2 de diciembre, el 158 aniversario de la muerte de John Brown,
creo conveniente recordar su nombre, no sólo por tratarse de un aniversario por
muchas razones memorable, sino también por los mensajes que de su ejemplo nos
alcanzan para enfrentar todo asomo de discriminación racial, cuando en el siglo
XXI algunos intentan revivir teorías y acciones sobre una supuesta supremacía
blanca.
John Brown nació en
Connecticut en mayo de 1800, en un cambio de siglo marcado por la existencia de
la esclavitud en Estados Unidos, aun cuando la naciente Constitución de la
nación había proclamado el derecho de los hombres a ser libres. Brown era
blanco, pero heredó y acrecentó una conciencia antiracista. Su abuelo fue
combatiente independentista y el padre un confeso abolicionista, a quien vio desde la niñez proteger a los
negros que escapaban de la violencia de la esclavitud.
Ya
siendo hombre, comenzó a vivir en una comunidad afroamericana cercana a Nueva
York, construida en una propiedad donada por Gerrir Smith para que sirviera de
refugio a los que huían de la plantación esclavista, pero también de formación
educativa a sus miembros, quienes encontraron
en Brown uno de sus mejores preceptores.
“Los
últimos momentos de John Brown”.
Thomas Hovenden, 1882-84
Pero
el valiente John no se limitó a predicar
a favor del abolicionismo, pues como hombre de acción privilegió la lucha
frontal contra los esclavistas. En 1856, creó una organización para enfrentar
con las armas a los cazadores de esclavos. A partir de esa fecha, se convierte
en un adalid antiesclavista de esa región y fue extendiendo su liderazgo a las
comarcas vecinas. Los enfrentamientos armados entre los defensores de la
esclavitud y los abolicionistas alcanzaron una gran notoriedad en la década de
1850. Entre las batallas de ese tiempo se
recuerda la de Black Jack, triunfal para el grupo comandado por Brown,
en el marco de tenaces enfrentamientos para evitar que en el recién creado
estado de Kansas se introdujera la
esclavitud. Claro que la desventaja de fuerzas era considerable, por lo que los
esclavistas triunfaron en varias batallas, como la de Osawatomie.
El
líder Brown era consciente de que el camino armado era el único recurso
posible para eliminar la esclavitud y fue consecuente con este credo, al
entender que todas las propuestas pacifistas se estrellaban frente a los
defensores del oprobio esclavista. Por
eso se propuso organizar sublevaciones armadas y crear comunidades libres
compuestas por afroamericanos, como primer paso para lograr la emancipación
total de la raza negra en Estados Unidos.
En
octubre de 1859, Brown comenzó a crear zonas liberadas en la parte occidental
de Virginia. En ese empeño, con un grupo de hombres tomó el arsenal federal de
Harpers Ferry, en la actual Virginia Occidental, consiguiendo el control de la
ciudad. Pero ese pequeño grupo fue rodeado por una compañía del Ejército muy
bien armada, comandada por el coronel Robert E. Lee. En el desigual combate
murieron dos hijos de Brown y varios de sus hombres. Él fue herido y hecho
prisionero. Le acusaron de traición, cuando en realidad estaba defendiendo el
derecho constitucional del hombre a la libertad. El 2 de diciembre lo llevaron
a la horca, en Charlestown, Virginia.
Unos
meses más tarde comenzó la llamada Guerra Civil, que vino a ser una especie de continuidad
de la lucha que libró John Brown por la abolición de la esclavitud. Cuando los
soldados abolicionistas marchaban al combate, iban entonando una canción a John
Brown.
Algo
más de tres años después, Abraham Lincoln declaró la libertad de los esclavos
en Estados Unidos, completando la lucha del
líder que le antecedió, quien pasó a la historia de la nación no sólo
como un símbolo de la lucha antiesclavista, sino, por extensión, como un modelo del enfrentamiento a todo tipo
de discriminación racial.
El
legado histórico de Brown fue un referente en las luchas de la década de 1960
por los derechos civiles en Estados Unidos. Por ello, su permanente ejemplo ha
sido recreado por diversos músicos, pintores, escritores y cineastas. La canción “Meteor of War”, del
grupo de rock Rancid, la novela de
McBride The Good Lord Bird o la película “Santa Fe Trail”, de
Michael Curtis, son sólo unos ejemplos de la trascendencia, el servicio, con
que nos sigue acompañando el paradigma
de John Brown.
Publicado en La Gaceta, el 1.° de diciembre, 2017
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