viernes, 3 de noviembre de 2017

Emiliano Salcines, imagen en bronce de una vida ejemplar

Por Gabriel Cartaya

La costumbre de esculpir la figura humana en piedra, madera, yeso, bronce u otro material es una práctica del hombre desde la antigüedad y común en todas las civilizaciones. En todos los casos, expresa el reflejo simbólico de una realidad, independientemente del paradigma que justifique  su creación, nazca desde la inspiración del artista o por solicitud de determinado tejido superestructural de la sociedad.

     Aunque el origen de las estatuas se vincula a las creencias mágico religiosas y desde los orígenes de la jerarquización social ha prestado un servicio político en defensa de las ideologías dominantes –exacerbando el culto a la personalidad– hay otra tradición que refleja el aspecto más positivo de su existencia: la representación física de una persona ­destacada de la comunidad,  como reconocimiento y gratitud por los servicios extraordinarios prestados y como ejemplo del presente a las generaciones vivas y venideras. Son las verdaderamente trascendentes, pues su legitimidad no se relaciona con las veleidades del poder o las tentaciones de la fortuna, sino con el cariño de la sociedad hacia sus figuras más emblemáticas.
Emiliano Salcines y su esposa, junto a la efigie de bronce
  En este ángulo encuentro la razón para que el Consejo Asesor Hispano de la bahía de Tampa haya develado, en el marco del Mes de la Herencia Hispana en Estados Unidos, la imagen en bronce de uno de sus hijos más (re)conocidos, el honorable Juez Emiliano J. Salcines, o simplemente EJ –con pronunciación inglesa–, como le llaman sus numerosos amigos. 
  No es el propósito de estas líneas extenderse en la amplia biografía de Salcines, sino, más bien, sumar esta columna al regocijo con que el pueblo de Tampa recibe una noticia que puede compartir con su hijo premiado. Es buena y útil la rareza de que el hombre pueda asistir, en plena conciencia, a un acto de esta naturaleza. Casi siempre las estatuas se levantan en homenaje a figuras cuya obra correspondió a generaciones anteriores. Así, en Tampa, encontramos monumentos dedicados a Henry B. Plant,  Vicente Martínez Ybor,  José Martí,  Al López, Dick Greco, Ronald Manteiga –por solo citar algunas de las muchas figuras insertadas en su historia–. Desde ellas nos llegan sus lecciones, pero esta vez nos seguirán acompañando –y ojalá por mucho tiempo–, desde el mismo hombre que, aun con cierto sonrojo proveniente de su modestia proverbial, asiste a la inauguración de una estatua en bronce a la que puede acercarse como a un espejo.
  Ante esa imagen podría desfilar el recuento de su ejemplar cronología, desde el nacimiento en West Tampa aquel lejano 18 de julio de 1938, recordando al padre asturiano que le dio nombre, como a la madre, Juanita Rodríguez. Es rememorar la niñez en el barrio en que vive todavía, la escuela, los juegos y cantos. Después, la  Academia Militar de Riverside, en Georgia, y de allí su tiempo en Florida Southern College, y luego a South Texas College of Law, en Houston, donde se graduó de Abogado.
  Cuánta historia acumulada en el ámbito profesional podría acudir a la memoria del primer fiscal hispano en el condado de Hillsborough, cargo para el que fue electo cuatro veces. Desde la posición de Magistrado, las complejas decisiones que corresponden a la sabiduría y honradez del enjuiciador, a tono con la actitud que predicó José de la Luz y Caballero: “Sólo la verdad nos pondrá la toga viril”.
  También pasan por la mente de Salcines sus discípulos, los muchos que directamente han disfrutado de sus conferencias en diferentes universidades y otras instituciones y los que indirectamente se han servido de su obra escrita, como su Manual para estudiantes de Derecho, activo en varias universidades. También aquellos a los que asesoró, recomendó o educó en el difícil ejercicio de la jurisprudencia.
  Cómo no evocar momentos como aquellos en que fue invitado por los Reyes de España, Juan Carlos y Doña Sofía, al Palacio de la Zarzuela, donde le concedieron la Orden Isabel la Católica; o su atención a los mismos Reyes en la Casa Blanca, cuando el presidente Jimmy Carter le invitó a compartir un almuerzo con ellos. 
  Fue una misma emoción, agrandada por ser un reconocimiento de su ciudad, cuando le nombraron el Hombre Hispano del año, en 1993. Entre tantas distinciones por su obra a favor de la ciudad, una es recibida con devoción permanente por  Emiliano Salcines: el saludo cariñoso de los tampeños, quienes ven en él, ya de solemne toga en el estrado, de  saco y corbata en una conferencia o  de mangas cortas y short en las más humildes cafeterías de West Tampa, al amigo inteligente, culto, simpático y conversador. Son los amigos que ahora, al pasar frente al lugar donde se yergue su imagen en bronce, sonreirán complacidos, con la misma aprobación que el buen humor del homenajeado reaccionó al recibir la noticia: “Para aceptar, no tengo que morirme, ¿verdad?”. Pero nosotros sabemos –y deseamos como él– que vivirá mucho tiempo entre nosotros y que, cuando nos alcance la pena de dejar este maravilloso mundo, su efigie seguirá iluminando el futuro de la bahía de Tampa.
  Como  colofón del homenaje rendido a Salcines, el pasado sábado se realizó un acto en la Biblioteca de West Tampa, organizado por el Consejo Asesor Hispano de la Alcaldía y la Cooperativa de las Librerías Públicas del condado de Hillsborough. Nuestro emblemático Juez, desde llegar, entre sonrisas, abrazos y palabras, desbordó la emoción al entrar a un lugar de tanta historia y al que visita desde la niñez. Hablaron el Alcalde, el profesor Gary Mormino, entre otros, y se agradeció a las diversas instituciones que respaldaron la construcción de la obra escultórica. Allí, el carismático homenajeado, entre frases y gestos de cariño, mostró una felicidad infinita y merecida. Y como la gratitud es “la memoria del corazón”, según palabras sabias de Lao Tse, hay que dar las gracias también a Donna Parrino y a María ­Steijlen, quienes  compartieron la presidencia del proyecto de la efigie a Emiliano Salcines hasta su feliz culminación. A su vez, a todos  los que, al honrar a un hijo sobresaliente de la ciudad,  también se honran.
Publicado en La Gaceta, Tampa, 3 de noviembre, 2017


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