El
miércoles de la semana pasada, 23 de mayo, tuvimos la maravillosa oportunidad
de disfrutar, en el Straz Center de Tampa, de una exquisita presentación del
Ballet Nacional de Cuba, esa compañía emblemática que Alicia Alonso ha hecho
internacionalmente famosa y, con ella, ha dado luz a la Perla de las Antillas.
Estas
breves palabras no proponen un juicio crítico alrededor de la puesta en escena
de “Giselle” –oficio en el que contamos con la agudeza, amplio conocimiento y
sensibilidad de Leonardo Venta–, es únicamente la opinión de uno más de los
cientos de espectadores que aplaudimos con el corazón a las muchachas y
muchachos que ejecutaron a la perfección esa genial obra romántica, cuyo
contenido procede de la mitología germánica y que, desde 1841 (interpretada por
la italiana Carlotta Grisi), viene conmoviendo a los espectadores de todo el
mundo.
Cuando Sadaise Arencibia iluminó el escenario en el
primer acto, interpretando a la figura enamorada de Giselle, un superlativo me
dictó la primera opinión: bellísima. Al adjetivo impresionista se fueron
sumando, en cada aparición suya, los calificativos maravillosa, espectacular,
genial, espléndida, angelical, etérea, y
otros de similar naturaleza. Asimismo, los atributos de Sadaise se extendieron
a sus compañeras de actuación, que en cada movimiento dieron muestras de
excelencia.
Sadaise Arencibia junto a su partenaire Raúl Abreu |
Tuve la suerte de tener cerca a Leonardo Venta,
quien me ayudó a identificar a los personajes: Albrecht, el duque de Silesia,
fielmente interpretado por Raúl Abreu, cuya pasión por Giselle (una campesina)
choca con los celos del cazador Hilarión (Ernesto Díaz). Todo el galanteo de la
bella Giselle con Lois (personaje tras el que se esconde el Duque) desata el
drama que avanza por todo el primer acto, entre los magníficos bailes del grupo
que representan a los amigos de la protagonista, hasta la terminación del
primer acto, cuando cae muerta la joven enamorada.
El segundo acto es verdaderamente mágico. Toda la
coreografía de las willis (fantasmas que proceden de doncellas que murieron sin
casarse y vagan por los bosques alumbradas por la luna) apoya la aparición de
Giselle que sale de la tumba, mientras sus dos enamorados coinciden en el lugar
y asisten a las apariciones del espectro idolatrado. Hilarión, que pedía
venganza, huye de las willis, mientras Albrecht, que aclama perdón por el daño
ocasionado, es atraído por los espectros, que le hacen bailar hasta morir. Pero el amor de Giselle es tan inmenso que lo
salva, queriendo que llegue hasta el amanecer, pues a la salida de la luz del
sol, los fantasman desaparecen. El quiere retenerla, pero el destino se cierra
y ella vuelve a la tumba.
Al final, las cortinas se abren y cierran unas cinco
veces. El público aplaude estremecedoramente, consciente de que ha asistido a
una extraordinaria obra de arte, magistralmente interpretada por una de las
compañías de ballet más famosas del mundo, para orgullo de Alicia y de Cuba.
Al inicio de la presentación de “Giselle” se
agradeció a quienes hicieron posible que en la ciudad de Tampa pudiéramos
disfrutar de esta obra. En primer lugar, al dueño del teatro, David A. Straz
Jr., quien en un viaje a la Isla conoció personalmente a Alicia e invitó a la
compañía a visitarnos; a Albert A. Fox, el que durante años ha sido un
persistente defensor de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos; a la
agrupación danzaria cubana por su visita y a todos los asistentes.
Junto a Viengsay Valdés y Leonardo Venta |
Al terminarse la emotiva función, un grupo de
asistentes al teatro fuimos invitados a compartir un delicioso buffet y bar
abierto con los visitantes de lujo. En un espacio agradable, tenuemente
iluminado, pude saludar a Al Fox, David Straz, Ariel Quintela, Vicente Amor,
Diana Arufe y otros conocidos. En todos ellos oí la misma impresión: “Ha sido
una presentación fabulosa”. Por suerte, pude conocer y conversar brevemente con
Giselle, mejor dicho, Sadaise, a quien expresé el impacto que nos causó a
todos. También con Viengsay Valdés, hoy considerada una de las mejores
bailarinas del mundo, quien interpretó a Giselle y la Kitri de “Don Quijote”
recientemente en Chicago y lo hará en Washington en los próximos días. Una
noche de mucha suerte, sin dudas.
Al día siguiente, el urbanista Ariel Quintela –quien
encabeza el más imponente esfuerzo de renovación de Ybor City en la actualidad–
invitó a los artistas cubanos a un almuerzo en el restaurante Tropicana. Estoy
entre los amigos de Ariel que fueron convocados a asistir, lo que me permitió
ser testigo del ambiente de cubanía que se respiró en las dos horas que
estuvimos allí. Antes de mover los cubiertos, Diana Arufe hizo una emotiva
presentación del convite, agradeciendo la presencia de los bailarines.
Después habló Quintela, conmovido al sentir, así lo
dijo, el ambiente de unidad que se respira con estos encuentros, donde el arte,
la cultura, como la misma restauración arquitectónica que él representa, nos
hacen más fuertes para edificar el presente y dejarle un futuro mejor a
nuestros hijos. Al decir la palabra final, miró hacia su pequeña hija, de unos
nueve años. Ella, con una sonrisa, pareció decirle: “Gracias, papá”.
Gracias, decimos todos, a quienes hicieron posible la felicidad que
vivimos en torno a los magníficos artistas del Ballet Nacional de Cuba. Y
gracias, desde Tampa, a la genial Alicia Alonso, gloria cubana y universal.
Excelente reseña de un conmovedor evento histórico.
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