viernes, 1 de junio de 2018

El Ballet Nacional de Cuba en Tampa

Por Gabriel Cartaya


  El miércoles de la semana pasada, 23 de mayo, tuvimos la maravillosa oportunidad de disfrutar, en el Straz Center de Tampa, de una exquisita presentación del Ballet Nacional de Cuba, esa compañía emblemática que Alicia Alonso ha hecho internacionalmente famosa y, con ella, ha dado luz a la Perla de las Antillas.
Estas breves palabras no proponen un juicio crítico alrededor de la puesta en escena de “Giselle” –oficio en el que contamos con la agudeza, amplio conocimiento y sensibilidad de Leonardo Venta–, es únicamente la opinión de uno más de los cientos de espectadores que aplaudimos con el corazón a las muchachas y muchachos que ejecutaron a la perfección esa genial obra romántica, cuyo contenido procede de la mitología germánica y que, desde 1841 (interpretada por la italiana Carlotta Grisi), viene conmoviendo a los espectadores de todo el mundo.
  Cuando Sadaise Arencibia iluminó el escenario en el primer acto, interpretando a la figura enamorada de Giselle, un superlativo me dictó la primera opinión: bellísima. Al adjetivo impresionista se fueron sumando, en cada aparición suya, los calificativos maravillosa, espectacular, genial, espléndida, angelical, etérea, y  otros de similar naturaleza. Asimismo, los atributos de Sadaise se ­extendieron a sus compañeras de actuación, que en cada movimiento dieron muestras de excelencia.
Sadaise Arencibia junto a su partenaire Raúl Abreu
  Tuve la suerte de tener cerca a Leonardo Venta, quien me ayudó a identificar a los personajes: Albrecht, el duque de Silesia, fielmente interpretado por Raúl Abreu, cuya pasión por Giselle (una campesina) choca con los celos del cazador Hilarión (Ernesto Díaz). Todo el galanteo de la bella Giselle con Lois (personaje tras el que se esconde el Duque) desata el drama que avanza por todo el primer acto, entre los magníficos bailes del grupo que representan a los amigos de la protagonista, hasta la terminación del primer acto, cuando cae muerta la joven enamorada.
  El segundo acto es verdaderamente mágico. Toda la coreografía de las willis (fantasmas que proceden de doncellas que murieron sin casarse y vagan por los bosques alumbradas por la luna) apoya la aparición de Giselle que sale de la tumba, mientras sus dos enamorados coinciden en el lugar y asisten a las apariciones del espectro idolatrado. Hilarión, que pedía venganza, huye de las willis, mientras Albrecht, que aclama perdón por el daño ocasionado, es atraído por los espectros, que le hacen bailar hasta morir.  Pero el amor de Giselle es tan inmenso que lo salva, queriendo que llegue hasta el amanecer, pues a la salida de la luz del sol, los fantasman desaparecen. El quiere retenerla, pero el destino se cierra y ella vuelve a la tumba.
  Al final, las cortinas se abren y cierran unas cinco veces. El público aplaude estremecedoramente, consciente de que ha asistido a una extraordinaria obra de arte, magistralmente interpretada por una de las compañías de ballet más famosas del mundo, para orgullo de Alicia y de Cuba.
Al inicio de la presentación de “Giselle” se agradeció a quienes hicieron posible que en la ciudad de Tampa pudiéramos disfrutar de esta obra. En primer lugar, al dueño del teatro, David A. Straz Jr., quien en un viaje a la Isla conoció personalmente a Alicia e invitó a la compañía a visitarnos; a Albert A. Fox, el que durante años ha sido un persistente defensor de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos; a la agrupación danzaria cubana por su visita y a todos los asistentes.
Junto a Viengsay Valdés y Leonardo Venta
  Al terminarse la emotiva función, un grupo de asistentes al teatro fuimos invitados a compartir un delicioso buffet y bar abierto con los visitantes de lujo. En un espacio agradable, tenuemente iluminado, pude saludar a Al Fox, David Straz, Ariel Quintela, Vicente Amor, Diana Arufe y otros conocidos. En todos ellos oí la misma impresión: “Ha sido una presentación fabulosa”. Por suerte, pude conocer y conversar brevemente con Giselle, mejor dicho, Sadaise, a quien expresé el impacto que nos causó a todos. También con Viengsay Valdés, hoy considerada una de las mejores bailarinas del mundo, quien interpretó a Giselle y la Kitri de “Don Quijote” recientemente en Chicago y lo hará en Washington en los próximos días. Una noche de mucha suerte, sin dudas.
  Al día siguiente, el urbanista Ariel Quintela –quien encabeza el más imponente esfuerzo de renovación de Ybor City en la actualidad– invitó a los artistas cubanos a un almuerzo en el restaurante Tropicana. Estoy entre los amigos de Ariel que fueron convocados a asistir, lo que me permitió ser testigo del ambiente de cubanía que se respiró en las dos horas que estuvimos allí. Antes de mover los cubiertos, Diana Arufe hizo una emotiva presentación del convite, agradeciendo la presencia de los bailarines.
  Después habló Quintela, conmovido al sentir, así lo dijo, el ambiente de unidad que se respira con estos encuentros, donde el arte, la cultura, como la misma restauración arquitectónica que él representa, nos hacen más fuertes para edificar el presente y dejarle un futuro mejor a nuestros hijos. Al decir la palabra final, miró hacia su pequeña hija, de unos nueve años. Ella, con una sonrisa, pareció decirle: “Gracias, papá”.
  Gracias, decimos todos,  a quienes hicieron posible la felicidad que vivimos en torno a los magníficos artistas del Ballet Nacional de Cuba. Y gracias, desde Tampa, a la genial Alicia Alonso, gloria cubana y universal.

1 comentario:

  1. Excelente reseña de un conmovedor evento histórico.

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